La vida a finales del siglo XIX en las Arribes de Salamanca debía de ser un continuo sobresalto. Os presento una historia increíble de 1895 vivida en Villarino, Aldeadávila de la Ribera y Mieza.
¡Qué rivalidad había entre los pueblos, y cómo se vivía!
Todavía hoy, muchas personas mayores emplean el término forastero para referirse a las personas que no son del pueblo.
La costumbre de “descargar pistolas” al anochecer, y de portar todo un arsenal de armas blancas, garrochas y utensilios de ataque en el más puro estilo del “lejano oeste” está documentada en Aldeadávila, todavía en 1906, y diez años antes en Villarino. Para solucionar este problema de violencia, y de ajustes de cuentas, parece ser que las autoridades municipales, del partido y de la propia provincia, o hicieron poco, o se veían impotentes ante una generalización tan masiva de su uso por parte de los jóvenes, interviniendo incluso predicadores famosos de estos pueblos para su erradicación. Éste es el caso de los predicadores jesuitas Juan Conde y Santos, a finales de 1985. Muy ilustrativo de las costumbres de los jóvenes de la época, y de las rivalidades entre pueblos como Aldeadávila de la Ribera y Villarino, que llegaron hasta los años 60 del siglo pasado.
“Con ese título publica nuestro querido compañero La Informacion el notable documento que á continuación insertamos.
Si un dato más pudiera servir para desengañar incautos de la buena fe que distingue á los enemigos de las ordenes religiosas en toda clase de discusiones, no creemos dejaría de tener importancia grandísima lo ocurrido en Villarino y Miera:[2]
“Señor director de La Informacion.
“Muy señor nuestro y de nuestra consideración más distinguida: Hemos visto en el periódico de su digna dirección que El Diario de Salamanca ha publicado una reseña de las misiones en algunos pueblos de esta Rivera, injuriando á los padres misioneros y burlándose de su predicación, especialmente del jesuita reverendo Padre Conde. Como á los hombres se les conoce por sus obras, así como al árbol por sus frutos, vamos á dar á conocer un solo hecho entre los muchos que tuvieron lugar en la reciente misión dada en este pueblo por los Padres jesuitas injuriados en las columnas del Diario de Salamanca, para que el público serio é imparcial juzgue por si mismo esta cuestión y señale los calificativos que en justicia merecen los dos jesuitas aludidos.
“Saben cuantos conocen el pueblo de Villarino la perniciosa costumbre que tienen aquí los mozos de andar siempre armados con revólvers, puñal ó navajas, y algunos con todas estas armas juntas, estando ya tan familiarizados con ellas, que las consideran como la única patente de valor. Saben los tribunales del partido y de la capital los tristes y elocuentes datos que estas armas arrojan en la estadística criminal. Saben los padres de familia las amarguras y desazones que esos instrumentos les proporcionan á diario. Lo saben las autoridades. Claman contra ellas todos los dias los sacerdotes. Se lamenta de tamaño abuso el pacifico vecindario, y sin embargo, el mal no desaparece.
“Vienen á dar una misión los dos Padres jesuitas injuriados en el Diario de Salamanca, y enterados de costumbre tan perjudicial coge el Padre Conde á los mozos el último día de la misión y los lleva consigo á la Ermita del Humilladero: media hora duró la conferencia. ¿Qué les diría en tan poco tiempo? Qué argumentos emplearía para convencierlos de la verdad, no lo sabemos; pero tal impresión debieron producir en su ánimo las palabras del hábil y elocuente jesuita, tan directamente debieron ir al corazón, que al salir de la conferencia se dirigieron todos en procesión á la iglesia cantando el “Corazon Santo” y desfilando después por delante de la imagen del Corazon de Jesus, bendecida aquella misma tarde, fueron depositando á sus piés revólvers, pistolas, puñales, cuchillos y navajas en tanta abundancia, que llenaron un cesto de aquellos temibles instrumentos del crímen, origen de tantas lágrimas y desazones en el pueblo.
“¡Excelente y nunca presumido éxito de una empresa tan atrevida! ¡Puntual y colmada recompensa al infatigable Párroco, á las dignas autoridades de aquella época y á los honrados vecinos que con tanto entusiasmo y generosidad solicitaron y prepararon la venida de tan ilustres misioneros! Pues lo que ese mismo Párroco, en unión del pacifico vecindario lamentaba sin cesar, y lo que esas mismas autoridades auxiliadas por la fuerza pública no habian podido conseguir en muchos años, lo consigue en media hora ese mismo jesuita á quien ahora trata por loco, por indiscreto y ofensor, que merece fuertes calificativos, un corresponsal del Diario de Salamanca; y lo consigue sin más auxilios que su elocuente palabra, sin más armas que el crucifijo que trae pendiente al cuello, sin más preparativos que su fervorosa oración y acaso sus austeras penitencias y el martirio secreto de sus carnes inocentes, y sin aspirar á otro galardón que al que le otorga su propia conciencia acá en la tierra y al que le labran sus buenas acciones allá en el cielo.
¿No es por ventura, un resultado elocuentísimo y entusiasmador de las misiones? ¿No dice esto mucho y muy alto a favor de esos hombros extraordinarios, que con tanto celo como desinterés consagran su vida á la vez tan santa y útil? ¿Habrá todavía quién se atreva á empañar su justa fama y á poner á discusión el crédito admirable de su influencia bienhechora en los pueblos que recorren?
Para recuerdo de este hecho memorable se colocó en la iglesia del pueblo un gran corazón encarnado de dos metros de altura, cubierto en toda su extension con las armas entregadas por los mozos, y un letrero al pié que dice en letras grandes.
“LOS MOZOS DE VILLARINO ENTREGAN SUS ARMAS AL SAGRADO CORAZÓN DE JESUS”.
Este imponente trofeo, abreviado compendio de la misión, se halla suspendido á buena altura en una de las paredes interiores de la iglesia, frente á la puerta principal recogiendo las miradas de todo el que entra en ella. ¡Cuántas madres han llorado al verlo y al reconocer allí las navajas y puñales que por tanto tiempo habian traido clavadas en su corazón!
¡Cuántos hijos se han sentido sanos y satisfechos por haber preferido lanzar de sí aquellos instrumentos de perdición, ántes que conservarlos en su poder, para vengar ofensas que generosamente han perdonado! ¡Alguno llora hoy en la cárcel arrepentido de no haber imitado este ejemplo ni haber prestado oídos á la voz del celoso misionero! No queda un forastero que no visite la iglesia para ver el trofeo de las armas entregadas por los mozos y cerciorarse de un hecho tan increíble como extrordinario, comprendiendo la importancia de la misión, sólo con la vista y contemplación de éste, aunque mudo, elocuente y perpetuo predicador.
Y después de esto, ¿habrá quien dude todavía del resultado satisfactorio y altamente civilizador de las misiones? No, no es posible. Habrá tal vez quien, haciendo alarde de un excepticismo que acaso no siente en el fondo de su alma, pero que le arrastra hácia él su incierta ó mal cimentada posición, ó contrariado acaso de sus torcidos planes ó descubiertas sus falsas patrañas, no tenga el valor y la franqueza de confesar la verdad y declararse vencido; pero de seguro, no habrá nadie que allá en lo más escondido de su pecho, deje de reconocer la verdad de lo que son, de lo que valen, de lo que pueden, del inmenso bien que practican y de los tesoros inestimables de sana moral y verdadera civilización que derraman á su paso por los pueblos de los misioneros jesuitas.
Nada más diremos de la misión de Villarino, de la cual podria escribirse un libro voluminoso si se hubieran de narrar sus beneficiosos resultados en pró de las buenas costumbres, como son, hurtos restituidos, agravios perdonados, matrimonios avenidos. Desterrada la blasfemia y el escándalo, y seríamos interminables si intentásemos escribir el entusiasmo, la conmocion y el gusto con que toda la gente escuchaba á los padres misioneros; y la afluencia de forasteros que llenaron este pueblo durante la misión, de lo cual dará siempre testimonio toda la presente generación de Villarino y sus pueblos comarcanos, en cuyo nombre se escribe esta protesta, y si fueran necesarias sus firmas, se remitirán.
En cuanto á la misión de Mieza, nosotros la presenciamos algunos dias, en unión de una comisión del ayuntamiento de Villarino y algunos otros vecinos del mismo pueblo, y pudimos observar que en Mieza, lo mismo que en Villarino, el Padre Conde, con la finura y cortesía del jesuita, con la modestia y humildad del religioso, con la caridad del Santo y el celo del Apóstol, ponía al descubierto la gangrena y podedumbre de los vicios con la más inteligible y decorosa claridad; y que de todas partes acudían á oírlo las gentes, no atemorizadas como á un juez, sino alegres y confiadas como á un Padre, para escuchar sus sábios consejos y apartarse de los pasados extravíos.
Lo expuesto bastará para que las personas sensatas conozcan la verdad, pues continuar seria dar demasiada importancia y celebridad á un suelto inoportuno, que estaría sobradamente contestado con el dicho: “También habló la burra de Balan”, y por otra parte, estamos seguros de que el contraproducente desahogo acogido, tal vez por sorpresa, en las columnas de “El Diario de Salamanca”, habrá tenido en muchas partes el recibimiento que tuvo en Villarino, que por primera intención organizábase una partida[3] de gente briosa que fuera á Aldeadávila en busca del autor de las injurias de los Padres misioneros, para sacarle de su error con argumentos contundentes de fresno y de negrillo[4]; pero obligados á retroceder ante los consejos y amonestaciones de personas prudentes y de calma se conformaron por esta vez con quemar al pié de la cruz que recuerda la misión, el periódico que publicó los insultos contra los Padres misioneros, rezando tres Padre nuestros y tres Ave Marías por la conversión de los infieles, y gritando mientras ardía: ¡Viva el Padre Santos! ¡Vivan las misiones!
Suplicamos á usted tenga la amabilidad de dar cabida á estas líneas en el católico periódico de su digna dirección, por lo cual le quedarán altamente agradecidos sus seguros servidores q. b. a. m.-
--------------------------------------------------------------------------------
[1] Carta de protesta firmada por el Alcalde y el Secretario del Ayuntamiento de Villarino de los Aires, el día 24 de enero de 1896, y publicada por el diario católico “El siglo futuro” el 3 de febrero de 1896.
[2] Mieza de la Ribera.
[3] Cuadrillas de mozos que quedan unidos de por vida, al realizar la comunión juntos. Era una clara seña de identidad para la unión de los jóvenes y mayores, y que participaban en fiestas y todos los actos religiosos juntos, portando su estandarte (bandera). Han estado funcionando en la Ribera salmantina hasta los años 60 del s.XX.
[4] Dar palos con varas y garrotes de estos árboles.
¡Qué rivalidad había entre los pueblos, y cómo se vivía!
Todavía hoy, muchas personas mayores emplean el término forastero para referirse a las personas que no son del pueblo.
Así vió Miguel de Unamuno, el día 2 de mayo de 1902 una escena de la romería al teso de San Cristóbal de Villarino de los Aires, con el fotógrafo que le acompañaba. Archivo USAL, Biblioteca digital HISPANA. Gobierno de España.
Canecillos medievales de la antigua "Enfermería franciscana", sita en Aldeadávila
La costumbre de “descargar pistolas” al anochecer, y de portar todo un arsenal de armas blancas, garrochas y utensilios de ataque en el más puro estilo del “lejano oeste” está documentada en Aldeadávila, todavía en 1906, y diez años antes en Villarino. Para solucionar este problema de violencia, y de ajustes de cuentas, parece ser que las autoridades municipales, del partido y de la propia provincia, o hicieron poco, o se veían impotentes ante una generalización tan masiva de su uso por parte de los jóvenes, interviniendo incluso predicadores famosos de estos pueblos para su erradicación. Éste es el caso de los predicadores jesuitas Juan Conde y Santos, a finales de 1985. Muy ilustrativo de las costumbres de los jóvenes de la época, y de las rivalidades entre pueblos como Aldeadávila de la Ribera y Villarino, que llegaron hasta los años 60 del siglo pasado.
Visita guiada a la Sala Capitular de la Torre-Fortaleza de Aldeadávila
“JUSTA PROTESTA”[1]
“Con ese título publica nuestro querido compañero La Informacion el notable documento que á continuación insertamos.
Si un dato más pudiera servir para desengañar incautos de la buena fe que distingue á los enemigos de las ordenes religiosas en toda clase de discusiones, no creemos dejaría de tener importancia grandísima lo ocurrido en Villarino y Miera:[2]
“Señor director de La Informacion.
“Muy señor nuestro y de nuestra consideración más distinguida: Hemos visto en el periódico de su digna dirección que El Diario de Salamanca ha publicado una reseña de las misiones en algunos pueblos de esta Rivera, injuriando á los padres misioneros y burlándose de su predicación, especialmente del jesuita reverendo Padre Conde. Como á los hombres se les conoce por sus obras, así como al árbol por sus frutos, vamos á dar á conocer un solo hecho entre los muchos que tuvieron lugar en la reciente misión dada en este pueblo por los Padres jesuitas injuriados en las columnas del Diario de Salamanca, para que el público serio é imparcial juzgue por si mismo esta cuestión y señale los calificativos que en justicia merecen los dos jesuitas aludidos.
“Saben cuantos conocen el pueblo de Villarino la perniciosa costumbre que tienen aquí los mozos de andar siempre armados con revólvers, puñal ó navajas, y algunos con todas estas armas juntas, estando ya tan familiarizados con ellas, que las consideran como la única patente de valor. Saben los tribunales del partido y de la capital los tristes y elocuentes datos que estas armas arrojan en la estadística criminal. Saben los padres de familia las amarguras y desazones que esos instrumentos les proporcionan á diario. Lo saben las autoridades. Claman contra ellas todos los dias los sacerdotes. Se lamenta de tamaño abuso el pacifico vecindario, y sin embargo, el mal no desaparece.
“Vienen á dar una misión los dos Padres jesuitas injuriados en el Diario de Salamanca, y enterados de costumbre tan perjudicial coge el Padre Conde á los mozos el último día de la misión y los lleva consigo á la Ermita del Humilladero: media hora duró la conferencia. ¿Qué les diría en tan poco tiempo? Qué argumentos emplearía para convencierlos de la verdad, no lo sabemos; pero tal impresión debieron producir en su ánimo las palabras del hábil y elocuente jesuita, tan directamente debieron ir al corazón, que al salir de la conferencia se dirigieron todos en procesión á la iglesia cantando el “Corazon Santo” y desfilando después por delante de la imagen del Corazon de Jesus, bendecida aquella misma tarde, fueron depositando á sus piés revólvers, pistolas, puñales, cuchillos y navajas en tanta abundancia, que llenaron un cesto de aquellos temibles instrumentos del crímen, origen de tantas lágrimas y desazones en el pueblo.
Salida de Fermoselle de la comitiva de Unamuno, 12 de mayo de 1902. Fondos Miguel de Unamuno de la USAL. Biblioteca Hispana
“¡Excelente y nunca presumido éxito de una empresa tan atrevida! ¡Puntual y colmada recompensa al infatigable Párroco, á las dignas autoridades de aquella época y á los honrados vecinos que con tanto entusiasmo y generosidad solicitaron y prepararon la venida de tan ilustres misioneros! Pues lo que ese mismo Párroco, en unión del pacifico vecindario lamentaba sin cesar, y lo que esas mismas autoridades auxiliadas por la fuerza pública no habian podido conseguir en muchos años, lo consigue en media hora ese mismo jesuita á quien ahora trata por loco, por indiscreto y ofensor, que merece fuertes calificativos, un corresponsal del Diario de Salamanca; y lo consigue sin más auxilios que su elocuente palabra, sin más armas que el crucifijo que trae pendiente al cuello, sin más preparativos que su fervorosa oración y acaso sus austeras penitencias y el martirio secreto de sus carnes inocentes, y sin aspirar á otro galardón que al que le otorga su propia conciencia acá en la tierra y al que le labran sus buenas acciones allá en el cielo.
¿No es por ventura, un resultado elocuentísimo y entusiasmador de las misiones? ¿No dice esto mucho y muy alto a favor de esos hombros extraordinarios, que con tanto celo como desinterés consagran su vida á la vez tan santa y útil? ¿Habrá todavía quién se atreva á empañar su justa fama y á poner á discusión el crédito admirable de su influencia bienhechora en los pueblos que recorren?
Para recuerdo de este hecho memorable se colocó en la iglesia del pueblo un gran corazón encarnado de dos metros de altura, cubierto en toda su extension con las armas entregadas por los mozos, y un letrero al pié que dice en letras grandes.
“LOS MOZOS DE VILLARINO ENTREGAN SUS ARMAS AL SAGRADO CORAZÓN DE JESUS”.
Detalle de hombre y mujeres de Villarino de los Aires en 1902. Fotografía del Archivo personal de Villarino, citado anteriormente.
Este imponente trofeo, abreviado compendio de la misión, se halla suspendido á buena altura en una de las paredes interiores de la iglesia, frente á la puerta principal recogiendo las miradas de todo el que entra en ella. ¡Cuántas madres han llorado al verlo y al reconocer allí las navajas y puñales que por tanto tiempo habian traido clavadas en su corazón!
¡Cuántos hijos se han sentido sanos y satisfechos por haber preferido lanzar de sí aquellos instrumentos de perdición, ántes que conservarlos en su poder, para vengar ofensas que generosamente han perdonado! ¡Alguno llora hoy en la cárcel arrepentido de no haber imitado este ejemplo ni haber prestado oídos á la voz del celoso misionero! No queda un forastero que no visite la iglesia para ver el trofeo de las armas entregadas por los mozos y cerciorarse de un hecho tan increíble como extrordinario, comprendiendo la importancia de la misión, sólo con la vista y contemplación de éste, aunque mudo, elocuente y perpetuo predicador.
Y después de esto, ¿habrá quien dude todavía del resultado satisfactorio y altamente civilizador de las misiones? No, no es posible. Habrá tal vez quien, haciendo alarde de un excepticismo que acaso no siente en el fondo de su alma, pero que le arrastra hácia él su incierta ó mal cimentada posición, ó contrariado acaso de sus torcidos planes ó descubiertas sus falsas patrañas, no tenga el valor y la franqueza de confesar la verdad y declararse vencido; pero de seguro, no habrá nadie que allá en lo más escondido de su pecho, deje de reconocer la verdad de lo que son, de lo que valen, de lo que pueden, del inmenso bien que practican y de los tesoros inestimables de sana moral y verdadera civilización que derraman á su paso por los pueblos de los misioneros jesuitas.
Nada más diremos de la misión de Villarino, de la cual podria escribirse un libro voluminoso si se hubieran de narrar sus beneficiosos resultados en pró de las buenas costumbres, como son, hurtos restituidos, agravios perdonados, matrimonios avenidos. Desterrada la blasfemia y el escándalo, y seríamos interminables si intentásemos escribir el entusiasmo, la conmocion y el gusto con que toda la gente escuchaba á los padres misioneros; y la afluencia de forasteros que llenaron este pueblo durante la misión, de lo cual dará siempre testimonio toda la presente generación de Villarino y sus pueblos comarcanos, en cuyo nombre se escribe esta protesta, y si fueran necesarias sus firmas, se remitirán.
En cuanto á la misión de Mieza, nosotros la presenciamos algunos dias, en unión de una comisión del ayuntamiento de Villarino y algunos otros vecinos del mismo pueblo, y pudimos observar que en Mieza, lo mismo que en Villarino, el Padre Conde, con la finura y cortesía del jesuita, con la modestia y humildad del religioso, con la caridad del Santo y el celo del Apóstol, ponía al descubierto la gangrena y podedumbre de los vicios con la más inteligible y decorosa claridad; y que de todas partes acudían á oírlo las gentes, no atemorizadas como á un juez, sino alegres y confiadas como á un Padre, para escuchar sus sábios consejos y apartarse de los pasados extravíos.
Lo expuesto bastará para que las personas sensatas conozcan la verdad, pues continuar seria dar demasiada importancia y celebridad á un suelto inoportuno, que estaría sobradamente contestado con el dicho: “También habló la burra de Balan”, y por otra parte, estamos seguros de que el contraproducente desahogo acogido, tal vez por sorpresa, en las columnas de “El Diario de Salamanca”, habrá tenido en muchas partes el recibimiento que tuvo en Villarino, que por primera intención organizábase una partida[3] de gente briosa que fuera á Aldeadávila en busca del autor de las injurias de los Padres misioneros, para sacarle de su error con argumentos contundentes de fresno y de negrillo[4]; pero obligados á retroceder ante los consejos y amonestaciones de personas prudentes y de calma se conformaron por esta vez con quemar al pié de la cruz que recuerda la misión, el periódico que publicó los insultos contra los Padres misioneros, rezando tres Padre nuestros y tres Ave Marías por la conversión de los infieles, y gritando mientras ardía: ¡Viva el Padre Santos! ¡Vivan las misiones!
Suplicamos á usted tenga la amabilidad de dar cabida á estas líneas en el católico periódico de su digna dirección, por lo cual le quedarán altamente agradecidos sus seguros servidores q. b. a. m.-
El alcalde, Juan Herrero
El secretario, Francisco Calvo.
Villarino y Enero 24 de 1896.”
Detalle de Don Miguel observando el Valle de Fermoselle, como queriendo "absorber" el paisaje.
Fotos de las Cruces de Santiago renacentistas (1506-1508) de Aldeadávila de la Ribera:
--------------------------------------------------------------------------------
[1] Carta de protesta firmada por el Alcalde y el Secretario del Ayuntamiento de Villarino de los Aires, el día 24 de enero de 1896, y publicada por el diario católico “El siglo futuro” el 3 de febrero de 1896.
[2] Mieza de la Ribera.
[3] Cuadrillas de mozos que quedan unidos de por vida, al realizar la comunión juntos. Era una clara seña de identidad para la unión de los jóvenes y mayores, y que participaban en fiestas y todos los actos religiosos juntos, portando su estandarte (bandera). Han estado funcionando en la Ribera salmantina hasta los años 60 del s.XX.
[4] Dar palos con varas y garrotes de estos árboles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario