Toda la tarde con el run-run del mulo dando vueltas a la trilla, y sentados en la tabla.
Lo que más nos gustaba era el cariño que sentíamos por el animal -por Dios, qué horror las palabras bestias de carga para unos animales así-, las canciones de los adultos, y sobre todo hacernos las mayores, tratando de entender sus conversaciones.
Luego llegarían las trilladoras semi-automáticas, su ruido eterno -salvo cuando se atascaban- y se perdió la magia, nos hicimos adolescentes.
Fuente: Villarino.es
Lo que más nos gustaba era el cariño que sentíamos por el animal -por Dios, qué horror las palabras bestias de carga para unos animales así-, las canciones de los adultos, y sobre todo hacernos las mayores, tratando de entender sus conversaciones.
Luego llegarían las trilladoras semi-automáticas, su ruido eterno -salvo cuando se atascaban- y se perdió la magia, nos hicimos adolescentes.
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