Calle La Llanada de Aldeadávila, en el antiguo camino a LA ZARZA de PUMAREDA, que recorrió Miguel de Unamuno a lomos de caballerías en marzo de 1898
Siempre con ansias de mirar al futuro, Aldeadávila ha sido definida con acierto como “una extraña mezcla de historia y modernidad”.
Detalle de "Cruz de cordón" en el pórtico de la ermita de San Sebastián- Aldeadávila de la Ribera. SALAMANCA
El río Duero, tan bravío en estos parajes, entre cachones, fayales y picones ha llamado la atención desde muy antiguo, y sus riberas de clima mediterráneo han facilitado el asentamiento del ser humano, en pequeños núcleos de población, que con el fin de la Edad Media, y la creación del Ducado de Alburquerque a fines del siglo XV se fueron reunificando.El poblamiento antiguo ha marcado su camino en las colinas o tesos próximos al padre Duero: la aldea de la Edad del Hierro situada en “El Encinal” que se conoció en los siglos XII y XIII como Ribiella o Rivas de Aldeadávila, el llamado“Verraco de Masueco” ubicado hasta 1933 en la raya entre Corporario y Masueco, los asentamientos tardorromanos de “Los Casales del Nieto” y la propia Corporario, y quién sabe si la propia Aldeadávila con su trazado medieval y sus callejuelas que definen una elipse perfecta de 900 metros no es también poblada en período vetton.
Ese campo ahora solitario, sólo poblado por rapaces del Parque Natural y pequeños mamíferos, y antaño muy frecuentado en labores agrícolas y por cabreros, está plagado de hermosos términos que nos transportan a pasados lejanos, a historias ya casi olvidadas, por donde nobles como García de Ledesma, o los Licenciados “Pumareda” y “de la Torre” amenazaban a los “pecheros” para quedarse con sus tierras, nombres como:
Antiguo Corral del Concejo de ALDEADÁVILA, hoy un parque
Atalaya, Remoria, La Torrecilla, Peña Hincada, Fuente de don Mendo o Mendiz, Sol de Marina, El Barril de Marcos, El Bodonal de Martín Calvo, Los Brazos de la Majada de los Coriscos –acaso llamado Moriscos-, El caño de Santa Marina, el caño de Laverde, Las Carbas de Vélez, Los Casales del Nieto, Los Coriscos, El Crespo…
Tierra de antiguas ermitas y devociones: La Cruz de Montemediano, La Cruz del Valle candil, La Cuesta de san Marcos, La Cuesta de Santiago, La Cueva de la Santa, La Cueva de San Pelayo, La Fuente de San Bernardo, La Cruz del Posadero…
El Corazón de Jesús en LAS CRUCES DE SANTIAGO, 1508
Y el agua, siempre presente en cada esquina del camino, donde poder beber el caminante, y a las que tantos esfuerzos se dedicaron: Fuente de San Bernardo, Fuente Buena, del Cubo, de los Dados, Bordóñez, del Espino,de los Labajos, de los Labrados, de Martín, de don Mendo, de Miguel Ordóñez, Nueva, del Pinero, de la Piedra, Rebollo, de Rodrigo, de los Trigos, de Santiago, de los Gejos…
Y esos nombres tan sonoros, como la misma “habla de la Rivera”, y que nos hablan de Arribes, de rincones por descubrir y de una España todavía desconocida:
El Castellujo, La Corona y La Coronita, Valle de las Navas, La Horca, Valle del candil, El Gejo, Las Islas, Las lágrimas, Lamero Sancho, Los Lanchares, Las Lanjinas, La Majada de Arriba, La Majada de Juan Casado, El Molino de Viento, Naverrabea, Pasadero de San Pelayo, La Peña del Águila, Peña Dormidera, Peña Esmurriadera, Piedra Hincada, Peña de las tres cruces, Peña del Purgatorio, Peña de la Zorra, El Picón de la Huerta, El Pocito de Juan de Dios, los Pontones de la Santa, El Prado de los Gallegos, El Prado de la Guerra, La Puerta de Santiago…
El término “Arribes” descendiente directo del latín “Ad-ripam” que significa “junto a la ribera”, o “encima de ella”, tradicionalmente se ha empleado para describir “las tierras incultas” o que no se pueden aprovechar, y que son las inmediatas al río. En esta zona de “Las Arribes Centrales” parece cobrar mayor significación el término, incluso emplearse para designar numerosos parajes, todos ellos relacionados con intrincadas riberas del RÍO- con mayúsculas- y de arroyos que fluyen hacia él:
“el Rupinal”, “El Rupetín o Ropetín”, “la Rupurupai, “El Robortal”, “la Rodocolodra”, “La Rodocosa”, “el Rodomolino”,” El Rodo de la Sanguina”, Rodo Sende, La Rooscada, Roosanguino, Roostal, …”El Rostro”, península que penetra en Portugal, y al que nuestros vecinos llaman por eso “O Nostro”.
"Corriendo el agua en Aldeadávila" (Fotografía de Rebecca)
Como se ve, la familiaridad de los antiguos vecinos con cada rincón de Las Arribes les lleva a designarlos con el omnipresente artículo, muy usado en todos estos pueblos, rasgos que perviven de su antigua habla.
Pero es en las leyendas y mitos, donde podemos encontrar los rasgos más característicos de la original personalidad de estas gentes, tan apegadas a sus antiguos ritos y tierras. Es difícil encontrar una tierra castellana y leonesa con tantos mitos creados en torno a figuras como los árabes- llamados aquí genéricamente moros-, el temor a la naturaleza y a al rugir de las aguas en días de tormenta, la admiración por los estrechísimos cortados del “Salto del Gitano”, historias de contrabando al anochecer, y de violencia y muerte en unos años 60 del siglo XIX que Llorente Maldonado refería como “época heroica” sin duda, porque así se lo referían los más viejos en los años inmediatos de postguerra -1945 y 1946-.
Tierra ésta que no deja de sorprendernos, y en la que a poco que se bucee se encontrarán rasgos tan diferentes al resto de la provincia salmantina, sin duda favorecidos por el aislamiento, y la admiración por su extraña tierra.
Cada peña, cada rincón esconde una historia, pequeña pero bella, y nos referiremos sólo a algunas de ellas:
La más antigua parece ser la de la “construcción mora de la Torre-fortaleza de Aldeadávila” que ya citó Madoz en 1.845, además de dos sepulcros de nobles hoy desaparecidos. Pero es también relacionada con la época árabe, o con su finalización cuando se cita en Masueco una antigua leyenda de una doncella mora encerrada en una torre con inmensos tesoros, o la bella estampa de la ermitaña Santa Marina perseguida por el general árabe en su corcel, y que exclamó: “¡ábrete peña santa, que viene Marina cansada¡” ante los atónitos ojos del guerrero musulmán.
Poco después, peregrinos franceses traerían consigo en el siglo XIII la leyenda de “Flores y Blancaflor”, que todavía escuchó Menéndez y Pidal en Corporario en 1906. Empieza así, en su versión local:
1 Tan alta iba la luna
como el sol al mediodía
a pedir a dios del cielo
y a Santiago de Galicia,
a pedir a Dios del cielo
que le diese un hijo o una hija
para heredar el condado,
que herederos no tenían.
Mucho más recientes, aunque con el mismo misterio propio de estas tierras, son la “historia del Picón de Felipe” y del “Salto del Gitano”. Estas dos leyendas nos entroncan con la admiración por la naturaleza, y el secular aislamiento del otro lado de la “Raya húmeda”, así como con el mundo de los pastores, cabreros y el contrabando.
Es más antigua la versión del “Salto del Gitano” ya anterior al siglo XVIII, y dice así: “Cuéntase que uno de estos bohemios, perseguido por la tropa y acosado de tal suerte que no tuviera más remedio que morir ó entregarse, tomó carrera, y dando un salto verdaderamente prodigioso, salvó la distancia entre las dos orillas”.
A pesar del aislamiento y de persecuciones por las tropas, el amor hispano-portugués se hacía hueco entre peñascos y arribes:
“se cuenta de un pastor de Aldeadávila, Felipe, quien acudía con sus cabras al lugar más escarpado de las Arribes, y que se trata de un enorme peñasco que cae vertical. Como siempre acudía al mismo lugar con sus cabras, se llegó a enamorar de una muchacha del pueblecito portugués de Bruçó, a la que no podía ver, porque en el medio se halla el vacío del padre Duero-Douro; desesperado en la añoranza de su amada portuguesa, se dedicaba con las manos, con pequeñas herramientas, con lo que podía a realizar un puente o un paso que le permitiera cruzar el río y reunirse con su amada.”
Esta es la más bella estampa de Las Arribes, Felipe, en su locura se encontraba sin embargo en el camino correcto: borrar fronteras, separaciones y tratar de hermanar a los dos pueblos ibéricos, separados desde el año 1.139. Pocos metros, río abajo se haría la “Gesta de la construcción del Salto de Aldeadávila” en las décadas 1950-1960, inaugurándose en 1.964.
Hace siglos, estos agrestes parajes sólo eran frecuentados por cabreros y sus rebaños, y algún que otro “forajido” o “escapado de las justicias” como el célebre “gitano”, además de los frailes franciscanos menores de Laverde, que hasta 1830 cuidaron del Convento de Laverde y su célebre “huerta”. Se dedicaban a la enseñanza de la Gramática, y al cuidado de enfermos. Desde que a mediados del siglo XIII visitara estos parajes nada más y nada menos que San Francisco de Asís, y pocos años después “el infante Sancho I Pérez” pocos personajes célebres habían transitado por el camino de “Santa Marina” con dirección al hospital de “San Marcos” en Aldeadávila, dado lo escabroso del terreno, y lo cerrado que estaba por alcornoques, encinas y robles.
Pocas majadas bien conservadas quedan de aquellas veintiuna que se censaron por el Marqués de la Ensenada a mediados del siglo XVIII, un momento de aparente riqueza en Aldeadávila, que estaban situadas en los siguientes parajes –todos ellos cerca de Las Arribes-: Nave Espino, San Pelayo, Naverravea, Varrevachín, Carbajal, Lavesada, Losas, Los pajeros, Fuente rebollo, La laguna, Terroñas, Los Llanos, Pozo Madero, Las Navas, los Coriscos, Langinas, Fuente de Mendo, Juan Casado, La Roscada, Valle Hurdal y los Arribes.
Lagoaça: Vistas do rio DOURO
La vida de un cabrero, podía ser tan bucólica, como la vida del “DIENTES” a finales del siglo XIX:
“PERICO nos entretiene contándonos las hazañas de el Dientes, un cabrero de aquellas montañas para el que no existía la palabra inaccesible, que quitaba la presa á las águilas en sus nidos, atando el pico á los aguiluchos, sosteniendo á veces luchas con las aves de rapiña en medio metro de terreno, pasando en aquellas grietas noches enteras y haciendo milagros de equilibrio, que sólo al ver los sitios donde los hacía se erizaban los cabellos. El pobre Dientes murió de un tiro que le disparó un jovenzuelo”.
Éste es el terreno que denominaban “inculto”, por eso la profesión de cabrero en el escalafón social estaba muy por debajo de todos aquellos que podían dedicarse a la agricultura.
Sin embargo, la situación cambiaría a finales del siglo XIX, y escritores célebres en fase “meditativa” como Miguel de Unamuno, o el médico de Aldeadávila por aquellos años, periodista y amigo del rector de Salamanca: “José González de Castro” que utilizaba el seudónimo de “Crotontilo” en sus artículos.
Unamuno dedicó durante los carnavales de 1.898 tan bellas palabras como éstas:
“Hubo un tiempo, hasta eso del año 30, en que floreció en su retiro aquel cenobio, ofreciendo en aquella colosal hendidura de la adusta meseta castellana escuela de recogimiento y meditación a los frailes menores durante algún tiempo del año y refugio para su vejez a los que de ellos pedían acabar allí sus días, en el vivo silencio, rezando a la sombra de los limoneros y al compás del murmullo del contenido río. Es, sí, un silencio vivo el que aquí reina, vivo porque reposa sobre el sempiterno rumor del Duero, que en puro ser continuo acaba por borrarse de la conciencia de quien lo recoge. Y como se pierde de cuenta este rumor del sempiterno curso del río, perderíase allí de cuenta el rumor del curso de las horas que habrían de desfilar en solemne procesión monótona. Allí, en aquel refugio, libertaríanse los espíritus del tiempo, engendrador de cuidados, yendo cada día a hundirse sin ruido con su malicia en la eternidad. ¡Siempre el mismo río, los mismos peñascos siempre, todo inmutable!. Cuando lo que nos rodea no cambia, acabamos por no sentirnos cambiar, por comprender que es el vivir un morir continuo, que “entre la vida y la muerte no hay espacio ninguno”, como reza la inscripción del convento de Laverde.
A este convento iban en un tiempo los riberanos a los perdones, por la Porciúncula, y aún hoy algunos recuerdan haberlo oído. En denominaciones de sitios ha quedado la memoria de los franciscanos que lo habitaron. Hay en el camino un punto que se llama el montadero de los frailes; a una peña que forma a modo de asiento le llaman la silla del guardián. Allí cuentan también, que viniendo Santa Marina perseguida de los moros y cansada del camino, al llegar a una peña le dijo:
“Ábrete, peña cerrada, que viene Marina cansada”
En la peña hendida se colocó un altar a la santa, y sobre ella se alzó la capilla de Santa Marina, cercana al convento.
Fuente tradicional en Mieza de la Ribera
La cuadrada torre del convento mostrando al descubierto el enladrillado de su cupulilla, mira al contorno. Contemplándola recordé aquellas dos hermosísimas estrofas de “Los dos Campanars”, de mosén Cinto Verdaguer:
“- Campanes ja no tinch, -li responía
Lo ferreney campanar de Sant Martí.-
¡Oh!, ¡qui pogués tornármelas un día!
Per tocá’a morts pe’ls monjos les voldría;
Per tocá’a morts pe’ls monjos y per mi.
¡Que tristos, ay, que tristos me deixare!
Tota una tarda los vegí plorar;
Set vegades per vèurem se giraren;
Jo aguayto fa cent anys per hont baixaren:
tu que vius més avall, ¿no’ls veus tornar?
Pendones en San Blas de Corporario. Blog de Salvador Vicente: "Mi Rincón Literario"
Hoy en día no habitan en la profunda barrancada, fuera del rentero que explota lo que los frailes dejaron, más que los carabineros españoles, y del otro lado del río los guardiñas portugueses, vigilando el paso de la barca. El contrabando es lo único que a las veces anima el enorme tajo. Algunos desgraciados se ponen de acuerdo, lanzan de un lado a otro del río un bramante o cogiéndolo con los dientes lo pasa alguno a nado, con él tienden una maroma, y pendiente de un barzón pasan mediante una guindaleta, de un reino a otro, género prohibido. Es el modo de contrabandear allí donde no hay puente alguno, a lo sumo una manotera, y alguna vez un paso a saltos. La frontera natural se halla profundamente marcada, parecen haberse desgajado violentamente los dos reinos. Arriba nadie lo diría; desde Masueco aparece Ventosello, un pueblecito de Tras-os-montes, situado en la misma llanura, sin más que leves ondulaciones del terreno en el intermedio…”
Y es precisamente este contrabando, del que habla Unamuno el que más interesaba a los propios desgraciados, a los “desharrapados” de hace 110 años. El periodista L. Alonso en agosto de 1.906 habla así de ellos:
“Por aquí nos dijo PERICO pasamos una noche doce veces el río y “metimos” mil majuelos de contrabando.
-¿Y cuánto cuesta de entrada cada majuelo?
-Una peseta
-¿Buena noche entonces, ¿eh?
-Sí, señor; ganamos cinco pesetas para los dos (!!!)
Si el andar por aquellos lugares, no ya de noche, sino á pleno sol, supone profunda indiferencia por la vida, pasar el río, no una, sino doce veces, de noche, y por el procedimiento de la guindaleta, que ellos emplean, demuestra que para aquella gente el pellejo tiene menos valor que una colilla.
El procedimiento de la guindaleta es muy curioso: sobre el río, y atados los extremos en dos peñascos de las orillas, tienden una gruesa maroma, de la que cuelga y por la que resbala una argolla ó barzón; del barzón se suspende el que va á pasar, atándose por el cuerpo. Una cuerda más delgada, cuyo medio se ata al barzón y cuyos extremos cogen uno en la parte de España y otro en la de Portugal, sirve para hacer la tracción, porque el contrabandista, al colgarse de la maroma en una orilla, recorre, resbalando por su propio peso, medio camino, pero al llegar á la mitad del río, la maroma forma una V y es preciso tirar de la guindaleta para que llegue á la orilla opuesta. Naturalmente, ocurre con frecuencia que la maroma se rompe y el hombre va al río, que, por fortuna, en aquellos sitios es vado (70 metros de profundidad).”
Este abandono, esta falta de conexión con la sociedad salmantina y castellana, ya desde finales del siglo XIX hacía que la violencia, las muertes y los ajustes de cuentas estuvieran a la orden del día. También los robos y la pobreza, incrementado por la “peste de la filoxera” que arruinó los viñedos durante más de una década: es lo que Llorente-Maldonado recogió en 1947 de estas gentes:
“son alegres y bulliciosas…la época gloriosa que tuvo lugar hace más de 60 años…”
Descripciones que nos causan asombro, es nuevamente la de L. Alonso y sus acompañantes en el agosto de 1906:
“Cuando entramos en el pueblo- Aldeadávila- anochecía; en la esquina de una calle, una joven tocaba una campanilla y rezaba “Padrenuestros” por las almas de los difuntos, los vecinos la acompañaban en el rezo; no sé si fue la hora ó el respeto que inspiran esas viejas costumbres, lo cierto es que aquella escena nos emocionó. Pero mayor fue la emoción que nos causaron cuando después de cenar nos hallábamos conversando tranquilamente en la posada. Varios disparos y unos aullidos nos hicieron saltar en nuestros asientos, mientras los contertulios se quedaban tranquilos riéndose de nosotros.
-Ustedes no están acostumbrados á esto y por eso les extraña-nos dijeron-; son los mozalbetes que jijean y descargan las pistolas; eso lo hacen todas las noches: es costumbre.”
El paisanaje, de finales del siglo XIX era, desde luego muy característico de La Rivera, y diferente al del resto de la provincia, “un mundo aparte”, así la literatura nos ha dado breves, pero amenas descripciones de este tipo de personajes:
“el tío Romo”, “el tío Mateo de Masueco” y Miguel de Unamuno, los contrabandistas “Perico el Feo” y “el Roto”, los cabreros “tío Felipe” y “el dientes”.
El contrabando siempre tuvo mucha importancia en estas tierras, ya desde el cierre de fronteras medieval que se da después de 1400 con la Batalla de Aljubarrota, pero mucho más en esta raya húmeda, intransitable, salvo para los naturales de la comarca, y que fácilmente “burlaban” la vigilancia de los carabineros de la Aduana. La descripción de las peripecias de “Perico el Feo” y “el Roto”, a comienzos del siglo XX es muy interesante:
“Lo que nos falta-nos decían- es andadero, puede decirse que llano. ¡Diantre!. ¡Á qué cosa llaman aquellas gentes llano y andadero!. Al poco rato de decirnos esto, y después de saltar entre cachales, la vereda se corta para dejar paso á un regato que desciende y por el que, según nuestros cálculos es imposible saltar. Miramos á “el Feo”, luego á “el Roto”, como preguntando: ¿Y ahora?
Ellos se ríen; “Perico” apoya los pies en un peñasco de la orilla, se deja caer sobre otro de la margen opuesta y nos dice:
¡Á pasar!
La verdad es que el tendido del puente ha sido rápido, económico y el piso es blando. Á nosotros nos duele más pisar sobre él que á él sufrir nuestro peso”.
Así de sencilla, y “sufrida” se muestra la gente de estas comarcas.
Estas tradiciones se muestran así de contundentes, no sólo en las labores del “cabrero” que el Ayuntamiento se propone potenciar y resucitar, y que ha dado pie a la restauración a lo largo de 2008 de dos majadas históricas en el camino de la “playa del Rostro”, el recientemente inaugurado “Ecomuseo de las majadas de las Arribes”, la próxima inauguración del “Monumento al Cabrero”, sino también en las fiestas tradicionales de estas tierras.
Fiestas de Aldeadávila
Las FIESTAS son el momento en que se abandonan las labores tradicionales del “campo”- y ahora de otros variados sectores-, y se regocijan los vecinos con tradicionales tan ancestrales como la “Fiesta bufa” durante los Carnavales–que tiene su paralelismo con “A Festa dos Velhos en Bruçó”, o “el día de San Antonio Abad” – en la que los mozos y niños recorren la noche anterior las calles y plazas a lomo de burros o mulos, para presentarse después en la casa del mayordomo a obsequiarles con pastas, vino ó chochos, “la noche de Ánimas” –un ancestral “Halloween” de esta Villa, pero sobre todo las fiestas de fin de verano, la fiesta por excelencia, en la que mayores, mozos, hijos de la Villa y “forasteros” como se dice aquí, se dan cita desde tiempos inmemoriales para festejar “las Fiestas del Toro de Aldeadávila”.
Todos estos aspectos festivos tenían su propio léxico dentro del habla ribereña que todavía se conserva en parte:
“Baile de la Rosca”, “Bambarro”, “Bodina”, “Bodoriu”, “Brea”, “Capoti”, “Chochos”, “Forasteru”, almendras “garrapiñadas”, “Jijeo”, “Jira”, “Mayordomo”, “Mozo”, “Partidas”, “Palenques”, “Talanqueras”, “Tamborinu”, “Toreru”, “Toru”, “Vacu”, étc.
Y es que la “Fiesta de los Toros”, según aparece en los libros Parroquiales de Aldeadávila, ya se celebraba antes de 1.565, porque se dice en 1.575:
“Juan Bautista- pintor de la ciudad de Salamanca- concede ante el escribano de Aldeadávila, diez ducados para la compra de un toro para los mozos de Aldeadávila. Las corridas de toros habían sido abolidas diez años antes”.
¡Qué poco ha cambiado esta costumbre más de 5 siglos de lapso. Ese binomio toros-mozos de Aldeadávila, que es en definitiva, endulzado con más ingredientes, el auténtico corazón de estas fiestas que duran una semana completa, al terminar todas las labores agrícolas de la trilla y el cereal.
Estas fiestas se celebran “por San Bartolomé” desde el año 1.852 en que la Reina Isabel II – a petición de la Diputación Provincial de Salamanca- da autorización a nuestro Ayuntamiento para celebrar: “una feria anual los días 24, 25 y 26 de agosto”.
El aspecto principal de la feria era la adquisición de los “torus” añejos, hoy “vacus” de 2-3 años debido al “Reglamento taurino”, pero también la “Feria anual de ganado” de San Bartolomé, la más importante del Oeste salmantino hasta 1.983, año en que desparece lamentablemente.
En estas fechas, la población de la Villa- 1.450 habitantes- se incrementa de manera estable hasta los 3.000, y en los actos festivos principales de la programación- cuatro días taurinos- se calcula en 5.000 las personas que los presencian. Estas ferias son un gran imán comarcal, desde hace mucho tiempo, motivo que ha movido al Ayuntamiento de Aldeadávila, apoyado por toda la Corporación Municipal, Asociaciones Culturales, de Empresarios y vecinos a solicitar el pasado mes de Octubre su catalogación como “Fiesta de Interés Turístico Regional”: motivos no le faltan para esta declaración.
Las Peñas, con más de 50 en la actualidad, forman una parte muy importante del desarrollo de este “jolgorio colectivo” en el que participan grandes y niños, lo mismo da, y tienen su antecedente nuevamente en las tradiciones, a las que parecemos ser tan amantes en estas tierras, en concreto a “Las Partidas”, a las que se refiere Antonio Llorente-Maldonado de Guevara en 1.947:
“Una de las principales características de la vida riberana es la sociabilidad organizada de sus habitantes. Se reúnen en cuadrillas muy numerosas, las llamadas en Aldeadávila “Partidas”, …formadas en esta Villa por los que tomaron la Santa Comunión por primera vez, y juntos siguen unidos indisolublemente hasta la muerte; todas las fiestas son colectivas, cada partida por su lado, y cuando dos partidas se indisponen, la batalla- antes sangrienta, hoy solamente dolorosa) es inevitable. Esta unión no termina con el matrimonio, sigue inalterable; lo mismo los hombres que las mujeres,… permanecen ligados; y hoy…todos comen en casa de uno, mañana la gran juerga en la bodega del otro, muchos días las mujeres tienen por su parte una magnífica merendola, étc., y por la noche a rondar si son solteros,… a cantar si son casados.
Esto que pasa en Aldeadávila con las partidas, se encuentra con ligeras variantes en las cuadrillas de los demás pueblos: todo a base de amistad, de beber y de cantar…
No hablemos de las fiestas anuales, con sus corridas y su encierro “A LO SAN FERMÍN”, en las que se derrocha de todo:
Cante, danza, valentía, dinero, vino, palos…”
Y es este aspecto de la música, los bailes y los cantos donde se conservan antiquísimas Coplas populares, ya desde el siglo XVII, en donde la imaginación popular, los hechos cotidianos, y otros trágicos de la comarca tienen su cabida:
Así, el más antiguo conservado sería la “Copla del Toru de Aldeadávila:
“Toreru tira la capa
Toreru tira el capoti
Toreru tira la capa
Mira que el Toru te cogí
Vete pa casa
Mira que el Toru te cogí”.
O el “Toro de Mieza”, cantada en toda la Rivera salmantina, y que recogió en 1.906 Dámaso Alonso:
“El Torito de este año
Ya lo tienen ajustado
Que lo ajustaron de noche
Por eso dicen que es bravo
Que lo ajustaron de noche...
Por eso dicen que es bravo...”
Durante los años 60 y 70 fue famoso en toda la comarca el tamborilero “Tío Veneno”, que heredó el tamboril de su padre. A él, el fervor popular le dedica coplas muy recientes:
“Tamborilero, el Veneno
Y el Rondiche bailador,
Tocando las castañuelas,
El mejor, el tío Troncón”.
O esta otra copla:
“En un pueblo riberano
Hay boda de postín,
Toca el tamboril el Vene,
Baila la rosca, el Martín”.
La creación popular continúa con los modernos cambios en las "Fiestas del Toro":
"En la noche de San Bartolo
ya pasaron las carrozas...
ya sueñan con el encierro
todos los mozos y mozas"
(DASNIO)
La Naturaleza y el Turismo
En efecto, al valor ecocultural de nuestras tradiciones y cultura local, en el que incluimos nuestras fiestas tradicionales, el gran despegue del Turismo en nuestra región, y en particular en Aldeadávila, como su núcleo más activo, tiene mucho que ver la poderosa y vigorosa naturaleza que aquí disfrutamos, pero también con los pasos adecuados que han ido dando las diferentes corporaciones municipales desde los años 70:
“Todo el Municipio de Aldeadávila de la Ribera, con sus 46 km2, está integrado en el denominado “Parque natural de las Arribes del Duero”, en concreto en su Sector Central. Las figuras de protección que acoge el Municipio completo son:
Lugar de interés Comunitario (LIC) desde enero de 1.998.
Zona de Especial Protección para las aves (ZEPA), última actualización de julio de 2.004.
Catálogo de la Red Natura 2.000 de la Unión Europea.
Declaración de “Areas críticas” para la conservación de la cigüeña negra –Ciconia nigra. Orden de 22 de junio de 1.998. El Municipio está integrado, en concreto, en las Áreas 1 y 2.
El paisaje, suave y ondulado en el borde de la penillanura del Campo Charro, se transforma en abrupto y rocoso para descender hasta las profundidades del río Duero, en las llamadas tradicionalmente “Arribes”. Éstas son las dos componentes principales del paisaje en Aldeadávila:
Una campiña verde con cultivos de vid, cereales, frutales y jara en los bordes de transición de la penillanura, y unos cultivos típicamente mediterráneos en las Arribes: “olivos, almendrales, naranjales y limoneros” –así, como todavía decimos en esta tierra.
Las vistas panorámicas que se disfrutan entrando por la carretera de La Zarza, y en los tesos de “La Horca”, “de María Auxiliadora” o de Santiago, y en las altitudes mayores que se dan en el “Teso de la Cabeza” y “Teso de la Vesada”.
Los mamíferos, vertebrados y rapaces tan abundantes aquí son un reducto de los que vivían en la penillanura salmantina durante la edad media, pero acondicionados a la flora e invertebrados típicos de “Las Arribes”. El sistema de parcelamiento secular por medio de “paredones”, y el sostenimiento del terreno en las riberas del Duero por medio de “bancales” logran evitar la erosión del terreno y su degradación. El valor cultural de la agricultura tradicional de “subsistencia” cobra aquí la máxima importancia, porque no sólo ha conservado el medio natural, sino que lo ha potenciado.
El mismo valor cultural e importancia se le ha dado en estas tierras olvidadas a las “fuentes”, “pilones” y “caños” conscientes desde siempre de que el agua es un valor escaso. Por eso, en cualquier recodo del camino, al abrigo de una peña, en cualquier placita de la Villa, y sobre todo a sus entradas, se han sabido mantener las fuentes, y siempre se ha preparado por parte del “concejo” los dineros necesarios para su mantenimiento, o para desarrollar nuevas. Lamentablemente, las fuentes de bóveda de origen más antiguo como “Fuente Santiago”, ó “Fuente Remoria” han sido desmanteladas en la época de los años 70, pretendiendo volver a valorizar el Ayuntamiento estos antiguos recursos. Entran dentro de este estudio la valorización del puente del “arroyo Remolino” que mantiene en pie sus antiguos pilares, y el antiquísimo puente de “calle Berzal”.
En visitas medioambientales por la campiña “aldeavileña”- término más tradicional que el nonato término de “aldeaviluco” que se quiere introducir- el Visitante atento podrá descubrir y observar-sobre todo en época de celo- mamíferos como garduñas y jinetas, tejones y zorros; diversos tipos de culebras como las de escalera, herradura y lisa meridional, pero sobre todo la más abundante “bastarda”, así como todo tipo de “eslizones”, lagartijas, y salamanquesas; también en épocas de tormentas, y junto a las charcas y lagunas: ranas, sapos, salamandras y tritones, también en algún “pilón” sin uso agrícola. También cangrejos “autóctonos”
De la antigua riqueza piscícola del Duero antes de la construcción de la presa, por desgracia ya no quedan las “lampreas” que hicieron famosa en Salamanca las aguas de Mieza y Aldeadávila; han sido sustituidas por los barbos y tencas, y el menos apreciado lucio.
Pero donde principalmente destaca el “Parque Natural de las Arribes del Duero” y lo hace singular y único, es en la gran riqueza de aves que se dan, algunas de ellas únicas:
Cigüeña negra: posee más del 8% de la población total española, estando censadas 20 parejas.
Alimoche: con 75 parejas censadas, supone el 20% de la población regional, y el 6% de la española.
Y el emblema de las aves de las ARRIBES: el buitre leonado con más de 550 parejas, que suponen más del 13% de la población regional.
Menos abundante, pero también muy fotográfico y vistoso es el vuelo del Águila real con 24 parejas censadas, que suponen el 20% de la población regional, y el 10% de la nacional.
El águila perdicera con 17 parejas concentra toda su población castellana y leonesa en estos fayales, puesto que constituyen el 65% de la población regional.
El búho real (Bubo Bubo) con casi 30 parejas.
Todas estas aves de gran porte, cuya reserva de hábitat supone uno de los últimos recursos naturales de Castilla y León, hizo que ya desde el año 1.992 se tuvieran en cuenta y censaran sus recursos valiosísimos, además tenemos el buitre leonado, el halcón peregrino, la chova piquirroja, dos colonias importantes de quirópteros y una de las 12 áreas españolas de la herpetofauna.
Los planes futuros para el Parque pasan por su solicitud para la declaración de “Reserva de la Biosfera” ante la UNESCO, uniéndose así a la Sierra de Béjar salmantina, la construcción y mejora de los miradores existentes, fundamentalmente en los Municipios de Aldeadávila, Mieza y Vilvestre, y el proyecto estrella: “Un sistema integrado de control y depuración de las aguas”.
Aldeadávila ha sido consciente desde hace muchos años de su increíble potencial turístico, y ya desde los años 60 ha dado pasos en dicha dirección. El resultado actual que podemos calificar de “cabecera turística” de Las Arribes junto a Fermoselle, y Miranda do Douro no es fruto del azar, sino de su centralidad –no reconocida oficialmente- y de las iniciativas que han ido desarrollando sus diferentes corporaciones.
Así, la construcción de las piscinas y del polideportivo descubierto marcó esta senda al comienzo de los años 70, seguido una década después de la apertura del bonito complejo del “Albergue La Noria”: de ambas iniciativas tomaron buena nota el resto de ayuntamientos de la comarca, incluso Vitigudino que fue posterior.
La afición local “al juego de pelota” y la potenciación del baloncesto provincial hicieron necesario la construcción de un frontón cubierto, en su día orgullo del pueblo, también en la década de los años 80. De esta época son las iniciativas populares para realizar la primera senda del Duero, a través de una carretera rayana con Las Arribes, pero sobre todo el desarrollo local del barco pionero “Corazón de Las Arribes”, así como la ejecución de la playa fluvial en “El Rostro” de Corporario, nuevamente esta iniciativa fue imitada en Vilvestre-Freixo y en Fermoselle-Miranda do Douro.
Se potencia así enormemente el potencial turístico de la Villa, momento que crea los primeros “Centros de Turismo Rural” donde en un entorno de naturaleza, y de actividades agrícolas y ganaderas se potencia el contacto de los “Visitantes” con otro mundo muy diferente al de la ciudad: lo que en esta tierra llamamos “el campo”. De este momento-mediados de los 80- se construyeron y rehabilitaron dos granjas-centros de turismo, también pioneros en la comarca, y que vinieron a complementar al tradicional hotelito “El Porrón”.
Hoy en día, y gracias al mayor apoyo de las Instituciones, y a las subvenciones europeas y comunitarias gestionadas por “Adezos”, ALDEADÁVILA cuenta con más de 200 plazas para Visitantes, gracias a 6 Centros de Turismo Rural, el Albergue La Noria, y 3 Hoteles. La oferta se complementa con una “Zona de Autocaravanas” junto a “La Noria” que se hace pequeña y se va a ampliar para cubrir las necesidades.
La apertura en el año 2.002 de la “ermita de San Sebastián” como Oficina Municipal de Turismo dió cabida en el Municipio a una gestión moderna y planificada de los recursos, así como la posibilidad de realizar campañas de publicidad incluso de ámbito nacional.
La oferta se con varios restaurantes que ofrecen los tradicionales “potes” de la región, y con diversas opciones de “turismo activo” tanto en la naturaleza, como rutas guiadas y posibilidad de recorrer las arribes en el vehículo tradicional de estas zonas: el mulo y el burrito.
Las acciones de promoción que cada año realiza el Ayuntamiento cubren las más insospechadas facetas:
La catalogación y restauración de elementos arquitectónicos de arquitectura tradicional y religiosa, contándose más de 150 monumentos en el “Casco histórico”.
El mantenimiento y embellecimiento del recurso del agua: son innumerables las “Fuentes” o “caños” y los “pozos de lavar” tradicionales. También entra en esta preocupación la restauración de los tres puentes medievales conocidos.
El mantenimiento y ampliación del recurso del “Crucero Corazón de las Arribes”: se ha dotado recientemente de un nuevo barco cubierto e insonorizado con más de 100 plazas, la instalación de merendero en la playa fluvial, y la ampliación de las instalaciones. Punto señero en este recorrido es la reciente apertura del “Ecomuseo de la Majadas Arribeñas” donde se enseña cómo era la vida de un cabrero en los años 50, con explicaciones del último cabrero tradicional.
La colaboración del Parque Natural viene siendo importante en los últimos años, con el “Proyecto del Muladar de El Encinal”, en el camino de Santa Marina, donde los biólogos e investigadores especializados de las aves, puedan observarlas tranquilamente, y ahora mismo se están adecuando dos miradores.
La señalización de monumentos y de las calles de la Villa, con una breve explicación de su historia, así como la erección del “Monumento al Cabrero”
Otro punto donde también es pionera nuestra localidad es en la creación de la “Agencia de Desarrollo Local”, y en el impulso de la “Fundación Aldeadávila Bien de Interés Cultural”.
Los proyectos en ejecución son muchos: la renovación del sistema de alumbrado por otro más respetuoso con la tradición y más eficiente-otra de las ideas pioneras de este pueblo-, la Solicitud para la declaración de las “Fiestas del Toro” como “Bien de Interés Turístico de Castilla y León”, la futura creación del “Museo del Contrabando” del que Aldeadávila nuevamente era punto señero en los siglos XIX y XX, y sobre todo su reconocimiento como “Bien de Interés Cultural”, uniendo así su interesante casco medieval al de las localidades ya reconocidas de San Felices de los Gallegos y Fermoselle.
“Aldeadávila se está vistiendo de galas, como si fuera una novia”.
En palabras del alcalde Santiago Hernández: “está quedando más bonita que nunca”.
Sin duda que así es, y en ello intervienen sus recursos turísticos, sus ricas tradiciones y gastronomía, y su conjunto monumental.