Cine en las Arribes del Duero

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Mapa de La Ribera del Duero en 1641, durante la invasión portuguesa

Cascada del Remolino. ARRIBES DEL DUERO

lunes, 5 de abril de 2010

Un cuento salmantino: "El canario que hablaba"


“El canario que hablaba”, recogido en Pereña de la Ribera, 1951 de Doña Lorenza “La Capillona” en 1951, por Luis Cortés Vázquez.




El cuento popular “El canario que habla” y sus diferentes versiones, tanto la de Pereña de la Ribera, como la de Peñaparda –ambas de Salamanca- ha sido recogido en diversos libros: “Cancionero de la Ribera” (1955), y “Cuentos populares salmantinos”, Vol. II (1979), ambos del investigador Luis Cortés Vázquez, y también en “Antología de cuentos populares (2000) de Ángel Piorno Benéitez.

“Era un hijo de un rey que iba de paseo montao en su caballo y paseaba por la puerta de un zapatero que tenía tres hijas. Y estaban las tres hijas y dijo una: ¡Oy!, el hijo del rey, qué majetón. Y dice la mayor: si yo me casara con el hijo del rey le haría una camisa que le cogiera en el cascarón de una nuez. Y la mediana dice también: si yo me casara con el hijo del rey, yo le haría una camisa que le cogiera en el cascarón de una avellana. Y dice la chica: Pues yo, si me casara con el hijo del rey, tendría dos mellizos, dos mielgos, el niño con un lucero en el carrillo y la niña con una estrella en la frente. Pues al hijo del rey de lo dijon, uno que lo escuchaba, y se agarró un zapato roto y se marchó a casa del zapatero: aquí vengo a que me arregle usted este zapato y quisiera estar con sus tres hijas. Y dice el zapatero: ¡oy!, no venga usted por pobreza haciendo burla de mí. No, señor, vengo a estar con ellas. Pues pase usted ahí, que ahí están. Bueno, así que ayer tarde, cuando yo pasaba por aquí, ¿qué es lo que estábais hablando las tres? Y contestó la mayor: nosotras, no. Pues vosotras, sí. Pues mire usted, yo hablé esto, que si me casaba, vamos, con el hijo del rey, que le haría una camisa que le cabría en el cascarón de una nuez. Y la otra mediana, igual, en el cascarón de una avellana. Y la chica dijo: yo no se lo puedo decir a usted. Pues tiene usted que decirlo. A mí me da vergüenza decirlo. Tiene usted que decirlo porque lo mando yo. Pues mire usted, yo dije que si me casaba con el hijo del rey que había de tener dos mellizos, el niño con un lucero en el carrillo y la niña con una estrella en la frente.


Bueno, y se marchó a su casa y le dijo a su padre que se quería casar. Y le dijo que era mengua suya que con una hija de un zapatero que se fuera a casar. Enfermó y llamó al médico el padre y le dijo: si usted no deja a su hijo la intención que tiene, se morirá. Y el padre, antes de morir, le dio el consentimiento. Se casó y ella se puso en estado.


Al hijo del rey le salió a marchar a un sitio de guerra, y al marcharse encargó a sus cuñadas que asistieran a su hermana todo lo mejor que pudieran si no podía él venir. Y cuando ya dio a luz, la hermana mayor tenía mucha envidia, ah, porque dice: y en seguida que dé a luz me lo comunicáis.


Con que dió a luz la hermana, la señora del rey, y da, pues dos mellizos. Ya al istante escribe la hermana al rey, al cuñao, y le dice: ha traído un gato y una gata, son dos fenómenos.


Dice: pues los tiráis al río, que nadie los vea, en una cesta, y a ella la metéis en una jaula y la ponéis en el pasillo adelante, y cuando paséis la escupís, que se acabe de secar.


Pues los niños la metieron en una cesta y los mandaron que los tiraran en aquella cesta al río abajo.


Y el señor aquel fue tan atrevidito que miró lo que llevaba y vió dos niños que le resplandecía y dijo:


¡ Vamos, pero yo tirar estos dos niños ¡.


Mi mujer está criando otro y yo, con una poquita de leche que tengamos de cualquier hacienda, y de alguna cabra, los criamos. Se los dio a la mujer y los crió muy bien. Cuando los niños tenían siete años estaban los señores encantaos con sus tres hijos. Los mandaban a la escuela y al llegar la tarde, una tarde se pegaron los tres al salir de la escuela. Y le dice el hijo propio:


¡anda de ahí, hijo bastardo!


Y los niños s’echaron a llorar y no comieron el pan y el queso que su madre le había dao. Y dicen: ¿por qué no habéis merendao hijos?.


Velay: porque mi hermano nos ha llamao hijos bastardos.


Tó, ¿y por eso no coméis la merienda?. Comer, comerla.


Y los niños no la quisieron comer y dijon: si quieres que la comamos dimos por qué nos ha llamado hijos bastardos.


Pues ven acá, que os lo voy a contar. A vosotros os encontró tu madre en un arroyo, metidos en una cesta.


¡Ah, no! ¿Y luego nos trajo y nos crió?, ah, pues nos vamos.


Pues, ¿a dónde sós váis a dir?


¡Ah, nos vamos!. Pues aguardar que venga tu padre que esos montes están llenos de lobos y de fieras.


No, no, nosotros nos vamos. No, no esperaremos por mi padre, nos vamos. Adiós.


Yendo por el bosque los niños ya se temorizan con el aullamiento de los lobos, y les salió una señora y les dijo: caminad y no tengáis miedo. Llegáis ahí adelante a una claridá que está un palacio que se llama de “Irás y No volverás”; allí cogéis una jarrita de agua: la lleváis en la mano y si está el qu’está de portero con los ojos abiertos, entrad sin cuidado, y si está con los ojos dormidos, no entréis, que os hace a vosotros igual. Y allí hay una piedra de molino, y echáis tres pintas de agua y le dáis un puntapié. Y de allí sale un canario, lo cogéis y os váis con él, que él os dice por dónde vais.


Y llegaron allí, y estaba con los ojos abiertos y entraron los niños con la jarrita de agua, y dieron el puntapié y salió el canario.


Con que salió el canario y dice:


¡Uy, majitos, majitos, qué bien!. Me lleváis al frente del palacio del rey.


Allí, en un pedacito, fabricaron un palacito los niños por mano del canario. Y el rey vía que aquellos niños tan güepecitos formaban aquel hogar y le admiraba al rey. Se iba a pasar varios ratos a ver la obra. Y el rey cada vez más entusiasmao.


Con que ya la terminaron y una mañana se levanta el rey y fue a convidar a que fuesen a comer a su casa. Y los niños dijeron que bueno. Y el canario le dice:


¡Uy mi rey!, ¿no voy yo?


¡Pero hombre, llevái también el canario! Le dijo a los niños.


Y antes de ir le dice el canario a los niños: De donde yo moje el pico, de los platos que yo coma, coméis vosotros también.


Con que fueron a comer. Y ya la hermana se había casao con el hijo del rey, porque la otra se había muerto.


Y el canario le dice a una comida que sí con el pico, que comieran, y a la otra, cuando meneó el canario la cabeza, que no.


Y le dice el rey: ¿por qué no coméis?


Y le dice la hermana: no comas tú de ese plato, porque trailos pacá, ya los tenía separaos.


¿Y por qué vas a quitar ese plato si tengo yo voluntad de comer?


Y fue ella y se lo quitó. Pero fue el rey y se lo tiró a un perro y estantaneamente quedó muerto.


Dijon que ya estaban satisfechos, que ya no querían comer más. Y tomó el rey conversación con los niños y les dijo: amos, pero ¿d’onde sois, cómo os llamáis, cómo os hais criao?


Yo te lo explico, le contestó el canario. Vamos a contar algo de nuestras vidas pasadas. Qué majetón eras cuando paseabas en el caballo por la calle del zapatero tal. Si me acuerdo, hombre, cuando las tres hijas del zapatero todas tenáin ilusión de casarse con usted, mi rey.


Sí, me acuerdo, sí.


Así que tu mujer, ¿qué le hiciste a tu mujer?.


Se murió.


¿Entonces no tuvo familia ni nada?


Bueno, canario, no me andes metiendo más embobajos. Voy a hablar un ratito con los niños.


Dice: dame tu bendición por el conjuro que me echaste de ser pájaro, de meterme en una jaula. Dale un golpito al niño en el carrillo, otro golpito a la niña en la frente. Y el anillo de mi casorio pideselo a quien lo tenga. Así que aquí tienes a tu mujer y a tus niños.


Así que a la niña según le dio con la mano en la frente le salió la estrella, y al niño el lucero.


A la otra la amarraron en dos caballos, y le dio el conjuro, y la arrastraron.


Y vivieron felices y comieron perdices”.

Agradezco mucho a Juan José Rodríguez, historiador de Las Arribes, la documentación aportada.


Torre-fortaleza de Pereña de la Ribera, en estilo isabelino del siglo XV.


Portalón de la iglesia de Pereña de la Ribera, en su fachada este