Último artículo de la trilogía del poeta y articulista ULLÁN, escrito en agosto de 1997, sobre los contrastes y esos chispazos festeros en Villarino...
"Es que estamos en fiestas..."
"Es que estamos en fiestas..."
Turismo rural (3)
Anoche, a las tantas (hora española), en
medio de la plaza a reventar, al son de un orquestón gallego de la leche, con
animadoras macizas en bandeja -"de contrabando, tío, aquellas dos"-,
a él le daba lo mismo beber del orinal la limonada que jarabe de palo de la
flaca o baba fronteriza de ese toro enamorado de la luna, creciente o
eclipsada, total: "Estamos en
fiestas".
La otra que tal que allí bailaba, lo que
se dice al lado, y que debía de ser su esposa -"si es que ésa no es de
aquí, ni de Ciudad Rodrigo siquiera"-, parecía bastante
cosquillosa con tanto eclecticismo estridente, porque lo que le gusta de verdad
-"vive por Barcelona"- es la salsa, fíjate, la salsa, que, no es
porque lo diga ella, pero es cierto, la cuaja como pocas. Sin embargo, al
turista escandinavo le dió ante todo por fijarse, y delante de todos, en él; no
por inclinación sin norte o impropia de Castilla, aunque acaso, sino porque el
sujeto movedizo lucía un radiante cráneo rasurado. Pura envidia, además, para
Pío, ex barbero de cerca de la plaza, que observaba la cosa apoyado en el poste
de aquella talanquera, a la derecha
de la farmacia, hasta que se le fue la indirecta hacia el primero que por allí
pasaba de retirada y con su propia coronilla a cuestas: "Donde hay pelo hay alegría". Frente al ecologismo
intelectualoide, que no zampa gato ni liebre, queda lugar donde aún se matan
dos o tres pájaros de un tiro. (Y los 100 que quedan volando, para Chillida).
Mas la detonación metafórica alcanza aquí
su eco realista. ¡La prueba! Esta misma mañana, cayendo ya en la cuenta de que
a este pueblo no se viene a dormir, el turista escandinavo ha tomado el pendingue ("no me preguntes cómo pasa el tiempo") y se ha ido al poblado de Santa
Catalina -"¡Jesús, menuda cuesta!"- para
leer en paz o así. Y allí arriba, ¡mira por dónde!, se encontraba el bailón
rapado, tumbado bajo un coche -"verde Oriol", aclaró Valvas en su
día- y arreglando cualquier pijada del aceite o del tubo de escape. Eso sí, se
pringaba a modo con todo, pero ello se le hacía llevadero con la radio del
coche a tope, en pleno despertar del bakalao en seco, salado, repescado
en duro movimiento nacional, bien, bien, bien:-De puta / madre, / de / puta /
madre...". Pum, pum-pumpum. A un rapaz no extasiado aunque atento,
que no distingue todavía el corcho de la caña, le dio entonces por machacar:
"Papá, papá, ¿oyes lo que dice?". Y el extasiado mecánico, que sí
distingue todavía entre una peladilla grabada y una pesadilla real, acabó
levantando un poquito la cabeza rapada del suelo, ¡y hala!, soltó un lapo
potente, mandó la llave inglesa al quinto coño y luego, para sobreponerse a la
música ("de / puta / madre"), gritó a más no poder:
"Corno no te calles voy y te hincho
los morros, so cabrón". La de la salsa asoma la cabeza enrulada por el
hueco de una ventana baja: "¿Alguno
queréis chochos?". El turista escandinavo se lo toma en plan Altamira
y anota que te anota en su libreta, el jeta, de tapas malvas y con chorreones
de vino.
Pues de todo ha de haber, que aquí se vea.
A otro le da por cavilar, resacoso, sobre el porqué de la extinción de las
tabas. No ya como juego en sí, que ahora se juega golf y en Bolsa, ¡lo que es
la vida, Lola!, sino como vulgar hallazgo cuando antaño se iba a comer
cualquiera una humilde tajada de carne en salsa. ¿Ya no tienen astrágalos los
carneros? Se lo toma él muy a pecho. Tendría que escribir cartas al director,
pedir información a Telefónica ("¡Ay, Carmela!") y salir de ese pasmo
óseo. Difícil de roer, como el estilo.
A media noche los amigos cantan. Charradas
desoladas (por san Roque, ¡que no escriban aquí
"chorradas"!), coplas escabrosas, fragmentos populares de surrealismo
involuntario con tamboril. Con el
pecado revelándose no exclusiva fatal del ser humano, ese vicioso, sino también
de lo inanimado, que parece que no se entera: "Escaleras de la iglesia, / ¡cuántas ligas habéis visto! /
¡Cuántos pecados mortales / habréis cometido a Cristo!".
Está bien, ¿o no?, eso de repartirse las
culpas entre los individuos y las cosas. Se toca a menos.
A menos imposible. A la orilla del Duero hay poco que decirse.
Del, otro lado de La Raya los olivares
están arados. Aquí todo se desdibuja. Hasta las lágrimas sin ton ni son, nada
patéticas, de quien acaba de perderse en una casa abandonada. Mimetismo ramplón.
Réplica de las manchas de humedad en las paredes. En las paredes que ahora
tiemblan, cuando amanece y vuelven a pasar por la calle (tarara-papa-chunchún)
los longevos Marinos de León con
trompetas y redoblantes.
El turista escandinavo, ¿qué mosca le habrá mordido?, ha dejado esta breve
nota sobre el grifo de la pila del patio: "Yo me voy a Alicante ya".
Santuario rupestre del TESO DE SAN CRISTÓBAL, lugar mítico de encuentro y festero de Villarino. Me parece que no está protegido por la Junta de Castilla y León como BIC...
Santuario rupestre del TESO DE SAN CRISTÓBAL, lugar mítico de encuentro y festero de Villarino. Me parece que no está protegido por la Junta de Castilla y León como BIC...
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