Cine en las Arribes del Duero

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Doctor Zhivago, La Cabina, Del Pirineo al Duero...

Mapa de La Ribera del Duero en 1641, durante la invasión portuguesa

Cascada del Remolino. ARRIBES DEL DUERO
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viernes, 29 de mayo de 2015

LA VENGANZA- parte V: un cuento de CONTRABANDISTAS

La tradición CONTRABANDISTA en SALAMANCA, Aldeadávila de la Ribera, La Fregeneda, Cerezal de Peñahorcada...una tradición antigua rescatada por nuestra escritora MATILDE CHERNER Y HERNÁNDEZ.

V
“On dit qu’alors, dans son delire
Ella parla d’amour, d’enfer et de trépas,
El que l’aurore qui vint luire
Ne le retrouva pas! “  (J. FAVRE)
Aquel malhadado dia fue para las dos infelices mujeres uno de los mas tristes y dolorosos.
La güelica lloraba, juraba, maldecia la hora en que Dios habia llevado á sí á María la Blanca, y aterrada ante la idea de ir en los dias de la vejez mendigando un asilo de puerta en puerta Caía en una especie de estravío que tenía todas las apariencias de enajenacion mental.
Rosalba por el contrario aparecía serena, aunque abismada en una silenciosa y profunda meditacion.
Sus ojos fijos distraidamente en el espacio parecían esforzarse en penetrar el denso velo que nos separa del mundo de los espíritus, y sus manos cruzadas tranquilamente sobre el pecho tenian toda la inmovilidad de una estatua.
El ligero soplo que agitaba sus encendidos labios era ténue y acompasado como el rumor del céfiro entre las hojas, y su frente morena y reluciente como el bronce bruñido se cubria por intérvalos de una ligera y encendida nube de fuego.
Al ver el abatimiento de la güelica, Rosalba salió aceleradamente, volviendo al poco rato con una bebida compuesta por la mujer del mariscal, y que según decian, era cosa milagrosa para el histérico[1].
-         ¡Señor! ¡Señor! ¿á dónde iré yo? Esclamaba desconsolada la pobre anciana.
-         ¿Y yo? Repetia maquinalmente Rosalba: ¿á dónde iré yo?
Y sus ojos brillaban entonces con una luz siniestra que prestaba á su semblante una espresion feroz y amenazadora.
La noche llegó lóbrega y triste como el corazon que ha perdido la última esperanza.


Los callejones desconocidos de Aldeadávila, Salamanca
Liborio volvió á la media noche un tanto sombrío é impertinente, notándose en sus escasas é insolentes palabras el entorpecimiento del que ha bebido mas que lo que le permiten sus fuerzas.
Amedrentada por la amenaza que Liborio habia hecho al señor cura, la güelica no se atrevió á dirigir á su hijo mas que algunas palabras temblorosas, sirviéndole en silencio la cena, que á pesar de su embriaguez devoraba con apetito brutal.
Despues de haber bebido de nuevo, Liborio tomó un velon reluciente como el oro, y subió la escalerilla del piso principal, tropezando á cada escalon en ambas paredes y amenizando la subida con numerosas y picantes interjecciones.alabras temblorosas, sirviebido mas que lo que le permiten sus fuerzas.
Un cuarto de hora despues las dos mujeres, creyendo ver fantasmas en su propia sombra, subieron de puntillas la escalera.
Liborio completamente vestido roncaba como un liron, tendido sobre el lecho nupcial.
Siempre de puntillas bajaron entonces á la salita, y cerrando cuidadosamente la puerta se abrazaron, llorando como dos palomas heridas por el mismo dardo.
-Hija, balbuceó la güelica, vamos antes de recogernos á rezar el escapulario á la Virgen del Cármen para que nos ilumine, porque tengo para mí, pobre pecadora, que voy á perder la cabeza antes de muchas horas.
Y la güelica sacó de su arcon un pedacito del cirio que habia llevado á la parroquia el Jueves Santo, y colocándole en un antiguo candelabro de bronce, heredado de padres á hijos y que no salia mas que cuando daban el Viático en la familia, le encendió con la mayor devocion ante una polvorosa estampa de la Vírgen del cármen que Liborio le habia traido, siendo niño, de la Fregeneda, y se puso á rezar el escapulario con esa fe que todo lo ensalza y todo lo santifica.
Rosalba equivocaba el rezo á cada palabra, empezando dos ó tres veces el mismo Pater noster.

A pesar de la escitacion de su espíritu la güelica empezó a bostezar y á dar cabezadas atacada de una fuerte somnolencia.
Liborio volvió á la media noche un tanto sombrío é impertinente, notándose en sus escasas é insolentes palabras el entorpecimiento del que ha bebido mas que lo que le permiten sus fuerzas.
Amedrentada por la amenaza que Liborio habia hecho al señor cura, la güelica no se atrevió á dirigir á su hijo mas que algunas palabras temblorosas, sirviéndole en silencio la cena, que á pesar de su embriaguez devoraba con apetito brutal.
Despues de haber bebido de nuevo, Liborio tomó un velon reluciente como el oro, y subió la escalerilla del piso principal, tropezando á cada escalon en ambas paredes y amenizando la subida con numerosas y picantes interjecciones.alabras temblorosas, sirviebido mas que lo que le permiten sus fuerzas.
Un cuarto de hora despues las dos mujeres, creyendo ver fantasmas en su propia sombra, subieron de puntillas la escalera.
Liborio completamente vestido roncaba como un liron, tendido sobre el lecho nupcial.
Siempre de puntillas bajaron entonces á la salita, y cerrando cuidadosamente la puerta se abrazaron, llorando como dos palomas heridas por el mismo dardo.
-Hija, balbuceó la güelica, vamos antes de recogernos á rezar el escapulario á la Virgen del Cármen para que nos ilumine, porque tengo para mí, pobre pecadora, que voy á perder la cabeza antes de muchas horas.
Y la güelica sacó de su arcon un pedacito del cirio que habia llevado á la parroquia el Jueves Santo, y colocándole en un antiguo candelabro de bronce, heredado de padres á hijos y que no salia mas que cuando daban el Viático en la familia, le encendió con la mayor devocion ante una polvorosa estampa de la Vírgen del cármen que Liborio le habia traido, siendo niño, de la Fregeneda, y se puso á rezar el escapulario con esa fe que todo lo ensalza y todo lo santifica.
Rosalba equivocaba el rezo á cada palabra, empezando dos ó tres veces el mismo Pater noster.
A pesar de la escitacion de su espíritu la güelica empezó a bostezar y á dar cabezadas atacada de una fuerte somnolencia.
Abuela, dijo Rosalba, procurando sofocar la emocion que agitaba sus encendidos labios: váyase vuesa merced á la cama, que harto cansada estará de llorar y cavilar todo el dia.
La güelica, que rara vez se dejaba tentar del sueño, comprendió y con razon que aquel adormecimiento era el efecto del antehistérico[1], y á fin de pasar la noche sin penas ni fatigas tomó de nuevo la medicina y se acostó, recomendando á Rosalba que estuviese con cuidado para despertarla de madrugada, cuidando tambien de apagar el cirio para que no ocurriese una desgracia.
Rosalba se arrodilló de nuevo ante la imágen de la Vírgen, y sus labios se movian acompasadamente como si rezase; pero su espíritu se perdia en las mas terribles y sombrías alucinaciones.


Luego que vió a la güelica profundamente dormida, Rosalba se levantó encendida y calenturienta como una febricitante, y se arrodilló silenciosamente al pie de su lecho, besando repetidas veces la orla de la sobrecama y llevándose las dos manos al corazon, que parecia salírsele del pecho.
Luego se dirigió á la cuna donde las dos niñas dormian tranquilas y risueñas como dos ángeles.
Rosalba se arrodilló tambien al pie de la cuna, y estendiendo las manos sobre las rubias cabecitas murmuró algunas palabras con voz imperceptible, dejando correr sus lágrimas hasta entonces trabajosamente comprimidas.
Aquella despedida parecia ser para Rosalba la mas dolorosa prueba. La desgraciada jóven, agitada por una terrible convulsion, se mordia los labios, se mesaba los cabellos y estendía de nuevo sus manos sobre la cuna como si le faltara el valor.
Liborio roncaba tranquilamente sobre su lecho, soñando tal vez con la dicha que le brindaba de nuevo su dorada copa.
Segura ya de que su dichoso burlador no podia oirla, Rosalba furiosa como un tigre, animada únicamente por el deseo de lavar en la sangre del seductor las repetidas infamias con que habia pagado su cariño, se lanzó trémula y delirante hácia la alcoba, sin cuidarse siquiera de cerrar la puerta de la saleta, que habia dejado abierta de par en par.
A la mañana siguiente la güelica que á despecho de la accion calmante del antehistérico, se despertaba siempre con el alba, vió con espanto que la cama de Rosalba permanecia intacta, y que la moza se habia ya cansado de dar vueltas por la casa y por el corral sin que le fuera posible dar con ella.
Aunque segura de que Rosalba no se hubiera atrevido en manera alguna á traspasar los umbrales de la habitacion de su hijo, y mucho menos en tales dias, la pobre madre subió la escalerilla nublados los ojos y agitado el corazon por un doloroso presentimiento.
Al llegar á la puerta de la sala que encontró abierta de par en par, la güelica percibió distintamente un tristísimo y prolongado gemido.
Pálida y aterrada la pobre anciana, ganó de un salto la puerta de la alcoba, lanzando un grito desgarrador que resonó con la velocidad del rayo en las solitarias calles de la aldea.
Liborio yacia sobre su lecho bárbaramente degollado, y Rosalba herida mortalmente en el cuello, luchaba revolcándose en un rio de sangre con las convulsiones de la agonía.
En el momento supremo, su debilidad de mujer la habia hecho traicion, la mano habia vacilado, y aunque muy pocos le quedaban todavía algunos instantes de vida.
La desventurada güelica supo entonces de boca de la moribunda que Liborio era el infame seductor que habia envenenado la vida de aquella desgraciada, y abrazándose con delirio al mutilado cadáver de su hijo, tornaba todavía los ojos hácia la infeliz que desconfiando de la justicia de Dios, habia ejercido por sí misma tan horrible venganza.
Cuando los vecinos atraidos por los gritos de la desconsolada madre, lograron penetrar en la estancia, Rosalba habia espirado ya, rogando encarecidamente á los que la escuchaban que hiciesen colocar su cadáver a lado de su víctima” .
FIN
La historia, como tantas otras de aquellos años en las Arribes salmantinas, tiene un final de muerte y de tragedia. Matilde Cherner, gran inspiradora de esta novela corta, sino su escritora, desconociendo su propio final, anticipa su propio suicidio, y también por amor.
¿Se trata de una autobiografía del desamor de Matilde Cherner? 




[1] Preparado medicinal similar a los tranquilizantes actuales.


[1] Una nueva faceta de la superstición popular en nuestros pueblos de Las Arribes.

martes, 26 de mayo de 2015

LA VENGANZA- parte IV- Un cuento de Contrabandistas de LAS ARRIBES DEL DUERO

IV
“Todos duermen, corazon,
Todos duermen y vos non”
(CANCIONERO GENERAL)

La Verde, salto de Aldeadávila en 1924. Excursión de las alumnas de la Escuela de La Zarza de Pumareda. Duente: Zarzadepumareda.es- El Baúl de fotos antiguas. 

Durante los primeros dias de la llegada de Liborio, la posicion de Rosalba era de las mas difíciles y peligrosas para una mujer de veintidos años, y una mujer que como nuestra heroína no habia conocido nunca freno á sus violentas é indomables pasiones.
Seguro estaba Liborio de que aquella mujer no era otra que la misma Rosalba, Rosalba enamorada como nunca, con sus encendidos labios, con sus negras pupilas en cuya voluptuosa languidez se revelaba todo un mundo de sentimiento.
Segura estaba tambien Rosalba de que los ojos de Liborio estaban casi siempre fijos distraidamente en los suyos y sin embargo cinco dias habian pasado ya y ni una sola palabra se habia cruzado entre los que según la prediccion de los familiares debian unirse para siempre con indisoluble lazo.
Por fin, María vió con alegría que su Liborio empezaba á cambiar algunas frases con la muchacha, y como el trato engendra cariño, y que Rosalba al decir de la vieja “era buena como el buen pan”, á los pocos dias, la güelica y los dos jóvenes hacian ya conversacion comun aunque observando siempre ambos la mas prudente y estudiada reserva.
Pero á medida que los dias pasaban, Rosalba aunque al parecer contenta y encariñada visiblemente con las niñas, se iba tornando ligeramente pálida y sus hermosos ojos estaban casi siempre fijos en las tostadas y atrevidas facciones de Liborio.
Aprovechándose de las cortas ausencias de la güelica los dos jóvenes habian espontáneamente reanudado sus relaciones amorosas, y Rosalba sencilla é inocente como todos los corazones enamorados, olvidándose por completo de las ofensas de otros dias, llegó á creer de buena fe que apenas las campanas del lugar doblasen para el cabo de año de María la Blanca, tocarían á boda para que según la prediccion de los familiares ocupase la silla que habia dejado vacante la malograda esposa.
¡ Infeliz de la hija que ve ponerse el sol á los veinte años sin que vele su casto lecho la sombra protectora de una madre ¡ Infeliz de la que no ha visto nunca contrariados sus caprichos, y que como la azucena silvestre que brota en las veredas de los campos, , abre sus pétalos á los besis del céfiro y á las caricias de la olvidadiza mariposa ¡
Liborio temiendo siempre que el entusiasmo de Rosalba concluyese por hacerle traicion dejando traslucir en la aldea su misterioso amor, no cesaba de recomendarla el secreto mas absoluto hasta que llegase la hora, pues según decia: “la güelica habia jurado de antemano un odio eterno á la que se atreviese á llamarse madre de sus inocentes y hermosas nietecitas.
-         ¡ Bah ¡ contestaba siempre Rosalba con una coquetería encantadora: ¡ Tu madre ¡ ¡ Tu madre, Liborio, que me quiere como á las niñas de sus ojos ¡
Pero Liborio balbuceaba algun otro suterfugio aun mas desprovisto de sentido que el anterior y concluia por arrugar el entrecejo, fijando en la atribulada jóven sus profundas y amenazadoras miradas.
Y Rosalba devorada por aquel amor que herbia dentro del pecho como un inmenso cráter, pasábase las noches enteras sin dormir, llorando y suspirando con gran asombro de la güelica que pugnaba en vano por arrancarla su peligroso secreto.
Aunque preocupada por la idea que subyugaba su alma, Rosalba empezó á notar que la güelica se pasaba tambien las noches sin cerrar los ojos, y que su semblante espresaba de vez en cuando una punzante y dolorosa inquietud.
“ –Abuela, dijo cariñosamente Rosalba una de las muchas noches en que la pobre mujer tosia con mas frecuencia que de costumbre, ¿qué penas son las que le quitan el sueño á vuesa merced?
-         ¡Penas! Respondió tristemente la güelica, si las penas son las que desvelan á las criaturas, muchas son, hija mia, las que te atormentan el corazon.
-         ¿A mí? Esclamó Rosalba fingiendo serenidad á favor de las tinieblas.
-         Sí, hija mia, porque hace ya mas de dos meses que te siento pasar las noches en vilo, y hasta juraria que mas de cuatro veces te oigo llorar y suspirar, que parece como que me partes el alma.
Rosalba sintió que su frente se cubria de una nube de fuego, y haciendo un esfuerzo sobre sí misma murmuró con voz entrecortada:
-         “Sueños…sueños…que!
-         Bien hija mia…bien…yo no pretendo obligarte ahora á que me reveles la pena que te desvela, que cuando tú me la callas sabiendo lo que te quiero…pero no puedo ocultarte ya por mas tiempo esta zozobra que me roe el corazon como una culebra…El enemigo malo está conmigo.
-         “¡Abuela! balbuceó Rosalba estendiendo su mano hasta encontrar la de la güelica…hable vuesa merced que parece ya como que no se me llega la ropa al cuerpo.
¡ Sí, hija mía! En medio de todos los traspieses de la mocedad, y á pesar de que la vida del contrabando apaga todos los recuerdos de la casa, Liborio habia conservado vivo el cariño  hácia la pobre güelica; pues bien, hace ya muchos días que mi hijo se ha tornado para conmigo brusco, reservado y … qué sé yo, hasta se me figura que huye de mí como si estuviese fraguando alguna trama diabólica,… el otro dia le hablaba yo de lo mucho que quieres á mis pobres nietecitas, y de la vuelta que has dado á la casa, y despues de contestarme una ó dos palabras estraidas de esas que no dicen ni sí ni no, se quedó callado por mas de un cuarto de hora, y parecia que las niñas de los ojos se le tornaban hácia adentro, como dice el señor cura de Aldea Dávila que se les tornaban á los monederos falsos … ¡ay Rosalba! Y qué bien te decía yo esta mañana cuando se rompió el espejillo de María la Blanca, que alguna desgracia nos anda rondando muy de cerca[1].
-         “Pero abuela, respondió Rosalba vivamente afectada, yo no veo que porque Liborio ande pensativo, haya de sucederle á vuestra merced ninguna desgracia”.
Y Rosalba impresionada con la idea de que la preocupacion de Liborio provenia únicamente de su amor, pasó una gran parte de la noche consolando y animando á la afligida anciana, y concluyó por dormirse tranquilamente soñando con verse ya en posesion de la codiciada silla de María la Blanca que le habian pronosticado los familiares.
A pesar de la dulce influencia que ejercian en su ánimo las cariñosas palabras de Rosalba, la güelica continuó suspirando hasta el nuevo dia, segura de que la reserva de su hijo encerraba para ella una dolorosa significacion.
Para que la alucinacion de Rosalba fuese completa, Liborio al parecer cada vez mas enamorado, salió para la Fregeneda á donde según decia iban á concertarse algunas cuadrillas, prometiéndola traerle á su vuelta un alegre y abigarrado traje de indiana portuguesa.
El galan volvió en efecto trayendo cargado el macho con un enorme fardo de indianas, cuties y muselinas inglesas de contrabando,[1] con gran alborozo de Rosalba que veia en aquellas compras los aprestos para la boda.
La güelica que leía con ojos de madre en el corazon de su hijo, no veía las indianas, ni los cutíes sino aquella mirada sombría que esquivaba la suya, y en cuyo profundo rayo creia vislumbrar la pobre anciana fatídicos pronósticos.
A la mañana siguiente muy temprano Liborio montó de nuevo en el macho llevándose con gran asombro de su madre las mejores telas y encargándoles que le aguardasen porque volveria tarde.
La güelica aunque desconcertada por aquel aspecto glacial abrazó á su hijo y se asomó á la puerta para verle partir.
Cuando el ginete y el caballo desaparecieron al traves de los olivares, la pobre mujer envió a Rosalba al campo con las niñas y comenzó á llorar silenciosamente oculta en el fondo de la cocina.
Rosalba llevaba de la mano á María que era la mayorcita, estrechando contra su pecho á la menor que amamantaba cuidadosamente con la cabra.
Segura de que Liborio se habia llevado las indianas para que le hiciesen las vistas[1], la enamorada jóven atravesaba los olivares cantando alegremente como la alhondra y sintiendo ya escrúpulos de conciencia por no haber revelado todavía su secreto á la pobre güelica que la queria como á las niñas de sus ojos.
Al volver á casa Rosalba encontró á la pobre mujer llorando amargamente y mesándose los cabellos con el mayor desconsuelo.
-         ¡Hija de mi alma! Esclamó abarcando con sus delgados brazos á Rosalba y á las dos nietecitas, ¿no te decia yo que el enemigo malo estaba conmigo? ¡Dios mío! ¡Qué será de mi!
Rosalba atemorizada no acertaba á preguntarla la causa de aquella desesperacion.
-         ¡Se casa! ¡se casa! Esclamaba la güelica sollozando, y se casa con una hiena, con una infame que matará mis nietecitas á mano airada…¡ay! ¿por qué el Señor no me habrá llevado á mí en lugar de María?
-         ¡Se casa! Repitió Rosalba estrechando convulsivamente las manos de la desconsolada madre: ¿y quién se casa?
-         ¡Mi hijo! ¡mi Liborio! respondió la güelica con voz entrecortada, y se casa con la mujer mas feroz y desalmada que se encuentra en veinte leguas á la redonda. ¡Ah! El espejillo, el espejillo de María la Blanca. ¡Pobre María!
Rosalba exhaló un ligero grito y se llevó las manos al corazon como si se sintiera herida de muerte.
Luego se pasó la mano por la frente cubierta de sudor, y reponiéndose al instante de su sorpresa, rogó cariñosamente á la güelica la refiriese todos los pormenores de aquel misterioso drama.
Entonces supo de boca de la infeliz Maria, que el señor cura se le habia presentado pocos momentos antes para notificarla que su hijo iba dentro de dos dias á casarse con una buena moza muy conocida en la Fregeneda, y que tenia órden del mismo Liborio para recomendarla que buscase donde vivir, porque la moza era mujer lo mismo para un barrido que para un fregado y que le estorbaban las moscas.
Rosalba miró á la güelica como quien ve visiones.
¡Pero no es eso solo hija de mi alma! Añadió la pobre anciana dejando caer la cabeza sobre el pecho de Rosalba, sino que el infame ha tenido valor para decir al señor cura que es preciso que yo lo ignore hasta pasado mañana, y que tiemble por su sotana, si esta noche le decimos á su vuelta una sola palabra.
Rosalba quiso hablar, pero la cólera sofocó la voz en su garganta, y estrechando convulsivamente las manos de la güelica lanzó un rugido espantoso que hizo temblar sobre sus cimientos las débiles paredes del caserío.

Picón del Tío Felipe y Salto del Gitano en 1906

* Puedes leer las partes anteriores del CUENTO: "LA VENGANZA":







[1] Nota de la autora:“Vistas”: los trajes que el novio envia á su futura la víspera de la boda”.



[1] “Muselina”:tela de algodón, seda, lana, étc.fina y poco tupida. Diccionario RAE.
“Cutí”: tela de lienzo rayado o con otros dibujos que se usa comúnmente para cubiertas de colchones. Idem, RAE.
“Indiana”: tela de lino o algodón, o mezcla de uno y otro, pintada por un solo lado. RAE.



[1] La anciana “María la güelica” muestra aquí una profunda superstición, muy acendrada en aquellos años de la primera mitad del s.XIX.

sábado, 16 de mayo de 2015

La VENGANZA- parte III. Un cuento sobre contrabandistas

Matilde Cherner y Hernández, escritora pionera, feminista y republicana. Trató temas prohibidos en su época como la liberación de la mujer, y la prostitución.


III
“Y cada vez mas punzante
Y cada vez mas nutrido,
Este fuego derretido
Que hace sus sienes latir;
Volcánico torbellino
En su cerebro fomenta
Preludio de la tormenta
Que ya comienza á rugir” (J. Cuesta)

Al despertarse de su profundo sueño, la cirujana vió al lado de su cama á Rosalba, que pálida y temblorosa aguardaba con ansiedad á que la Sibila le comunicase todas las circunstancias de su sino.
La cirujana se incorporó en su lecho, movió tres ó cuatro veces la cabeza con ademan solemne, y fijó sobre su hija una mirada fascinadora.
El aspecto de aquella mujer era en verdad capaz de estraviar imaginaciones menos impresionables que la de Rosalba.
Su camisa holgada y blanca como la nieve (como que la cirujana era la que tenia fama en el pueblo de lavar mejor sus trapitos), dejaba descubierto su cuello formado por gruesos nervios cubiertos de una piel rugosa y sus brazos secos y descarnados como los de la misma muerte.
Sus manos eran blancas, delgadas y coronadas por uñas negras y encorvadas como las de los murciélagos, y su rostro pálido y apergaminado, sus sienes hundidas y sus ojos de un color indefinible, que brillaban en el fondo de sus órbitas con un fulgor siniestro, le daban todo el aspecto de una de esas megueras que vemos tan hábilmente bosquejadas en los cuentos fantásticos engendrados por las nieblas del Rhin y del Escalda.
-         “¡Hija mia ¡ le dijo, apartando con ambas manos sus cabellos grises y erizados, como si quisiese apartar las nieblas que la separaban del mundo de los espíritus: ¡dichosa la hora en que mis labios te aconsejaron olvidarte de la venganza, que es hija del demonio, para tornar al cariño, y á la vida del perdon, que es la única buena del Señor!.
“Pues Rosalba, yo vide una rosa encendida que se alzaba en el huerto de Liborio, derecha como un pino y vanidosa como un laurel que se alza enmedio de los sembrados para librarlos del rayo y de la centella; y vide dos palomicas blancas, blancas como los campos de la nieve, que revolaban ende la rosa, y un pájaro muy galan que cobijaba con sus alas á la rosa y á las palomicas, y las campanas del lugar que tocaban á boda, y que decian con sus lengüecillas de metal:

“Las aves, fuentes y flores
La dan dulce parabien,
¡Corred! ¡Corred!
Aves, estrellas, hablad,
¡Volad! ¡Volad!
Astros y plantas, venid,
¡Decid! ¡Decid!
¡Rosa! ¡Rosa!
¡Galana y hermosa! “



ADELA: Tamborilero de la Ribera (ALDEADÁVILA) en 1968
Rosalba bajó los ojos ruborizada.
En seguida los levantó de nuevo, fijándolos en su madrastra con una especie de miedo.
La vieja la contemplaba impasible y silenciosa como una momia, y su frente amarilla y cubierta de profundas arrugas paraecia inspirada por un reflejo sobrenatural.
¡Hija mia! Añadió, cruzando las manos sobre el pecho á la manera oriental: todo lo sabes ya, voy ahora mismo á oir una misa á la parroquia para que Dios me ilumine acerca del camino que hemos de seguir para que se logre lo que deseamos; pero no puedes venir conmigo á la iglesia, porque para que todo se haga como está escrito, es preciso que en tanto que yo rezo la estacion en cruz al divino Señor, enciendas una candelilla á la gloriosa Santa Elena, y le pidas de veras que así como ella encontró la cruz que estaba oculta en las entrañas de la tierra, encontremos nosotros lo que buscamos.
Y la cirujana se vistió su basquiña negra y su jubon de anascote con la ligereza de una jóven de veinte años, se arregló en un santiamen sus escasos cabellos, y sin atender á las cariñosas exhortaciones de Rosalba, se marchó en ayunas para que, segun decia, fuesen meritorias las oraciones.
Rosalba, trémula y preocupada con la revelacion que en su credulidad tomaba por un oráculo divino, encendió la candelilla, y se arrodilló ante una robusta y pintarrajeada imágen de Santa Elena, que la cirujana habia devotamente pegado á la pared con cuatro pedacitos de pan mascado, rogándola de todo corazon que la iluminase en aquella inesperada y peligrosa tentacion.
La cirujana en tanto almorzaba en el estanco con el fiel de fechos, al que encargó muy particularmente que no dejase de pasarse por su choza á boca de noche, acompañado de dos ó tres amigos de su confianza.

Al volver á su casa un tanto iluminada por el sabroso jugo de las cepas del pais, se encerró en su cuarto para pedir por última vez consejo á los familiares, encargando á Rosalba que redoblase sus oraciones, porque se acercaba la hora.
Un cuarto de hora despues llamó cariñosamente á su hija, con la que permaneció mas de una hora en misteriosa conferencia, revelándole al traves de mil preámbulos y artificiosas alumbraciones los medios que habia de emplear para reconquistar la silla que María-la-blanca habia dejado vacante.
Rosalba consintió en todo, repitiéndose una por una cuantas palabras le dictaba la vieja: pero su pensamiento se extraviaba, y sus manos parecian agitadas por una especie de vértigo.
A boca de noche Rosalba otorgó en favor de la cirujana una donacion completa de todos sus bienes, estendida por el escribano y autorizada por el fiel de fechos y sus dos amigos de confianza.
La cirujana por su parte se comprometia á mantener á la muchacha todo el tiempo que permaneciese moza[1] y habitando bajo el honrado techo de su madrastra.
A la mañana siguiente Rosalba montó al amanecer en la yegua, y se encaminó á la Fregeneda, acompañada del mísmisimo fiel de fechos, que se habia ofrecido gratuitamente á servirla de espolista.
A pesar de encontrarse completamente equipada, la muchacha iba vestida con un pobre traje de indiana desteñido y apiezadoya por todas partes, llevando únicamente en un saquito de lienzo una muda de ropa blanca.
Sus hermosos cabellos descuidadamente peinados asomaban en desórden bajo su pañuelo de algodon oscuro, trazando desiguales y caprichosas ondas sobre su frente morena, pálida y ardiente como la de los árabes del desierto.
Al llegar á la Fregeneda Rosalba entregó al fiel de fechos la yegua, con la que se volvió al pueblo el caballero, y emprendió sola y á pie el camino del pueblo de Liborio, que distaba solo dos ó tres horas de la Fregeneda, y al que llegó la pobre jóven antes que cerrase la noche.
La posadera, que era la misma que en otro tiempo le habia noticiado la boda, le refirió entonces que el contrabandista no tenia pizca de ley á la casa, y que á pesar de habérsele noticiado la muerte de su mujer, no habia vuelto aun de su espedicion á portugal, quedándose las dos niñas al cuidado de su anciana madre, conocida en todos aquellos contornos por la tia María la güelica.[2]
Rosalba respiró: la cirujana le habia repetido una y cien veces que los familiares habian visto á Liborio en Portugal, y que podria ganarse muy fácilmente la voluntad de la tia María la güelica, que era una santa mujer.


Animada por aquella nueva, la pobre muchacha se encaminó decididamente á la casa de Liborio, cuya puerta estaba todavía abierta de par en par.
En el dintel veíanse sentadas dos muchachas del lugar que, recogida ya la rueca, departian alegremente acerca de cuál era el mejor mozo entre los carabineros que estaban de destacamento en la Fregeneda, dirigiendo de vez en cuando la palabra á la tia María, que desde la muerte de su nuera se pasaba los dias y las noches hundida allá en el fondo de la cocina.
Rosalba se colocó á uno de los lados de la puerta, demandando una limosna con voz acompasada y temblorosa.
-         “¡ Abuela ! gritó una de las mozuelas, asomando hácia dentro la cabeza; salga vuesa merced, que aquí hay una moza que pide una limosna.
La tia María se asomó entonces á la puerta, examinando á la mendiga con la curiosidad de todas las viejas de lugar.
Rosalba se acercó á la güelica, dejando descubierto su hermoso semblante y repitiendo su demanda con voz entrecortada y apenas perceptible.
- ¡Hija de mi alma! Dijo María, contemplándola con la mayor admiracion: “¿es posible que tan jóven y tan galana vengas por estos campos de Dios pidiendo una limosna como una pobretona de á tres al cuarto?
- “Señora, respondió Rosalba con una voz, cuya dulzura cautivaba las voluntades mas egoistas: no es una limosna la que necesito ahora, porque no tengo hambre ya, es un abrigo donde pasar la noche.”
-“¡ Pobre muchacha ! “ esclamó la güelica con el acento de la mas sencilla compasion: “luego no conoces aquí á nadie? “
- “A nadie señora; soy huérfana y sola, y vengo buscando un amo que me liberte de los feroces tratamientos de mi madrastra.”
- ¡ Madrastra ¡ replicó María enfurecida á la sola idea de que sus inocentes nietecitas se viesen algun dia maltratadas por otra mujer. “ ¡Tienes madrastra! Pues no me digas ya mas, hija de mi alma, y éntrate aquí al amor de la limbre; que solo en pensar que mis pobres criaturas se han quedado sin madre al venir al
mundo, y que yo voy cumpliendo ya los sesenta, parece que me tiemblan las carnes.”
Y María la güelica que, como habia dicho la cirujana, era una santa mujer, cediendo á los impulsos de su generoso corazon, ofreció desde luego á Rosalba la mas generosa hospitalidad, creyendo de buena fe que la cara es el espejo del alma, y aquella mujer era demasiado hermosa para ser capaz de engañarla en lo mas mínimo.
Y en verdad que no se equivocaba mucho en sus cálculos, pues cediendo á la confianza que le inspiraba la bondadosa anciana, que en pocos momentos la habia enterado de todos los pormenores y circustancias de la casa, Rosalba le refirió á su vez todos los accidentes de su vida, ocultándola únicamente el nombre de Liborio y acusando á su madrastra de ser la única causa de su salida de la casa paterna.
Pero Rosalba no sentía sin embargo al hacer aquella acusacion escrúpulo alguno de conciencia, pues la misma cirujana, que era de los que profesan el axioma de dame pan y llámame tonto, la había autorizado para que si la convenia, le quitase el pellejo.
La casa de la tia María la güelica, sin ser buena ni medio buena siquiera, era sin embargo bastante capaz para una familia numerosa y por lo mismo sobradamente grande para la que la habitaba entonces.
Despues de un portal grande, limpio y bastante destartalado que hacia ordinariamente de pieza de labor, y en el que se veian colocados simétricamente algunos taburetes de blanco pino, estaba la cocina, grande tambien, guarnecida de largos vasales cubiertos de reluciente vajilla de loza portuguesa, y desde la que se salía al corral, donde anidaban con una paz octaviana toda especie de aves, unos cuantos conejos y una cabra.
En la cocina habia un cuarto oscuro y tenebroso donde dormia la moza, que era ni mas ni menos que la mizuela que hacia el panegírico de los carabineros de la Fregeneda.
A los lados del hogar estendíanse los tradicionales escaños y algunos banquillos sin respaldo de los que usan comunmente las hilanderas.
Dos puertas habia en el portal, ambas á la derecha: la primera era la de la sala baja con reja á la calle, y en cuya alcoba dormia la güelica con sus dos nietecillas.
La segunda era la de la escalera, que subia al piso principal, escalera estrecha, oscura y empinada, que se abria en una salita con ventana, á la seguia un gran número de habitaciones interiores que habian estado siempre deshabitadas. En la alcoba de la salita, que era la que habian ocupado siempre los esposos, se veía una cama de pino, una mesita de la misma madera, sobre la que  se alzaba triste y solitaria una Dolorosa de yeso y algunos cofres que constituian la dote de María-la-blanca, y que hacian al mismo tiempo el oficio de asientos.
Desde la muerte de María-la-blanca, la güelica, que amaba á su nuera como á su nuera como á las niñas de sus ojos, no habia vuelto á subir la escalera, ni á asomarse á la reja ni apenas á la puerta de la calle, pasándose, como hemos dicho, los dias enteros en el escaño de la cocina, á donde trasladaba por la mañana la cuna para cuidar mejor de los dos ángeles que Dios habia colocado bajo su amparo.
A pesar de ser aquel pais eminante agrícola, nada revelaba en aquella casa al labrador que vive del producto de los campos. Liborio, dedicado ciegamente al peligroso tráfico del contrabando, habia vendido por completo todos los aperos de labranza.
Al ver la tosca y pobre cuna donde dormían las dos hermosas niñas, Rosalba tendió instintivamente los brazos hácia ellas, dejando correr por sus mejillas una hermosa lágrima de compasion.
María la güelica vió aquella lágrima, y tendió á su vez los brazos hacia Rosalba.
-         ¡Hija! Esclamó con todo el entusiasmo de un corazon inocente y apasionado; no sé por qué me parece que acabo de encontrar en ti á la santa que nos ha dejado por otro mundo mejor…¡ no te irás, no!... Tú tienes el corazon tan hermoso
-         Como tu rostro, y puesto que buscas una casa donde servir, aquí te quedarás conmigo para alegrar mi tristeza: que mi Liborio al cabo y á la postre es una cabeza un poco ligera, pero que nunca se ha mezclado para nada en los asuntos de la casa.
Rosalba por toda respuesta inclinó la cabeza sobre la cuna, y empezó á llorar amargamente.
Los pronósticos de la cirujana se cumplían de una manera fabulosa, y sin embargo la pobre jóven temblaba como una tercianaria: ¿era ella en realidad merecedora del cariño que desde luego le habia manifestado aquella escelente mujer? ¿era un bien ó un mal el que se le presentase tan propicia la suerte? La infeliz no sabia en aquel momento lo que temia ni lo que deseaba; pero su corazon se oprimia de una manera horrible, como si presintiese que veria un dia cortadas en flor todas sus risueñas y quiméricas esperanzas.
María hizo dormir á su lado á Rosalba en un jergon, prodigándola los mas tiernos y cariñosos cuidados; pero la pobre aventurera no pudo cerrar los ojos en toda la noche, exhalando de vez en cuando un tembloroso y ligero grito.
Parecíale que la sombra de María-la-blanca se proyectaba impasible sobre la cuna de sus hijas, fijando sobre ella sus grandes y amenazadoras pupilas.
Pero la costumbre es para el hombre una segunda naturaleza, y Rosalba mimada y acariciada por la tia María, que veia el sol por sus espaldas, se acostumbró á vestir las niñas y á subir y bajar la escalerilla del piso principal, sin que sus nervios se resintiesen, durmiendo tranquilamente sin que turbasen su sueño visiones ni pesadillas.
Rosalba desplegaba tal habilidad para el gobierno, que no solo la güelica sino todas las vecinas confesaban á una voz que la casa habia ganado un ciento por ciento, y que Liborio, informado ya por las cartas que le dirigia cada quince dias el Señor maestro por órden de su madre, no podría menos de levantarle á su vuelta un altar en la cocina y otro en la sala.
Dos meses hacia ya que Rosalba vivia tranquilamente al lado de María, y uno y medio que la cirujana habia dado su blanca mano al fiel de fechos, cuando una tarde se agolparon repentinamente á la puerta de la casa todos los muchachos del lugar, gritando con mayor algazara:
- ¡ Que viene ¡ ¡que viene ¡
-¿ Quién? Preguntó Rosalba mudando de color.
- ¿Quién ha de ser? Preguntó la güelica, levantando los brazos hácia Rosalba y llorando de alegría: ¡ mi hijo ¡ ¡mi hijo ¡
Y la pobre mujer salió corriendo á recibir á su hijo, que en aquel momento traspasaba ya los umbrales, recibiéndola cariñosamente en sus robustos brazos.
El tráfico, que habia secado en el corazon de aquel hombre hasta los sentimientos mas delicados, habia sin embargo respetado uno que existia vivo y palpitante como en los mas hermosos días de la infancia: el amor filial.
Al ver á Liborio con su gracioso traje de contrabandista y cien veces mas gallardo que en la época de su desgraciado amor, Rosalba no pudo contener un ligero grito, haciendo al mismo tiempo un rápido movimiento para huir.
Liborio, que aun no habia fijado en ella los ojos, palideció como si se hubiese encontrado frente á frente con un fantasma.
- ¿No es verdad que es una alhaja la chica, esclamó María, reteniendo por el brazo á Rosalba y presentándosela á su hijo; pero ¡ ya se vé ¡ ¡ si es una criatura que tiene miedo á las palomas!...Y luego tú, que vienes así con esas barbas y ese trabuco y…vamos, vamos, hija, añadió, golpeándola cariñosamente en el hombro; á cenar, y no te aflijas por nada, que aunque así de buenas á primeras, como quien ve visiones, mañana será otro dia, y verás como mi Liborio no será capaz de darte un sentimiento por el oro del moro.
Y María la güelica arrastró á su hijo hasta la cuna, donde dormian las niñas, cubriéndolas de besos y refiriéndole aunque en pocas palabras la dolorosa historia de María la Blanca.[1]
Liborio cada vez mas sombrío estampó un beso sobre cada una de las dos, cenó silenciosamente, y se retiró á su cuarto, fijando de una manera estraña sus negros y atrevidos ojos sobre Rosalba, que pálida y temblorosa no acertaba tampoco á pronunciar una palabra.
María la güelica creyó de buena fe que la preocupacion de Liborio provenía sencillamente del recuerdo de su mujer, y se durmió soñando con que despues que se le pasase aquella idea, su hijo concluiria por querer á Rosalba casi tanto como ella y levantarla, como decian las comadres, un altar en la sala y otro en la cocina.
En la misma frontera, pero ya "civilizada", salto de Aldeadávila, años de 1960.



[1] El personaje de “María la Blanca, tiene para Robustiana Armiño y Matilde Cherner un papel muy secundario en la trama del cuento, sólo así se explica que Liborio, su esposo no supiera nada del fallecimiento de su mujer.


[1] Nota de la autora: Moza: en los pueblos, sinónimo de soltera”.
[2] Nota de la autora: “Güelica, diminutivo de abuela”.