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jueves, 22 de enero de 2015

Los Manolos

"El Indefenso Recurso Humano frente al devorador Manolo"

Artículo de opinión de Jesús Alejo Guarde, en la revista "Foro", 4 de junio de 2010.

Jesús Alejo Guarde, Aldeadávila de la Ribera, 1957 es escritor fecundo, domina el relato corto, siguiendo la tradición ribereña ( "Flash de una vida", "La avispa", "Aldeadávila de la Ribera: de mi pueblo prendado"), novelista: "La fábrica de la luz", y articulista de opinión. Además de su pasión literaria, es también empresario.



"Todo comenzó cuando a ciertas cabezas pensantes de eslóganes se les ocurrió inventar la moda de utilizar la expresión recurso humano para denominar al obrero; y estuvieron acertados, con el apelativo; porque el obrero es una persona que dispone de un patrón que lo conoce, lo mima, lo cuida y lo estimula; sabe de su familia, de su entorno; conoce el porqué de sus estados de ánimo y procura ayudarle a tomar las decisiones adecuadas, orientándole; y, a cambio, obtiene el beneficio de su apoyo y trabajo, creándose una simbiosis entre patrón y obrero; pasan los años y,  cuando llega su edad de jubilación, se marcha agradeciéndole la compañía de toda una vida en su empresa.


Sin embargo, el recurso humano es alguien indefenso, al que el patrón deja en manos de depredadores sin escrúpulos que, en tiempos de bonanza, le aprietan denodadamente, exprimiéndole, hasta que se quema, y se desprenden de él sin preocuparse por su futuro; lo único importante es que no se convierta en un lastre para la firma; en épocas de crisis, le estrujan sin miramientos y, si no arde, harán todo lo posible por carbonizarlo y deshacerse de él, sin demora, para desahogar a la compañía de costes humanos.

Al amparo del recurso humano nació "el manolo". "El Manolo" es ese jefecillo, muy extendido por la geografía empresarial, que asciende por su cualidad de misántropo, y a base de humillar al obrero para convertirlo en R. H. Acaba con sus ilusiones, pisotea sus brillantes ideas, y se las hace propias;  desautoriza su iniciativa, y lo convierte en un domado "burro trabajón", al que únicamente le valoran la demostración de realizar más horas de las que le corresponde. Luego irá exprimiéndolo, denigrándolo, anulándolo, para que nunca le rebase en el puesto, y cuando consiga convertrlo en un tizón, se desprenderá de él, como si se tratara de una lavadora averiada e inservible.
Lucha por mantener intacto su altísimo sueldo, afilando sus colmillos contra sus indefensos colaboradores, convirtiéndolos en personajillos de personalidad trémula, chepas bien altas, cabezas gachas y lenguas mudas. Y, a la vez,  ese ser rastrero, pelota y paseador de paseillos buscará apoyos para su incapacidad, poniendo cara de corderillo delante de sus superiores.

Actualmente, muchas empresas están padeciendo un mal endémico: el llamado síndrome "del Manolo". Consiste en que muchos de sus mandos, llegado el límite de su incompetencia, necesitan recordar a sus subordinados, en todo momento, que en aquel gallinero manda él. Con ello consigue dos propósitos: convertir a unos en pelotas, por miedo o servidumbre, y obviar a aquellos que, por sus altos conocimientos, les plantan cara o les hacen sombra.

Desde hace bastante tiempo, vengo observando que, las empresas que padecen el referido síndrome, se convierten en compañías con un alto porcentaje de RRHH mediocres; esto es debido a que, éstos, se limitan a realizar las tareas que les encomiendan, procurando no enfadar "al Manolo".

Los RRHH  que aportan valor añadido a su trabajo se marchan, o se convierten en incómodos para "el susodicho", y, a la primera oportunidad, los despiden; por tanto, se quedan con la gente corriente.

No tengo fuerza moral para culpar al R.H. indefenso: el temor al despido, a dejar a sus familias sin sustento. El recelo a lo inexplorado: "es mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer". Como sólo han apreciado la penumbra en la "gran empresa" a la que han donado toda su vida profesional, piensan que fuera de allí no brilla el sol. Y, la desconfianza por lo que les pudiera suceder si contradicen a su verdugo, los convierte en seres pávidos, a la hora de proponer innovaciones; por lo que, prefieren callarse, para no meter la pata, y adoptar el lema de "oír, ver, y callar". Y, así, las empresas no salen de la crisis.

Son malos tiempos para el recurso humano, aunque a los altos jerifaltes de los grandes grupos empresariales, se les llene la boca elogiando a los suyos; vislumbro, que están pensando en los "Manolos". En ciertas esferas, no se dan cuenta de que, en muchas partidas, es el peón el que acaba dando jaque mate al Rey, porque antes sacrificaron la Torre. "El Manolo" suele sacrificar al R.H. para salvarse él, aunque luego pierda la partida.

Hace falta mucha humildad para conseguir el mayor esfuerzo del obrero elogiándolo por sus logros. Y esta cualidad se encuentra fuera del alcance de estos personajes.

¡Que Dios nos coja confesados!."

Jesús Alejo Guarde
4 de junio de 2010.

Jesús Alejo Guarde firmando su éultima novela en la Feria de Salamanca.