Parte II del cuento de contrabandistas en LA RIBERA DE SALAMANCA, escrito por MATILDE CHERNER y publicado por Robustiana Armiño de Cuesta en 1862.
En este capítulo nos habla de la creencia en brujas, diablillos, demonios, familiares,...las ancestrales brujerías de las ARRIBES DEL DUERO.
Aunque la
nueva de aquella vida nómada desconcertaba por completo sus bien combinados
planes, Rosalba, dotada de esa fortaleza que hace de la mujer un héroe, aguardó
resignada mes tras mes y año tras año la ocasión de llevar á cabo aquella venganza,
cuya idea era la que animaba su miserable y desesperada existencia.
En este capítulo nos habla de la creencia en brujas, diablillos, demonios, familiares,...las ancestrales brujerías de las ARRIBES DEL DUERO.
II
“La Perlita se casó,
Se fue á vivir a la playa,
Cogiéronla los armeros,
Diéronla para una saya.
Perlita, ¿qué será de ti?
Perlita, ¿qué será de ti?,
Piensas que nadie lo sabe,
Y todo se
sabe aquí” (Canción
popular)
“Rosa permaneció por
algunos dias encerrada en su cuarto, jurando y persiguiendo como un
presidiario, y desoyendo los consejos de la cirujana, que con el pretesto de
consolarla, entraba en la casa por la mañana, y no salia hasta muy cerrada la
noche.
De repente Rosa cesó de
llorar, trenzó de nuevo sus negros y abundantes cabellos, y se presento en la
iglesia acompañada de la cirujana, que no cesaba de repetirla seis veces por
hóra:
-“ ¡Gracias á Dios ,hija
mia, que te has cansado ya de lloriquear y hacer pucheritos como una tonta. No
se acaba el mundo con ese tunante, que mal fin tenga, y estos ojos ,lo
vean…nada, nada á rey muerto, rey puesto, y á vivir!
En medio de su dolor y de
su vergüenza, que la hacian huir de sus antiguas amigas, Rosa encontraba cierto
consuelo en la compañía de aquella mujer charlatana é insustancial, pero que al
menos miraba con indulgencia sus gravísimas faltas, y la compadecia y
acariciaba como una verdadera madre.
Es verdad que la cirujana
obraba solo impulsada por el interes de ganarse la voluntad de la muchacha:
pero Rosa, que se veia cuidada á qué
quieres boca, que veía la casa arreglada y limpia como una tacita de plata
y los mozos de la labor mejor atendidos que nunca, pensaba acerca de aquella
pobre mujer como la gran Catalina de Médicis acerca del duque de Guisa, á quien
todo el mundo acusaba de obrar tan solo impulsado por sus ambiciosas miras.
-“ Si nos sirve como
ninguno, ¿qué nos importa que á la vez se sirva también á sí mismo? “
Rosa asistia á la misa los
domingos, recorria las eras, los olivares y los viñedos; pero ni acudia al
baile como las demas mozas del lugar, ni se la veia jamas con ninguna de sus
antiguas amigas, de las que parecia haberse olvidado por completo.
Su rostro
hermoso y apacible estaba con frecuencia iluminado por una vaga y melancólica
sonrisa, que prestaba nuevo encanto á sus labios delgados y encendidos como
claveles; pero el profundo rayo de su pupila, se habia reconcentrado en el fondo
de las órbitas de una manera misteriosa, como si ajena á todos los sucesos del
mundo esterior dirigiese las miradas al fondo de su joven y destrozado corazon.
Animado por la intimidad
que reinaba entre las dos nuevas amigas, el padre de Rosa (á la que comunmente
llamaban en el pueblo Rosalba) se atrevió á demostrar á su hija todas las
ventajas que le traeria el que la cirujana entrase por completo en la casa, y
lo mucho que debia prometerse de una mujer que, como decian en el lugar, veía el sol por las espaldas de la chica, y
que solo por ella habia dejado la
tertulia del estanco, con su brisca y su truquiflor, y sus copillas de anisete.
Con gran asombro del
labrador, Rosalba, que siempre se habia opuesto con toda su energía á que mujer
alguna ocupase el puesto de su santa y virtuosa madre, accedió de buenas á primeras
á la propuesta, y á los pocos dias la cirujana cubierta de moños y colorines
entraba en plena posesion de la casa de su nuevo marido, siendo lo mas notable
que la muchacha, que habia sido toda la vida voluntariosa é indomable, era para
con su madrastra mas humilde y suave que una malva.
Pero ¿quién puede penetrar
los misterios que encierra en sus profundos senos el corazon de la mujer?
Rosalba, la hermosa
Rosalba, la que parecía ya curada de su dolorosa herida, estaba cada vez mas
frenética, mas delirante, mas celosa, entregándose con frecuencia en sus noches
de insomnio á los accesos de la mas funesta desesperacion.
Desde aquel negro dia en
que otra mujer se haía unido para siempre al que tan villanamente la habia
deshonrado, “no hubo ya para Rosalba ni sombra, pena ni alegría: no hubo ya mas
que un pensamiento unico, el de la realizacion de su venganza”[1].
Esclava de aquel
pensamiento que la dominaba de una manera horrible, resuelta á sacrificar por
él todos los intereses materiales, que miraba ya con la mas glacial
indiferencia, Rosalba, que pasaba la vida en acecho, logró averiguar al cabo de
algunos meses que su pérfido amante, labrador y contrabandista á la vez, hacia
frecuentes escursiones á Portugal, dejando á su joven esposa en el hogar en compañía de su madre, mujer laboriosa y
caritativa que profesaba á su nuera el mas tierno y desinteresado cariño.
A los dos años, y como si
el destino quisiese acelerar el logro de sus feroces deseos, el padre de
Rosalba falleció repentinamente, dejando á su hija dueña de una fortuna que,
residiendo en el pueblo, era mas que suficiente para vivir sin trabajar.
La cirujana maldecia su
suerte, se retorcia las manos, y maldecía tambien la ceguedad del difunto á que
dia por dia habia estado acosando en vano para que dejase bien arreglados sus
asuntos.
Preocupada únicamente por
el deseo de lavar en sangre su afrenta, Rosalba ofreció solemnemente á la
cirujana dejarla en completa posesion de sus pingües haciendas, si ella por su
parte se comprometia á poner en juego toda su astucia para ayudarla en el logro
de la venganza con que incesantemente deliraba.
La cirujana, devorada por
la codicia y pensando juiciosamente que las haciendas la vendrian muy al caso
para conquistarse el amor del fiel de
fechos, que le parecia escelente para tercer marido, prometió a Rosalba
cuanto quiso, ofreciéndose á servirla á las mil maravillas, y confiándola
reservadamente que nada podia escaparse á su penetracion, porque desde los
quince abriles tenia pacto con los
familiares.[1]
Rosalba que creia á ciegas
en duendes y aparecidos, segura ya de que los familiares inspirarian á la cirujana el medio mas seguro de llevar
á cabo su objeto, aguardó llena de fe á que llegase el dia marcado por el destino, esperimentando una
impaciencia febril cada vez que la vieja se detenia un poco en el estanco á
donde habia vuelto á instalarse diariamente unas cuantas horas en busca de
novio.
Un año
cabal duró la espera, y ya empezaba Rosalba á dudar del poder de los familiares, cuando la cirujana entró un
dia cantando y bailando y levantando los brazos frente á su entenada, brillando en sus hundidos y
arrugados labios una sonrisa cínica é insolente.
Al ver á su madrastra
poseida de tan frenético gozo Rosalba nada preguntó, pero sintió que toda la
sangre se le agolpaba al corazon.
-“ ¿No te lo decía yo?” esclamó la cirujana haciendo un gesto
de los mas repugnantes: “no hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se
pague”: y Maria la Blanca con su blancura
y sus zalamerías se fue á cumplir los veinte años á la tierra, dejándole la
silla vacante y dos criaturitas galanas como dos soles para que no se te haga
triste la casa.
Insultante é indecoroso
sarcasmo, al comprender que “la que le dejaba la silla vacante era una madre
jóven y hermosa que acababa de dar á luz su segundo hijo, Rosalba sintió correr
por todos sus miembros un escalofrio doloroso y que su frente pálida se cubria
de anchas gotas de sudor.
-“ Pues, hija, -añadió la cirujana con entusiasmo sin tener en
cuenta la alteracion que revelaba el rostro de la muchacha, - el asunto ha sido
que ni á pedir de boca; porque figurate que despues de haber salido á misa de parida, i cuando al ver que andaba tan lista
como si tal cosa, su madre se habia ya vuelto á Aldea Dávila, la da un patatus, y sin decir oste ni moste…zas…y aquí paz y des pues gloria; como que
se fue al otro mundo sin ver á su marido que hace ya cinco meses cumplidos que
anda por esos mundos sin dar siquiera una vuelta por la casa.”
A pesar
del afan que mostraba por ver llegar el dia de la venganza; á pesar de los
abrasadores celos que le inspiraba la esposa del que tan villanamente habia
burlado su amor, Rosalba esperimentaba un malestar indecible, lamentando
sinceramente la suerte de la infeliz Maria y devorando en silencio las lágrimas
de compasion que se agolpaban á sus ojos.
-“ Ya ves, hija –añadio la cirujana haciéndose aire con su abanico
de á dos cuartos –lo que Dios hace está
bien hecho; y á rey muerto, rey puesto”, y en lugar de pensar en venganzas y
trigedias, sabes que Dios nos manda perdonar las injurias; con que al avio, y á recobrar lo perdido, que mas valen veinte años que veinte doblones
de á ochenta, y “del agua vertida,
la media cojida”
Rosalba bajó los ojos
avergonzada ante aquella mujer que parecia penetrar en lo mas recóndito de su
alma.
En pos del sentimiento de
compasion que le inspiraba la suerte de aquella desgraciada esposa, se
levantaba orgulloso, florido, indomable el amor que ya creia estinguido, el
amor que la impelia con una fuerza sobrehumana á los pies de aquel hombre que
tan friamente habia ultrajado su peregrina hermosura.
Ciega, desalentada,
seducida por las sugestiones de la cirujana que desvanecia uno tras otro todos
sus escrúpulos, Rosalba se decidió al fin á seguir á tontas y á locas los
consejos de su madrastra que no cesaba de repetirle:
-” ¡Ay, hija mia y qué dias tan hermosos te aguardan! ¡Bendito
sea Dios que al fin y á la postre no se olvida nunca de los suyos!
Y la cirujana autorizada
con su basquiña negra que la envolvia como una mortaja, y cubierta con su
mantilla de franela calada sobre la frente á manera de toca, salió de su casa á boca de noche, encaminándose con
otras comadres á “la cueva del Zorro”,
situada en las profundas gargantas de la sierra , y á donde según decia
esperaba saber aquella noche el sino con que estaba marcada Rosalba y los
resortes que habia de poner en juego para conquistar de nuevo el corazon de
Liborio.
Rosalba, dócil en todo á
las inspiraciones de la que se habia acostumbrado á mirar como á una verdadera
Sibila, encendió un cirio a San Antonio y pasó la noche en oracion, á fin de
que se sirviese iluminar á la cirujana en sus profundas investigaciones.
Como una hora antes de
amanecer la cirujana volvió á su casa en el mas completo estado de embriaguez,
y tartamudeando los mas felices é indeclinables augurios....
La Atalaya de Aldeadávila de la Ribera. ARRIBES DEL DUERO
[1] Nota de
la autora: “Pacto con los familiares. El pacto con el diablo no es tan solo una
estravagancia de la nebulosa imaginacion de Goethe. En pleno siglo XIX existen
todavía muchas personas inspiradas por el fanatismo y mas comunmente por la
estafa, confiesan haber hecho pacto con el espíritu de las tinieblas, que en
cambio pone á su disposicion un gran número de diablillos microscópicos, llamados
familiares,
que el poseido guarda casi siempre encerrados en una redoma de cristal,
obligándolos á servirle de emisarios en todos sus antojos. Según la tradicion, los
familiares hablan mucho, tienen la voz afeminada, y se burlan de sus
enemigos, entrando y saliendo en la redoma por arte mágica y revestidos de las
formas mas caprichosas. Hace muy pocos meses que una mujer, de las muchas que
ejercen en madrid el oficio de adivinas, aseguraba muy formalmente que ella y
otros once poseidos iban dos veces cada mes á la una de la madrugada á los
campos de Vicálvaro á donde sucesivamente conferenciaban con el demonio por
boca de los diablillos familiares, ratificando siempre el pacto con
sacrílegos juramentos. Los familiares merced al privilegio de
hacerse invisibles hacen penetrar á su poseedor al través de los mas espesos
muros colándose casi siempre por el agujero de las cerraduras, y apareciéndose
ordinariamente bajo la forma de insectos ó lagartijas”.