Me acuerdo de pequeña de un viaje eterno desde Bilbao hasta Aldeadávila de la Ribera. Después de terminarse las obras del Salto de Aldeadávila, muchísimas familias se trasladaron al norte, "subieron" a Bilbao. Cada verano regresábamos a nuestros pueblos durante los tres larguísimos meses del verano.
Como la mayoría no tenían coche, ni dinero para comprarlo, los viajes en aquellos primeros años 60 se convertían en auténticas odiseas, que empezaban a las 6 de la mañana, y podían terminar 14 horas más tarde, madres solas trasportando 3, 4 ó más chiquillos, con maletas de cartón y bolsas con bocadillos, los chavales escapándose y corriendo por los andenes.
Me acuerdo del viaje en autobús de Salamanca a Vitigudino, de los pequeños mostradores en la estación de Salamanca -allí las llamaron siempre "las cocheras de San Isidro"-, el mapa de la provincia pintado amorosamente en la pared amarronada por el paso de los años; en él se veían más grandes los antiguos partidos judiciales, y otros pueblos como Lumbrales, de Aldeadávila nada de nada. Nos montábamos en autobuses como estos, las maletas en la vaca, la madre tratando de controlar a los chiquillos, siempre revoltosos.
Por fin, después de muchas curvas y muy poco tráfico llegamos al mercado de Viti, y allí tomamos un viejo autobús como el de la toto hasta Aldeadávila. Poco después de pasar la fuente de la Zarza de Pumareda, y tras abandonar la última casa de su caserío, en la primera curva, tal era el peso que llevaba, que volcó estrepitosamente sobre su cara izquierda. Como las velocidades eran muy pequeñas, nunca pasábamos de 60 km/h no hubo heridos tan siquisiera, ni se llamó a la guardia civil, ni pidió disculpas el chófer, ni se rellenaron formularios de reclamación.
La gente era muy humilde, acostumbrada a trabajar y no protestar...así que las pobres madres, recogieron las camisas y ropas que habían salido de las maletas de cartón, las volvieron a introducir en ella, nos dieron una pequeña explicación...y ¡hala! cargadas con todo el equipaje a andar los 7 kms que nos separaban del pueblo, primero hasta Masueco de la Ribera, y después hasta las casas de Aldeadávila.
Aquel día se habló mucho en el pueblo del accidente, pero ya al día siguiente se había olvidado...¡qué tiempos!
Fotografía: Facebook
https://www.facebook.com/VialiaSalamanca/
Como la mayoría no tenían coche, ni dinero para comprarlo, los viajes en aquellos primeros años 60 se convertían en auténticas odiseas, que empezaban a las 6 de la mañana, y podían terminar 14 horas más tarde, madres solas trasportando 3, 4 ó más chiquillos, con maletas de cartón y bolsas con bocadillos, los chavales escapándose y corriendo por los andenes.
Me acuerdo del viaje en autobús de Salamanca a Vitigudino, de los pequeños mostradores en la estación de Salamanca -allí las llamaron siempre "las cocheras de San Isidro"-, el mapa de la provincia pintado amorosamente en la pared amarronada por el paso de los años; en él se veían más grandes los antiguos partidos judiciales, y otros pueblos como Lumbrales, de Aldeadávila nada de nada. Nos montábamos en autobuses como estos, las maletas en la vaca, la madre tratando de controlar a los chiquillos, siempre revoltosos.
Por fin, después de muchas curvas y muy poco tráfico llegamos al mercado de Viti, y allí tomamos un viejo autobús como el de la toto hasta Aldeadávila. Poco después de pasar la fuente de la Zarza de Pumareda, y tras abandonar la última casa de su caserío, en la primera curva, tal era el peso que llevaba, que volcó estrepitosamente sobre su cara izquierda. Como las velocidades eran muy pequeñas, nunca pasábamos de 60 km/h no hubo heridos tan siquisiera, ni se llamó a la guardia civil, ni pidió disculpas el chófer, ni se rellenaron formularios de reclamación.
La gente era muy humilde, acostumbrada a trabajar y no protestar...así que las pobres madres, recogieron las camisas y ropas que habían salido de las maletas de cartón, las volvieron a introducir en ella, nos dieron una pequeña explicación...y ¡hala! cargadas con todo el equipaje a andar los 7 kms que nos separaban del pueblo, primero hasta Masueco de la Ribera, y después hasta las casas de Aldeadávila.
Aquel día se habló mucho en el pueblo del accidente, pero ya al día siguiente se había olvidado...¡qué tiempos!
Fotografía: Facebook
https://www.facebook.com/VialiaSalamanca/
Me ha gustado mucho la historia, yo tambien pase por esas, desde Masueco a Bilbao todo un día de viaje, cuando llegabas allí solo querías meterte a la cama sin deshacer maletas ni nada. Me acuerdo que el conductor del coche de linea que iba de Vitigudino hasta Aldeadávila se llamaba Guillermo. Era casi el único coche que se veía por aquellos pueblos ese y el taxi del Paulique
ResponderEliminarYo de esos viajes no puedo comentar porque no los conocí. Pero si de 10 años después cuando bajaba el autobús de Candido desde Bilbao y nos recogía en Burgos y nos llevaba hasta Masueco y a veces hasta muebles llevábamos. Y me acuerdo mucho de Eugenio que tenía autobuses en Masueco y un taxi y un camión. Que tiempos aquellos!!!
ResponderEliminarQué tiempos aquellos que no se puede decir que fueron nada buenos, que no se vuelvan a repeti, todo era pura calamidad.
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