La tradición CONTRABANDISTA en SALAMANCA, Aldeadávila de la Ribera, La Fregeneda, Cerezal de Peñahorcada...una tradición antigua rescatada por nuestra escritora MATILDE CHERNER Y HERNÁNDEZ.
Los callejones desconocidos de Aldeadávila, Salamanca
V
“On dit qu’alors, dans son delire
Ella parla d’amour,
d’enfer et de trépas,
El que l’aurore qui vint
luire
Ne le retrouva pas! “ (J. FAVRE)
Aquel malhadado dia fue para
las dos infelices mujeres uno de los mas tristes y dolorosos.
La güelica lloraba,
juraba, maldecia la hora en que Dios habia llevado á sí á María la Blanca , y aterrada ante la
idea de ir en los dias de la vejez mendigando un asilo de puerta en puerta Caía
en una especie de estravío que tenía todas las apariencias de enajenacion
mental.
Rosalba por el contrario
aparecía serena, aunque abismada en una silenciosa y profunda meditacion.
Sus ojos fijos
distraidamente en el espacio parecían esforzarse en penetrar el denso velo que
nos separa del mundo de los espíritus, y sus manos cruzadas tranquilamente
sobre el pecho tenian toda la inmovilidad de una estatua.
El ligero soplo que
agitaba sus encendidos labios era ténue y acompasado como el rumor del céfiro
entre las hojas, y su frente morena y reluciente como el bronce bruñido se
cubria por intérvalos de una ligera y encendida nube de fuego.
Al ver el abatimiento de
la güelica, Rosalba salió aceleradamente, volviendo al poco rato con una bebida
compuesta por la mujer del mariscal, y que según decian, era cosa milagrosa
para el histérico[1].
-
¡Señor! ¡Señor! ¿á dónde
iré yo? Esclamaba
desconsolada la pobre anciana.
-
¿Y yo? Repetia maquinalmente
Rosalba: ¿á dónde iré yo?
Y sus ojos brillaban
entonces con una luz siniestra que prestaba á su semblante una espresion feroz
y amenazadora.
La noche
llegó lóbrega y triste como el corazon que ha perdido la última esperanza.
Los callejones desconocidos de Aldeadávila, Salamanca
Liborio volvió á la media
noche un tanto sombrío é impertinente, notándose en sus escasas é insolentes palabras
el entorpecimiento del que ha bebido mas que lo que le permiten sus fuerzas.
Amedrentada por la amenaza
que Liborio habia hecho al señor cura, la güelica no se atrevió á dirigir á su
hijo mas que algunas palabras temblorosas, sirviéndole en silencio la cena, que
á pesar de su embriaguez devoraba con apetito brutal.
Despues de haber bebido de
nuevo, Liborio tomó un velon reluciente como el oro, y subió la escalerilla del
piso principal, tropezando á cada escalon en ambas paredes y amenizando la subida
con numerosas y picantes interjecciones.
Un cuarto de hora despues
las dos mujeres, creyendo ver fantasmas en su propia sombra, subieron de
puntillas la escalera.
Liborio completamente
vestido roncaba como un liron, tendido sobre el lecho nupcial.
Siempre de puntillas
bajaron entonces á la salita, y cerrando cuidadosamente la puerta se abrazaron,
llorando como dos palomas heridas por el mismo dardo.
-Hija, balbuceó la güelica, vamos
antes de recogernos á rezar el escapulario á la Virgen del Cármen para que
nos ilumine, porque tengo para mí, pobre pecadora, que voy á perder la cabeza
antes de muchas horas.
Y la güelica sacó de su
arcon un pedacito del cirio que habia llevado á la parroquia el Jueves Santo, y
colocándole en un antiguo candelabro de bronce, heredado de padres á hijos y que
no salia mas que cuando daban el Viático en la familia, le encendió con la
mayor devocion ante una polvorosa estampa de la Vírgen del cármen que
Liborio le habia traido, siendo niño, de la Fregeneda , y se puso á
rezar el escapulario con esa fe que todo lo ensalza y todo lo santifica.
Rosalba equivocaba el rezo
á cada palabra, empezando dos ó tres veces el mismo Pater noster.
A pesar de la escitacion
de su espíritu la güelica empezó a bostezar y á dar cabezadas atacada de una
fuerte somnolencia.
Liborio volvió á la media
noche un tanto sombrío é impertinente, notándose en sus escasas é insolentes palabras
el entorpecimiento del que ha bebido mas que lo que le permiten sus fuerzas.
Amedrentada por la amenaza
que Liborio habia hecho al señor cura, la güelica no se atrevió á dirigir á su
hijo mas que algunas palabras temblorosas, sirviéndole en silencio la cena, que
á pesar de su embriaguez devoraba con apetito brutal.
Despues de haber bebido de
nuevo, Liborio tomó un velon reluciente como el oro, y subió la escalerilla del
piso principal, tropezando á cada escalon en ambas paredes y amenizando la subida
con numerosas y picantes interjecciones.
Un cuarto de hora despues
las dos mujeres, creyendo ver fantasmas en su propia sombra, subieron de
puntillas la escalera.
Liborio completamente
vestido roncaba como un liron, tendido sobre el lecho nupcial.
Siempre de puntillas
bajaron entonces á la salita, y cerrando cuidadosamente la puerta se abrazaron,
llorando como dos palomas heridas por el mismo dardo.
-Hija, balbuceó la güelica, vamos
antes de recogernos á rezar el escapulario á la Virgen del Cármen para que
nos ilumine, porque tengo para mí, pobre pecadora, que voy á perder la cabeza
antes de muchas horas.
Y la güelica sacó de su
arcon un pedacito del cirio que habia llevado á la parroquia el Jueves Santo, y
colocándole en un antiguo candelabro de bronce, heredado de padres á hijos y que
no salia mas que cuando daban el Viático en la familia, le encendió con la
mayor devocion ante una polvorosa estampa de la Vírgen del cármen que
Liborio le habia traido, siendo niño, de la Fregeneda , y se puso á
rezar el escapulario con esa fe que todo lo ensalza y todo lo santifica.
Rosalba equivocaba el rezo
á cada palabra, empezando dos ó tres veces el mismo Pater noster.
A pesar de la escitacion
de su espíritu la güelica empezó a bostezar y á dar cabezadas atacada de una
fuerte somnolencia.
Abuela, dijo Rosalba, procurando sofocar la emocion que agitaba sus
encendidos labios: váyase vuesa merced á
la cama, que harto cansada estará de llorar y cavilar todo el dia.
La güelica, que rara vez
se dejaba tentar del sueño, comprendió y con razon que aquel adormecimiento era
el efecto del antehistérico[1],
y á fin de pasar la noche sin penas ni fatigas tomó de nuevo la medicina y se
acostó, recomendando á Rosalba que estuviese con cuidado para despertarla de
madrugada, cuidando tambien de apagar el cirio para que no ocurriese una
desgracia.
Rosalba se arrodilló de
nuevo ante la imágen de la
Vírgen , y sus labios se movian acompasadamente como si
rezase; pero su espíritu se perdia en las mas terribles y sombrías
alucinaciones.
Luego que vió a la güelica
profundamente dormida, Rosalba se levantó encendida y calenturienta como una febricitante,
y se arrodilló silenciosamente al pie de su lecho, besando repetidas veces la
orla de la sobrecama y llevándose las dos manos al corazon, que parecia
salírsele del pecho.
Luego se dirigió á la cuna
donde las dos niñas dormian tranquilas y risueñas como dos ángeles.
Rosalba se arrodilló
tambien al pie de la cuna, y estendiendo las manos sobre las rubias cabecitas
murmuró algunas palabras con voz imperceptible, dejando correr sus lágrimas
hasta entonces trabajosamente comprimidas.
Aquella despedida parecia
ser para Rosalba la mas dolorosa prueba. La desgraciada jóven, agitada por una
terrible convulsion, se mordia los labios, se mesaba los cabellos y estendía de
nuevo sus manos sobre la cuna como si le faltara el valor.
Liborio roncaba
tranquilamente sobre su lecho, soñando tal vez con la dicha que le brindaba de
nuevo su dorada copa.
Segura ya de que su
dichoso burlador no podia oirla, Rosalba furiosa como un tigre, animada
únicamente por el deseo de lavar en la sangre del seductor las repetidas
infamias con que habia pagado su cariño, se lanzó trémula y delirante hácia la
alcoba, sin cuidarse siquiera de cerrar la puerta de la saleta, que habia dejado
abierta de par en par.
A la mañana siguiente la
güelica que á despecho de la accion calmante del antehistérico, se
despertaba siempre con el alba, vió con espanto que la cama de Rosalba
permanecia intacta, y que la moza se habia ya cansado de dar vueltas por la
casa y por el corral sin que le fuera posible dar con ella.
Aunque segura de que
Rosalba no se hubiera atrevido en manera alguna á traspasar los umbrales de la
habitacion de su hijo, y mucho menos en tales dias, la pobre madre subió la
escalerilla nublados los ojos y agitado el corazon por un doloroso
presentimiento.
Al llegar á la puerta de
la sala que encontró abierta de par en par, la güelica percibió distintamente un tristísimo y prolongado gemido.
Pálida y aterrada la pobre
anciana, ganó de un salto la puerta de la alcoba, lanzando un grito desgarrador
que resonó con la velocidad del rayo en las solitarias calles de la aldea.
Liborio yacia sobre su
lecho bárbaramente degollado, y Rosalba herida mortalmente en el cuello,
luchaba revolcándose en un rio de sangre con las convulsiones de la agonía.
En el momento supremo, su
debilidad de mujer la habia hecho traicion, la mano habia vacilado, y aunque
muy pocos le quedaban todavía algunos instantes de vida.
La desventurada güelica supo entonces de boca de la
moribunda que Liborio era el infame seductor que habia envenenado la vida de
aquella desgraciada, y abrazándose con delirio al mutilado cadáver de su hijo,
tornaba todavía los ojos hácia la infeliz que desconfiando de la justicia de
Dios, habia ejercido por sí misma tan horrible venganza.
Cuando los vecinos atraidos
por los gritos de la desconsolada madre, lograron penetrar en la estancia,
Rosalba habia espirado ya, rogando encarecidamente á los que la escuchaban que
hiciesen colocar su cadáver a lado de su víctima” .
FIN
La historia, como tantas
otras de aquellos años en las Arribes salmantinas, tiene un final de muerte y
de tragedia. Matilde Cherner, gran inspiradora de esta novela corta, sino su
escritora, desconociendo su propio final, anticipa su propio suicidio, y
también por amor.
¿Se
trata de una autobiografía del desamor de Matilde Cherner?
[1] Preparado
medicinal similar a los tranquilizantes actuales.