Existen parajes, en
nuestra Castilla y León asociados para siempre al misterio de viejas historias y leyendas,...parajes naturales que
parecen hechizarnos y que nos retrotraen hasta la
Edad Media.
Esta vieja y singular tierra de Las Arribes ha tenido mucha facilidad para crear historias fantásticas, supersticiones ancestrales, y en definitiva contar cuentos.
Esta vieja y singular tierra de Las Arribes ha tenido mucha facilidad para crear historias fantásticas, supersticiones ancestrales, y en definitiva contar cuentos.
Esta facilidad para recrear cuentos, historias reales que han ido transformándose en cuentos, o simplemente
historias fabuladas basadas en cierta medida en hechos reales, es la que ha
engendrado entre nosotros notables “Cuentacuentos”
de la literatura española o hispanoamericana. El más célebre ha sido sin duda Hernández
Catá, pero no el único.
Página 235 –“Fotografía
X” del libro “Fotografías sociales”
de Robustiana Armiño, publicado el año 1862.
Ya dos siglos antes, el padre fray Alonso Sendino se hace eco de una conocida tragedia
transformada en copla “El Toru de Aldeadávila” de una
tradición todavía más anterior, pero también antes que Hernández Catá surge la
figura de Matilde Cherner y Hernández, tía segunda suya por parte de madre, natural al igual que los otros dos
autores en la misma villa de Aldea-Dávila, que por aquellos años
sobrepasaba de largo los 2000 habitantes, gracias a su próspera Aduana
terrestre y a la comercialización de sus frutos mediterráneos.
Robustiana Armiño facilitó mucho
la entrada de nuestra protagonista, Matilde en el mundo periodístico y editorial. Sin duda
esta historia, esta “Fotografía social” tan
del gusto de la “literatura realista” de
la segunda mitad del s.XIX fue escuchada por Matilde en su infancia y
adolescencia por Aldeadávila, y o bien fue
directamente escrita por Matile, centrándose Robustiana únicamente en su
publicación –lo que parece más probable-, o bien influyó grandemente en su
redacción.
Nota: para ser veraces con la publicación original, transcribiremos literalmente el escrito, aunque los términos y tildes muchas veces, no sean los de nuestro lenguaje actual.
“Fotografía X: Venganza”
“Escucha
sueños de rosa
Mecieron
mi abril de paz,
Como
niña caprichosa,
Ligera
cual mariposa
Hendí
los aires fugaz.
Y
mis alas pintadas
De
fúlgido color,
Perdieron
en las zarzas
Su
místico primor;
Y
mi noble corona
De
tibio rosicler,
Quemáronla
las auras
De
amoroso vergel”. (R.A.)
El Picón de Felipe, lugar mítico no sólo de su amor, sino de los contrabandistas de la frontera, en lo más intrincado de ella.
"No lejos de Aldea-Dávila y antes de internarse en el vecino
reino de Portugal, cruza el caudaloso Duero plácidas y feraces campiñas donde
la naturaleza parece haber reunido todo lo más grande; todo lo más poético de
sus caprichosas galas.
Allí encontrais perfumados bosquecillos de naranjos y
limoneros, de acacias y de almendros que alfombran el suelo con sus nevadas
flores; la higuera de las Indias que se estiende lujuriosa por las tapias de los
cercados, las rosadas adelfas, emblema de la belleza y del orgullo, y todos
estos árboles y todos estos arbustos confundidos en magnífico desórden entre
espesas matas de romeros y tomillares, de amarillas retamas y grosellas
silvestres, que brillan á los rayos del sol como transparentes y encendidos
rubíes.
Y allá entre un espeso muro de verdura, formado por laberintos
de azulados lirios y blancas azucenas que sujetan en sus amorosas redes las
caprichosas algas, el Duero, el caudaloso Duero, que ruje embravecido en su
profundo cauce guarnecido por ambos lados de elevadas montañas coronadas de
pinos y olivos, y orgulloso de verse constantemente acariciado en su camino por
la mas rica y exuberante vegetacion.
Allí encontrais ese tipo meridional, ardiente, voluptuoso, que
engendra pasiones enérgicas é indomables, la mujer morena de negros ojos y
encendidos labios, la mujer de corazon apasionado y varonil que no concibe
poder alguno capaz de contrarestar su poderosa é inflexible voluntad.
En la falda de una de las montañas que guarnecen la ribera y
que forman por aquella parte la frontera lusitana, estiéndese alegremente al
sol del medio día, un gracioso pueblecito de ochenta ó noventa casas á lo mas,
y cuyas cenicientas paredes se destacan apenas entre los elevados pinos y
frondosos viñedos que bajan escalonados desde la cima de la sierra hasta las
románticas márgenes del Duero.
Hija única del mas rico labrador, dotada de una de esas
hermosuras soberanas que rinden y avasallan á su paso todas las voluntades,
Rosa era sin duda alguna, la mas bella, la más rica, y sobre todo la mas
despótica de todas las doncellas de la aldea.
Al perder á su madre que era una santa mujer, dulce y cariñosa
como una paloma, pero ascética y severa como un monje, Rosa se encontró á los
doce años en completa libertad para seguir los instintos de su corazon ardiente
y orgulloso, que la impelia por una senda peligrosa y desconocida.
Su padre anciano ya, y entregado ciegamente al vicio de los
naipes, plaga mortífera que devora sin escepcion todas las aldeas, pasábase los
dias enteros en el estanco, verdadero garito donde á título de la brisca y el truquiflor, se concluia
siempre por el monte, atravesando en tan azaroso juego cantidades enormes, si se
considera lo repartida que se encuentra la propiedad en aquel hermoso pais.
Rosa, dueña absoluta de su albedrío y que por otra
parte no habia tenido jamas apego alguno á los quehaceres domésticos, pasábase
los dias de fiesta en fiesta, y de romería en romería, acompañada constantemente
por otras dos amigas que tan holgazanas como pobres, la seguian á todas
partes como dos satélites.
Coqueta por naturaleza y bastante rica para vivir sin
trabajar, Rosa, cediendo á su natural inclinacion de burlarse de todos sus
adoradores, ponia en juego los mas hábiles resortes para seducir á los que
deslumbraba con su belleza, y despues de llevarlos públicamente uncidos al
carro de sus caprichos, los heria sin piedad lanzándolos con frecuencia al
insondable abismo de la desesperacion.
Las doncellas de la aldea la envidiaban, las madres que se
enorgullecian de ver á su lado mancebos de veinte años, la profesaban un odio
mortal, y las comadres que en la aldea como en la ciudad se ocupan solo de comentar
vidas agenas, se reunian á hilar al sol, refiriendo acerca de Rosa mil
anécdotas á cual mas significativas, y cantando maliciosamente al verla pasar:
“ Que bien dijo aquel que
dijo
Que la mujer que es
hermosa
Lleva desgracia consigo.”
Pero Rosa habia ya cumplido diez y ocho años, y á pesar de que
en las familias bien acomodadas las muchachas casi nunca cumplian los diez y seis abriles, nuestra
heroína no habia elegido esposo todavía por la sencilla razon de que siendo
rica, jóven y hermosa se creia con derecho á unir su mano con la de un
medio señor que la llevase á pasar el
invierno á La Fregeneda , villa la mas notable y bulliciosa entre las
villas fronterizas.
Linha do Ferro sobre o Douro. Al fondo colina de LA FREGENEDA.
Pero en la época á que nos referimos, la célebre zarzuela de Jugar con fuego[1]
no había llegado todavía á las fronteras de
Portugal, y Rosa que habia acudido siempre ansiosa de conquistas á la feria de la Fregeneda , se enamoró
sin adivinarlo siquiera, de un gallardo mozo propietario de numerosas tierras
de pan-llevar, y codiciado hasta por algunas familias bien acomodadas de la
villa.
Rosa, que no sabía lo que era contrariar un capricho, y que
esperimentaba por aquel hombre un verdadero frenesí, corrió desalada en pos de
su deseo, presentándose acompañada de su nuevo galan en todos los bailes de la
aldea y acudiendo todos los días de mercado á la Fregeneda á donde la
aguardaba su al parecer enamorado y lujoso pretendiente.
El padre de Rosa, que deseaba quedarse solo para
contraer segundas nupcias con la viuda del cirujano su compañero inseparable de
juego y de taberna, aprobaba con toda su alma las relaciones amorosas de su
hija, ofreciéndose á darla en dote, á mas de la cuantiosa legítima de su madre,
cuatro mil reales en onzas de oro peluconas.
Pero sucedió entonces lo que acontece entones en semejantes
casos, y Liborio, que así se llamaba el galan, sondeando hábilmente en el
corazon de la enamorada doncella, descubrió en él á la coqueta frívola é
insensible que se gozaba en destrozar los corazones de los demas, y solo pensó
ya en representar lo mejor que le fuese posible la farsa del “Burlador burlado”.
Queriendo dar á la envanecida Rosa una terrible leccion la
mintió un amor tan noble y verdadero, que á los pocos dias ya no se hablaba en
el pueblo mas que de la boda, lamentándose las comadres de que se les marchaba la novia al pueblo de su marido situado
á mas de diez horas de distancia[1],
y ofreciendo las madres limosnas á San Antonio y á las ánimas benditas porque se les desaparecia del pueblo la tentacion.
De repente Liborio se pasó tres dias sin dar cuenta de sí, y
Rosa, que como hemos dicho antes, no conocia freno á sus inclinaciones, montó
la mejor yegua del establo, dirigiéndose resueltamente á la Fregeneda , y tomando
desde allí el camino para ella desconocido del pueblo de su amante sin cuidarse
para nada del escándalo que su desaparicion debia forzosamente producir en la
aldea.
Apenas echó pie á tierra en el lugar, Rosa oyó con espanto de boca de la
posadera, que Liborio se hallaba forastero en Aldea-Dávila á donde habia ido á buscar á una gallarda
jóven con la que se habia desposado la víspera, y que era conocida en todos
aquellos contornos con el poético nombre de María la Blanca.
Hundida, quebrantada, deshonrada á sus propios ojos y á los de
cuantos la conocian, la desventurada jóven, caso sofocada por la cólera, tomó
precipitadamente la vuelta de su aldea, maldiciendo el momento en que guiada
por su insensata vanidad habia ido á lucir su hermosura en los mercados de la Fregeneda.
En vano procuraba la infeliz ocultar su deshonra á los que la
rodeaban; sus accesos de furor le hicieron traicion, y al dia siguiente la
cirujana, rodeada de un corro de comadres, vomitaba una nube de maldiciones
contra el burlador que habia dejado plantada á la muchacha mas rica del lugar,
entorpeciendo con su villanía la boda con que aunque mayor de edad y peinando
canas, habia ya contado como cosa hecha.
-“Porque
es el caso -añadia furiosa la cirujana-,
que el tio Jeromo no quiere oir
hablar de iglesia hasta que la muchacha salga de casa, y con la lotería que le
ha caido á la pobre chica por mucho que le relucen las espaldas, me parece á mí
que tendremos moza para mucho tiempo.
Y las comadres, no por un sentimiento de verdadera compasion,
sino por agravar el caso, repetian con tono plañidero:
-“¡ Pobre
Rosa! ¡pobre Rosa de mayo!
[1] Por la
referencia de distancia que se da, la aldea natal de Rosa podría ser Cerezal de Peñahorcada.
[1] Zarzuela
compuesta por Barbieri en 1851. Lamentablemente no nos da una fecha sobre la
antigüedad de la historia; es únicamente un recurso literario de la autora.
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