Cine en las Arribes del Duero

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Doctor Zhivago, La Cabina, Del Pirineo al Duero...

Mapa de La Ribera del Duero en 1641, durante la invasión portuguesa

Cascada del Remolino. ARRIBES DEL DUERO
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lunes, 7 de septiembre de 2015

El TÍO ALEJO: compositor de tonadas

En Aldeadávila de la Ribera, como en todos los pueblos de esta verde comarca, LA RIBERA DEL DUERO, existían tipos humanos, los llamados "Tío", para todas las facetas de la vida. 
Seres humanos muy sensibles, apegados a la tierra y la vida, que habían desarrollado un modo de vida peculiar, y que ante cualquier revés de la vida, siempre tenían un dicho, un refrán, o una tonada con la que arreglarse la vida, y su fácil conformar. Eran ante todo personas sencillas, sin grandes complicaciones, como las duras peñas,  formadas en las tradiciones de estas difíciles tierras. 


La trilla en las eras de Abajo de Aldeadávila. Publicada en el calendario de las Fiestas del año 2001

Uno de ellos era

"el "Tío ALEJO", quien a principios del siglo XX, ya octogenario y cojo dirigía danzas y componía tonadas, como áquella en la que él mismo se retrataba y decía así:


"El tamborilero Manuel el Pulsos", de fecha discutida, finales de los años 60 según me comentan. 
En el acordeón está César (el pajarino), el tamborilero es el Tío Manuel el Pulsos, también aparecen Miguel -el Pirichico-, Saturnina, Pepita,...

El primero es el TÍO ALEJO,
con los calzones caídos,
el sombrero a medio lado,
y el bigote retorcido.

¡Hala que te quitas,
y hala que te pones,
a la ventanita,
ramito de flores.

A la palomita,
cuando va volando,
debajo del ala,
lleva contrabando".

Completa esta entrada "Vene Sagratus" con los recuerdos de su juventud en Aldeadávila de la Ribera, recuerdos de "Salva", el hijo pequeño de Dolores "la Eda", quien a su vez las aprendió de su padre...


Todas estas coplas se componían y cantaban durante la siega... En estas coplas, a las que también se ponía música, y servían como himno de la cuadrilla de ese año, era frecuente ir enumerando, tanto a segadores como atadoras, indicando alguna de sus cualidades, bien ensalzando su trabajo, o incidiendo en detalles grotescos. Muchas veces, comenzaban indicando el lugar que ocupaban en la cuadrilla, que normalmente estaba en relación con los años que llevaban yendo a la siega.

"El Dionisio el mayoral,
entre todos lo acordaron
porque no engorraba el tiempo
en hablar ni echar cigarros".
O para el que iba en medio:
"El tío Kiko el Toledán,
empujando a los de alante
y llamando a los de atrás"




En Urrós


En Aldeadávila de la Ribera



 En Lumbrales

y estas dos últimas en Aldeadávila de la Ribera:





Tomado del libro: ""Mi tierra LAS ARRIBES DEL DUERO. Mi pueblo: ALDEADÁVILA DE LA RIBERA. Recuerdos de mi niñez", por EUSEBIO LEDESMA MIEZA.

Publicado por el Excmo Ayto de ALDEADÁVILA DE LA RIBERA en 2010. Depósito legal: M-20584-2010.

sábado, 1 de agosto de 2015

Brain-storming

Antes de fallecer Franco, en los primeros años 70, creo que hacia 1970, comenzaron inesperadamente las obras del polideportivo de Aldeadávila de la Ribera.



El Ayuntamiento contaba con dinero fresco procedente del impuesto a la presa de Aldeadávila, los jóvenes, por decenas continuaban en el pueblo, y no se habían apuntado a las contratas eléctricas. En el pueblo bullían mil ideas de renovación...tenemos que construir el primer polideportivo, la primera piscina, antes incluso que los de Vitigudino.

Tenemos que construir un nuevo cuartel para la Guardia civil (entonces había un puesto importante con Teniente y todo), un nuevo edificio para el ayuntamiento, una almazara para nuestro aceite, una nueva cooperativa de vinos y embotellarlo, arreglar y ampliar todos los viejos caminos, arreglar las fuentes, mecanizarnos, adecentar las calles, llenarlas de cemento, nuevas fuentes para nuestros mulos y burros...

Todo eran ideas, ganas, mucha, mucha ilusión. Era nuestra pequeña revolución industrial una vez que descubrimos el poder del dinero abundante, gracias a nuestra famosa presa.

El pueblo se organizó en cuadrillas de obreros municipales, mientras dos equipos, levantaban el increíble cuartel de la guardia civil, otro iba a empezar en aquel verano nuestro polideportivo cubierto, el único de la comarca de Vitigudino...tan orgullosos estábamos.

Ésta fue una de las mejores iniciativas que se tomaron entonces, la otra gran idea fue publicitar, dar a conocer las Arribes al mundo, aunque el nombre original era "La Ruta de los embalses": Villarino- Aldeadávila de la Ribera- Saucelle. 

Los jóvenes nos reuníamos en la casa del cura, en interminables reuniones, llenas de ideas, lo que ahora se llama "brain-storming" ya se había inventado aquí, en la Ribera de Salamanca, teníamos un joven cura muy activo, con muchas ganas, y sabía convocar a la juventud.

Después vendrían los primeros pasitos de la democracia, el regionalismo, eso que han dado en llamar Junta, que en lugar de acercar las instituciones, y la capacidad de decisión a nuestros pueblos, los ha alejado, vaciado de ideas, y de personas.



Los encierros de Aldeadávila de la Ribera siempre han sido muy numerosos, y con un gran reclamo provincial. Figuras como Santiago Martín el Viti, el Niño de la capea, toreros portugueses han pasado por aquí. Se consiguió la distinción de "Fiestas de interés turístico provincial".

La Junta no las ha premiado todavía, ya se sabe, no estamos en Valladolid.

sábado, 16 de mayo de 2015

La VENGANZA- parte III. Un cuento sobre contrabandistas

Matilde Cherner y Hernández, escritora pionera, feminista y republicana. Trató temas prohibidos en su época como la liberación de la mujer, y la prostitución.


III
“Y cada vez mas punzante
Y cada vez mas nutrido,
Este fuego derretido
Que hace sus sienes latir;
Volcánico torbellino
En su cerebro fomenta
Preludio de la tormenta
Que ya comienza á rugir” (J. Cuesta)

Al despertarse de su profundo sueño, la cirujana vió al lado de su cama á Rosalba, que pálida y temblorosa aguardaba con ansiedad á que la Sibila le comunicase todas las circunstancias de su sino.
La cirujana se incorporó en su lecho, movió tres ó cuatro veces la cabeza con ademan solemne, y fijó sobre su hija una mirada fascinadora.
El aspecto de aquella mujer era en verdad capaz de estraviar imaginaciones menos impresionables que la de Rosalba.
Su camisa holgada y blanca como la nieve (como que la cirujana era la que tenia fama en el pueblo de lavar mejor sus trapitos), dejaba descubierto su cuello formado por gruesos nervios cubiertos de una piel rugosa y sus brazos secos y descarnados como los de la misma muerte.
Sus manos eran blancas, delgadas y coronadas por uñas negras y encorvadas como las de los murciélagos, y su rostro pálido y apergaminado, sus sienes hundidas y sus ojos de un color indefinible, que brillaban en el fondo de sus órbitas con un fulgor siniestro, le daban todo el aspecto de una de esas megueras que vemos tan hábilmente bosquejadas en los cuentos fantásticos engendrados por las nieblas del Rhin y del Escalda.
-         “¡Hija mia ¡ le dijo, apartando con ambas manos sus cabellos grises y erizados, como si quisiese apartar las nieblas que la separaban del mundo de los espíritus: ¡dichosa la hora en que mis labios te aconsejaron olvidarte de la venganza, que es hija del demonio, para tornar al cariño, y á la vida del perdon, que es la única buena del Señor!.
“Pues Rosalba, yo vide una rosa encendida que se alzaba en el huerto de Liborio, derecha como un pino y vanidosa como un laurel que se alza enmedio de los sembrados para librarlos del rayo y de la centella; y vide dos palomicas blancas, blancas como los campos de la nieve, que revolaban ende la rosa, y un pájaro muy galan que cobijaba con sus alas á la rosa y á las palomicas, y las campanas del lugar que tocaban á boda, y que decian con sus lengüecillas de metal:

“Las aves, fuentes y flores
La dan dulce parabien,
¡Corred! ¡Corred!
Aves, estrellas, hablad,
¡Volad! ¡Volad!
Astros y plantas, venid,
¡Decid! ¡Decid!
¡Rosa! ¡Rosa!
¡Galana y hermosa! “



ADELA: Tamborilero de la Ribera (ALDEADÁVILA) en 1968
Rosalba bajó los ojos ruborizada.
En seguida los levantó de nuevo, fijándolos en su madrastra con una especie de miedo.
La vieja la contemplaba impasible y silenciosa como una momia, y su frente amarilla y cubierta de profundas arrugas paraecia inspirada por un reflejo sobrenatural.
¡Hija mia! Añadió, cruzando las manos sobre el pecho á la manera oriental: todo lo sabes ya, voy ahora mismo á oir una misa á la parroquia para que Dios me ilumine acerca del camino que hemos de seguir para que se logre lo que deseamos; pero no puedes venir conmigo á la iglesia, porque para que todo se haga como está escrito, es preciso que en tanto que yo rezo la estacion en cruz al divino Señor, enciendas una candelilla á la gloriosa Santa Elena, y le pidas de veras que así como ella encontró la cruz que estaba oculta en las entrañas de la tierra, encontremos nosotros lo que buscamos.
Y la cirujana se vistió su basquiña negra y su jubon de anascote con la ligereza de una jóven de veinte años, se arregló en un santiamen sus escasos cabellos, y sin atender á las cariñosas exhortaciones de Rosalba, se marchó en ayunas para que, segun decia, fuesen meritorias las oraciones.
Rosalba, trémula y preocupada con la revelacion que en su credulidad tomaba por un oráculo divino, encendió la candelilla, y se arrodilló ante una robusta y pintarrajeada imágen de Santa Elena, que la cirujana habia devotamente pegado á la pared con cuatro pedacitos de pan mascado, rogándola de todo corazon que la iluminase en aquella inesperada y peligrosa tentacion.
La cirujana en tanto almorzaba en el estanco con el fiel de fechos, al que encargó muy particularmente que no dejase de pasarse por su choza á boca de noche, acompañado de dos ó tres amigos de su confianza.

Al volver á su casa un tanto iluminada por el sabroso jugo de las cepas del pais, se encerró en su cuarto para pedir por última vez consejo á los familiares, encargando á Rosalba que redoblase sus oraciones, porque se acercaba la hora.
Un cuarto de hora despues llamó cariñosamente á su hija, con la que permaneció mas de una hora en misteriosa conferencia, revelándole al traves de mil preámbulos y artificiosas alumbraciones los medios que habia de emplear para reconquistar la silla que María-la-blanca habia dejado vacante.
Rosalba consintió en todo, repitiéndose una por una cuantas palabras le dictaba la vieja: pero su pensamiento se extraviaba, y sus manos parecian agitadas por una especie de vértigo.
A boca de noche Rosalba otorgó en favor de la cirujana una donacion completa de todos sus bienes, estendida por el escribano y autorizada por el fiel de fechos y sus dos amigos de confianza.
La cirujana por su parte se comprometia á mantener á la muchacha todo el tiempo que permaneciese moza[1] y habitando bajo el honrado techo de su madrastra.
A la mañana siguiente Rosalba montó al amanecer en la yegua, y se encaminó á la Fregeneda, acompañada del mísmisimo fiel de fechos, que se habia ofrecido gratuitamente á servirla de espolista.
A pesar de encontrarse completamente equipada, la muchacha iba vestida con un pobre traje de indiana desteñido y apiezadoya por todas partes, llevando únicamente en un saquito de lienzo una muda de ropa blanca.
Sus hermosos cabellos descuidadamente peinados asomaban en desórden bajo su pañuelo de algodon oscuro, trazando desiguales y caprichosas ondas sobre su frente morena, pálida y ardiente como la de los árabes del desierto.
Al llegar á la Fregeneda Rosalba entregó al fiel de fechos la yegua, con la que se volvió al pueblo el caballero, y emprendió sola y á pie el camino del pueblo de Liborio, que distaba solo dos ó tres horas de la Fregeneda, y al que llegó la pobre jóven antes que cerrase la noche.
La posadera, que era la misma que en otro tiempo le habia noticiado la boda, le refirió entonces que el contrabandista no tenia pizca de ley á la casa, y que á pesar de habérsele noticiado la muerte de su mujer, no habia vuelto aun de su espedicion á portugal, quedándose las dos niñas al cuidado de su anciana madre, conocida en todos aquellos contornos por la tia María la güelica.[2]
Rosalba respiró: la cirujana le habia repetido una y cien veces que los familiares habian visto á Liborio en Portugal, y que podria ganarse muy fácilmente la voluntad de la tia María la güelica, que era una santa mujer.


Animada por aquella nueva, la pobre muchacha se encaminó decididamente á la casa de Liborio, cuya puerta estaba todavía abierta de par en par.
En el dintel veíanse sentadas dos muchachas del lugar que, recogida ya la rueca, departian alegremente acerca de cuál era el mejor mozo entre los carabineros que estaban de destacamento en la Fregeneda, dirigiendo de vez en cuando la palabra á la tia María, que desde la muerte de su nuera se pasaba los dias y las noches hundida allá en el fondo de la cocina.
Rosalba se colocó á uno de los lados de la puerta, demandando una limosna con voz acompasada y temblorosa.
-         “¡ Abuela ! gritó una de las mozuelas, asomando hácia dentro la cabeza; salga vuesa merced, que aquí hay una moza que pide una limosna.
La tia María se asomó entonces á la puerta, examinando á la mendiga con la curiosidad de todas las viejas de lugar.
Rosalba se acercó á la güelica, dejando descubierto su hermoso semblante y repitiendo su demanda con voz entrecortada y apenas perceptible.
- ¡Hija de mi alma! Dijo María, contemplándola con la mayor admiracion: “¿es posible que tan jóven y tan galana vengas por estos campos de Dios pidiendo una limosna como una pobretona de á tres al cuarto?
- “Señora, respondió Rosalba con una voz, cuya dulzura cautivaba las voluntades mas egoistas: no es una limosna la que necesito ahora, porque no tengo hambre ya, es un abrigo donde pasar la noche.”
-“¡ Pobre muchacha ! “ esclamó la güelica con el acento de la mas sencilla compasion: “luego no conoces aquí á nadie? “
- “A nadie señora; soy huérfana y sola, y vengo buscando un amo que me liberte de los feroces tratamientos de mi madrastra.”
- ¡ Madrastra ¡ replicó María enfurecida á la sola idea de que sus inocentes nietecitas se viesen algun dia maltratadas por otra mujer. “ ¡Tienes madrastra! Pues no me digas ya mas, hija de mi alma, y éntrate aquí al amor de la limbre; que solo en pensar que mis pobres criaturas se han quedado sin madre al venir al
mundo, y que yo voy cumpliendo ya los sesenta, parece que me tiemblan las carnes.”
Y María la güelica que, como habia dicho la cirujana, era una santa mujer, cediendo á los impulsos de su generoso corazon, ofreció desde luego á Rosalba la mas generosa hospitalidad, creyendo de buena fe que la cara es el espejo del alma, y aquella mujer era demasiado hermosa para ser capaz de engañarla en lo mas mínimo.
Y en verdad que no se equivocaba mucho en sus cálculos, pues cediendo á la confianza que le inspiraba la bondadosa anciana, que en pocos momentos la habia enterado de todos los pormenores y circustancias de la casa, Rosalba le refirió á su vez todos los accidentes de su vida, ocultándola únicamente el nombre de Liborio y acusando á su madrastra de ser la única causa de su salida de la casa paterna.
Pero Rosalba no sentía sin embargo al hacer aquella acusacion escrúpulo alguno de conciencia, pues la misma cirujana, que era de los que profesan el axioma de dame pan y llámame tonto, la había autorizado para que si la convenia, le quitase el pellejo.
La casa de la tia María la güelica, sin ser buena ni medio buena siquiera, era sin embargo bastante capaz para una familia numerosa y por lo mismo sobradamente grande para la que la habitaba entonces.
Despues de un portal grande, limpio y bastante destartalado que hacia ordinariamente de pieza de labor, y en el que se veian colocados simétricamente algunos taburetes de blanco pino, estaba la cocina, grande tambien, guarnecida de largos vasales cubiertos de reluciente vajilla de loza portuguesa, y desde la que se salía al corral, donde anidaban con una paz octaviana toda especie de aves, unos cuantos conejos y una cabra.
En la cocina habia un cuarto oscuro y tenebroso donde dormia la moza, que era ni mas ni menos que la mizuela que hacia el panegírico de los carabineros de la Fregeneda.
A los lados del hogar estendíanse los tradicionales escaños y algunos banquillos sin respaldo de los que usan comunmente las hilanderas.
Dos puertas habia en el portal, ambas á la derecha: la primera era la de la sala baja con reja á la calle, y en cuya alcoba dormia la güelica con sus dos nietecillas.
La segunda era la de la escalera, que subia al piso principal, escalera estrecha, oscura y empinada, que se abria en una salita con ventana, á la seguia un gran número de habitaciones interiores que habian estado siempre deshabitadas. En la alcoba de la salita, que era la que habian ocupado siempre los esposos, se veía una cama de pino, una mesita de la misma madera, sobre la que  se alzaba triste y solitaria una Dolorosa de yeso y algunos cofres que constituian la dote de María-la-blanca, y que hacian al mismo tiempo el oficio de asientos.
Desde la muerte de María-la-blanca, la güelica, que amaba á su nuera como á su nuera como á las niñas de sus ojos, no habia vuelto á subir la escalera, ni á asomarse á la reja ni apenas á la puerta de la calle, pasándose, como hemos dicho, los dias enteros en el escaño de la cocina, á donde trasladaba por la mañana la cuna para cuidar mejor de los dos ángeles que Dios habia colocado bajo su amparo.
A pesar de ser aquel pais eminante agrícola, nada revelaba en aquella casa al labrador que vive del producto de los campos. Liborio, dedicado ciegamente al peligroso tráfico del contrabando, habia vendido por completo todos los aperos de labranza.
Al ver la tosca y pobre cuna donde dormían las dos hermosas niñas, Rosalba tendió instintivamente los brazos hácia ellas, dejando correr por sus mejillas una hermosa lágrima de compasion.
María la güelica vió aquella lágrima, y tendió á su vez los brazos hacia Rosalba.
-         ¡Hija! Esclamó con todo el entusiasmo de un corazon inocente y apasionado; no sé por qué me parece que acabo de encontrar en ti á la santa que nos ha dejado por otro mundo mejor…¡ no te irás, no!... Tú tienes el corazon tan hermoso
-         Como tu rostro, y puesto que buscas una casa donde servir, aquí te quedarás conmigo para alegrar mi tristeza: que mi Liborio al cabo y á la postre es una cabeza un poco ligera, pero que nunca se ha mezclado para nada en los asuntos de la casa.
Rosalba por toda respuesta inclinó la cabeza sobre la cuna, y empezó á llorar amargamente.
Los pronósticos de la cirujana se cumplían de una manera fabulosa, y sin embargo la pobre jóven temblaba como una tercianaria: ¿era ella en realidad merecedora del cariño que desde luego le habia manifestado aquella escelente mujer? ¿era un bien ó un mal el que se le presentase tan propicia la suerte? La infeliz no sabia en aquel momento lo que temia ni lo que deseaba; pero su corazon se oprimia de una manera horrible, como si presintiese que veria un dia cortadas en flor todas sus risueñas y quiméricas esperanzas.
María hizo dormir á su lado á Rosalba en un jergon, prodigándola los mas tiernos y cariñosos cuidados; pero la pobre aventurera no pudo cerrar los ojos en toda la noche, exhalando de vez en cuando un tembloroso y ligero grito.
Parecíale que la sombra de María-la-blanca se proyectaba impasible sobre la cuna de sus hijas, fijando sobre ella sus grandes y amenazadoras pupilas.
Pero la costumbre es para el hombre una segunda naturaleza, y Rosalba mimada y acariciada por la tia María, que veia el sol por sus espaldas, se acostumbró á vestir las niñas y á subir y bajar la escalerilla del piso principal, sin que sus nervios se resintiesen, durmiendo tranquilamente sin que turbasen su sueño visiones ni pesadillas.
Rosalba desplegaba tal habilidad para el gobierno, que no solo la güelica sino todas las vecinas confesaban á una voz que la casa habia ganado un ciento por ciento, y que Liborio, informado ya por las cartas que le dirigia cada quince dias el Señor maestro por órden de su madre, no podría menos de levantarle á su vuelta un altar en la cocina y otro en la sala.
Dos meses hacia ya que Rosalba vivia tranquilamente al lado de María, y uno y medio que la cirujana habia dado su blanca mano al fiel de fechos, cuando una tarde se agolparon repentinamente á la puerta de la casa todos los muchachos del lugar, gritando con mayor algazara:
- ¡ Que viene ¡ ¡que viene ¡
-¿ Quién? Preguntó Rosalba mudando de color.
- ¿Quién ha de ser? Preguntó la güelica, levantando los brazos hácia Rosalba y llorando de alegría: ¡ mi hijo ¡ ¡mi hijo ¡
Y la pobre mujer salió corriendo á recibir á su hijo, que en aquel momento traspasaba ya los umbrales, recibiéndola cariñosamente en sus robustos brazos.
El tráfico, que habia secado en el corazon de aquel hombre hasta los sentimientos mas delicados, habia sin embargo respetado uno que existia vivo y palpitante como en los mas hermosos días de la infancia: el amor filial.
Al ver á Liborio con su gracioso traje de contrabandista y cien veces mas gallardo que en la época de su desgraciado amor, Rosalba no pudo contener un ligero grito, haciendo al mismo tiempo un rápido movimiento para huir.
Liborio, que aun no habia fijado en ella los ojos, palideció como si se hubiese encontrado frente á frente con un fantasma.
- ¿No es verdad que es una alhaja la chica, esclamó María, reteniendo por el brazo á Rosalba y presentándosela á su hijo; pero ¡ ya se vé ¡ ¡ si es una criatura que tiene miedo á las palomas!...Y luego tú, que vienes así con esas barbas y ese trabuco y…vamos, vamos, hija, añadió, golpeándola cariñosamente en el hombro; á cenar, y no te aflijas por nada, que aunque así de buenas á primeras, como quien ve visiones, mañana será otro dia, y verás como mi Liborio no será capaz de darte un sentimiento por el oro del moro.
Y María la güelica arrastró á su hijo hasta la cuna, donde dormian las niñas, cubriéndolas de besos y refiriéndole aunque en pocas palabras la dolorosa historia de María la Blanca.[1]
Liborio cada vez mas sombrío estampó un beso sobre cada una de las dos, cenó silenciosamente, y se retiró á su cuarto, fijando de una manera estraña sus negros y atrevidos ojos sobre Rosalba, que pálida y temblorosa no acertaba tampoco á pronunciar una palabra.
María la güelica creyó de buena fe que la preocupacion de Liborio provenía sencillamente del recuerdo de su mujer, y se durmió soñando con que despues que se le pasase aquella idea, su hijo concluiria por querer á Rosalba casi tanto como ella y levantarla, como decian las comadres, un altar en la sala y otro en la cocina.
En la misma frontera, pero ya "civilizada", salto de Aldeadávila, años de 1960.



[1] El personaje de “María la Blanca, tiene para Robustiana Armiño y Matilde Cherner un papel muy secundario en la trama del cuento, sólo así se explica que Liborio, su esposo no supiera nada del fallecimiento de su mujer.


[1] Nota de la autora: Moza: en los pueblos, sinónimo de soltera”.
[2] Nota de la autora: “Güelica, diminutivo de abuela”.

martes, 12 de mayo de 2015

Las VENGANZA, parte II: un cuento de contrabandistas

Parte II del cuento de contrabandistas en LA RIBERA DE SALAMANCA, escrito por MATILDE CHERNER y publicado por Robustiana Armiño de Cuesta en 1862.

En este capítulo nos habla de la creencia en brujas, diablillos, demonios, familiares,...las ancestrales brujerías de las ARRIBES DEL DUERO.

II
La Perlita se casó,
Se fue á vivir a la playa,

Cogiéronla los armeros,
Diéronla para una saya.
Perlita, ¿qué será de ti?
Perlita, ¿qué será de ti?,
Piensas que nadie lo sabe,
Y todo se sabe aquí”                   (Canción popular)


“Rosa permaneció por algunos dias encerrada en su cuarto, jurando y persiguiendo como un presidiario, y desoyendo los consejos de la cirujana, que con el pretesto de consolarla, entraba en la casa por la mañana, y no salia hasta muy cerrada la noche.
De repente Rosa cesó de llorar, trenzó de nuevo sus negros y abundantes cabellos, y se presento en la iglesia acompañada de la cirujana, que no cesaba de repetirla seis veces por hóra:
-“ ¡Gracias á Dios ,hija mia, que te has cansado ya de lloriquear y hacer pucheritos como una tonta. No se acaba el mundo con ese tunante, que mal fin tenga, y estos ojos ,lo vean…nada, nada á rey muerto, rey puesto, y á vivir!
En medio de su dolor y de su vergüenza, que la hacian huir de sus antiguas amigas, Rosa encontraba cierto consuelo en la compañía de aquella mujer charlatana é insustancial, pero que al menos miraba con indulgencia sus gravísimas faltas, y la compadecia y acariciaba como una verdadera madre.
Es verdad que la cirujana obraba solo impulsada por el interes de ganarse la voluntad de la muchacha: pero Rosa, que se veia cuidada á qué quieres boca, que veía la casa arreglada y limpia como una tacita de plata y los mozos de la labor mejor atendidos que nunca, pensaba acerca de aquella pobre mujer como la gran Catalina de Médicis acerca del duque de Guisa, á quien todo el mundo acusaba de obrar tan solo impulsado por sus ambiciosas miras.
-“ Si nos sirve como ninguno, ¿qué nos importa que á la vez se sirva también á sí mismo? “
Rosa asistia á la misa los domingos, recorria las eras, los olivares y los viñedos; pero ni acudia al baile como las demas mozas del lugar, ni se la veia jamas con ninguna de sus antiguas amigas, de las que parecia haberse olvidado por completo.
Su rostro hermoso y apacible estaba con frecuencia iluminado por una vaga y melancólica sonrisa, que prestaba nuevo encanto á sus labios delgados y encendidos como claveles; pero el profundo rayo de su pupila, se habia reconcentrado en el fondo de las órbitas de una manera misteriosa, como si ajena á todos los sucesos del mundo esterior dirigiese las miradas al fondo de su joven y destrozado corazon.
Animado por la intimidad que reinaba entre las dos nuevas amigas, el padre de Rosa (á la que comunmente llamaban en el pueblo Rosalba) se atrevió á demostrar á su hija todas las ventajas que le traeria el que la cirujana entrase por completo en la casa, y lo mucho que debia prometerse de una mujer que, como decian en el lugar, veía el sol por las espaldas de la chica, y que solo por ella habia dejado la tertulia del estanco, con su brisca y su truquiflor, y sus copillas de anisete.
Con gran asombro del labrador, Rosalba, que siempre se habia opuesto con toda su energía á que mujer alguna ocupase el puesto de su santa y virtuosa madre, accedió de buenas á primeras á la propuesta, y á los pocos dias la cirujana cubierta de moños y colorines entraba en plena posesion de la casa de su nuevo marido, siendo lo mas notable que la muchacha, que habia sido toda la vida voluntariosa é indomable, era para con su madrastra mas humilde y suave que una malva.
Pero ¿quién puede penetrar los misterios que encierra en sus profundos senos el corazon de la mujer?
Rosalba, la hermosa Rosalba, la que parecía ya curada de su dolorosa herida, estaba cada vez mas frenética, mas delirante, mas celosa, entregándose con frecuencia en sus noches de insomnio á los accesos de la mas funesta desesperacion.
Desde aquel negro dia en que otra mujer se haía unido para siempre al que tan villanamente la habia deshonrado, “no hubo ya para Rosalba ni sombra, pena ni alegría: no hubo ya mas que un pensamiento unico, el de la realizacion de su venganza”[1].
Esclava de aquel pensamiento que la dominaba de una manera horrible, resuelta á sacrificar por él todos los intereses materiales, que miraba ya con la mas glacial indiferencia, Rosalba, que pasaba la vida en acecho, logró averiguar al cabo de algunos meses que su pérfido amante, labrador y contrabandista á la vez, hacia frecuentes escursiones á Portugal, dejando á su joven esposa en el hogar  en compañía de su madre, mujer laboriosa y caritativa que profesaba á su nuera el mas tierno y desinteresado cariño.

Aunque la nueva de aquella vida nómada desconcertaba por completo sus bien combinados planes, Rosalba, dotada de esa fortaleza que hace de la mujer un héroe, aguardó resignada mes tras mes y año tras año la ocasión de llevar á cabo aquella venganza, cuya idea era la que animaba su miserable y desesperada existencia.
A los dos años, y como si el destino quisiese acelerar el logro de sus feroces deseos, el padre de Rosalba falleció repentinamente, dejando á su hija dueña de una fortuna que, residiendo en el pueblo, era mas que suficiente para vivir sin trabajar.
La cirujana maldecia su suerte, se retorcia las manos, y maldecía tambien la ceguedad del difunto á que dia por dia habia estado acosando en vano para que dejase bien arreglados sus asuntos.
Preocupada únicamente por el deseo de lavar en sangre su afrenta, Rosalba ofreció solemnemente á la cirujana dejarla en completa posesion de sus pingües haciendas, si ella por su parte se comprometia á poner en juego toda su astucia para ayudarla en el logro de la venganza con que incesantemente deliraba.
La cirujana, devorada por la codicia y pensando juiciosamente que las haciendas la vendrian muy al caso para conquistarse el amor del fiel de fechos, que le parecia escelente para tercer marido, prometió a Rosalba cuanto quiso, ofreciéndose á servirla á las mil maravillas, y confiándola reservadamente que nada podia escaparse á su penetracion, porque desde los quince abriles tenia pacto con los familiares.[1]
Rosalba que creia á ciegas en duendes y aparecidos, segura ya de que los familiares inspirarian á la cirujana el medio mas seguro de llevar á cabo su objeto, aguardó llena de fe á que llegase el dia marcado por el destino, esperimentando una impaciencia febril cada vez que la vieja se detenia un poco en el estanco á donde habia vuelto á instalarse diariamente unas cuantas horas en busca de novio.
Un año cabal duró la espera, y ya empezaba Rosalba á dudar del poder de los familiares, cuando la cirujana entró un dia cantando y bailando y levantando los brazos frente á su entenada, brillando en sus hundidos y arrugados labios una sonrisa cínica é insolente.
Al ver á su madrastra poseida de tan frenético gozo Rosalba nada preguntó, pero sintió que toda la sangre se le agolpaba al corazon.
-“ ¿No te lo decía yo?” esclamó la cirujana haciendo un gesto de los mas repugnantes: “no hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague”: y Maria la Blanca con su blancura y sus zalamerías se fue á cumplir los veinte años á la tierra, dejándole la silla vacante y dos criaturitas galanas como dos soles para que no se te haga triste la casa.
Insultante é indecoroso sarcasmo, al comprender que “la que le dejaba la silla vacante era una madre jóven y hermosa que acababa de dar á luz su segundo hijo, Rosalba sintió correr por todos sus miembros un escalofrio doloroso y que su frente pálida se cubria de anchas gotas de sudor.
-“ Pues, hija, -añadió la cirujana con entusiasmo sin tener en cuenta la alteracion que revelaba el rostro de la muchacha, - el asunto ha sido que ni á pedir de boca; porque figurate que despues de haber salido á misa de parida, i cuando al ver que andaba tan lista como si tal cosa, su madre se habia ya vuelto á Aldea Dávila, la da un patatus, y sin decir oste ni moste…zas…y aquí paz y des pues gloria; como que se fue al otro mundo sin ver á su marido que hace ya cinco meses cumplidos que anda por esos mundos sin dar siquiera una vuelta por la casa.”
A pesar del afan que mostraba por ver llegar el dia de la venganza; á pesar de los abrasadores celos que le inspiraba la esposa del que tan villanamente habia burlado su amor, Rosalba esperimentaba un malestar indecible, lamentando sinceramente la suerte de la infeliz Maria y devorando en silencio las lágrimas de compasion que se agolpaban á sus ojos.

-“ Ya ves, hija –añadio la cirujana haciéndose aire con su abanico de á dos cuartos –lo que Dios hace está bien hecho; y á rey muerto, rey puesto”, y en lugar de pensar en venganzas y trigedias, sabes que Dios nos manda perdonar las injurias; con que al avio, y á recobrar lo perdido, que mas valen veinte años que veinte doblones de á ochenta, y “del agua vertida, la media cojida”
Rosalba bajó los ojos avergonzada ante aquella mujer que parecia penetrar en lo mas recóndito de su alma.
En pos del sentimiento de compasion que le inspiraba la suerte de aquella desgraciada esposa, se levantaba orgulloso, florido, indomable el amor que ya creia estinguido, el amor que la impelia con una fuerza sobrehumana á los pies de aquel hombre que tan friamente habia ultrajado su peregrina hermosura.
Ciega, desalentada, seducida por las sugestiones de la cirujana que desvanecia uno tras otro todos sus escrúpulos, Rosalba se decidió al fin á seguir á tontas y á locas los consejos de su madrastra que no cesaba de repetirle:
-” ¡Ay, hija mia y qué dias tan hermosos te aguardan!  ¡Bendito sea Dios que al fin y á la postre no se olvida nunca de los suyos!
Y la cirujana autorizada con su basquiña negra que la envolvia como una mortaja, y cubierta con su mantilla de franela calada sobre la frente á manera de toca, salió de su casa á boca de noche, encaminándose con otras comadres á “la cueva del Zorro”, situada en las profundas gargantas de la sierra , y á donde según decia esperaba saber aquella noche el sino con que estaba marcada Rosalba y los resortes que habia de poner en juego para conquistar de nuevo el corazon de Liborio.
Rosalba, dócil en todo á las inspiraciones de la que se habia acostumbrado á mirar como á una verdadera Sibila, encendió un cirio a San Antonio y pasó la noche en oracion, á fin de que se sirviese iluminar á la cirujana en sus profundas investigaciones.
Como una hora antes de amanecer la cirujana volvió á su casa en el mas completo estado de embriaguez, y tartamudeando los mas felices é indeclinables augurios....


La Atalaya de Aldeadávila de la Ribera. ARRIBES DEL DUERO


[1] Nota de la autora: “Pacto con los familiares. El pacto con el diablo no es tan solo una estravagancia de la nebulosa imaginacion de Goethe. En pleno siglo XIX existen todavía muchas personas inspiradas por el fanatismo y mas comunmente por la estafa, confiesan haber hecho pacto con el espíritu de las tinieblas, que en cambio pone á su disposicion un gran número de diablillos microscópicos, llamados familiares, que el poseido guarda casi siempre encerrados en una redoma de cristal, obligándolos á servirle de emisarios en todos sus antojos. Según la tradicion, los familiares hablan mucho, tienen la voz afeminada, y se burlan de sus enemigos, entrando y saliendo en la redoma por arte mágica y revestidos de las formas mas caprichosas. Hace muy pocos meses que una mujer, de las muchas que ejercen en madrid el oficio de adivinas, aseguraba muy formalmente que ella y otros once poseidos iban dos veces cada mes á la una de la madrugada á los campos de Vicálvaro á donde sucesivamente conferenciaban con el demonio por boca de los diablillos familiares, ratificando siempre el pacto con sacrílegos juramentos. Los familiares merced al privilegio de hacerse invisibles hacen penetrar á su poseedor al través de los mas espesos muros colándose casi siempre por el agujero de las cerraduras, y apareciéndose ordinariamente bajo la forma de insectos ó lagartijas”.


[1] Nota de autora: La Madrilana, FOTOGRAFIA XXIII (1ª serie)”