Parece que no pasa el tiempo por esta singular tierra de Las Arribes. Diez años después, esta publicación "Por la Frontera del Duero" continúa teniendo plena vigencia.
Gracias a nuestros amigos de La Peña "El Lagarto" de La Zarza de Pumareda:
El convento franciscano, entre brañas y farallones
EN AQUEL PUEBLO, CUENTA LA LEYENDA, VIVÍA UNA HERMOSA DONCELLA CRISTIANA QUE SE DEDICABA AL PASTOREO. UN MORO RICO SE PRENDÓ DE SU BELLEZA Y, UN DÍA, VIÉNDOLA SALIR AL CAMPO, DANDO PARTE A OTROS MOROS, SALIERON EN SUS CABALLOS EN BUSCA DE MARINA, COMO ASÍ SE LLAMABA LA PASTORA.
Dicen que cuando los sabios hablan, los ignorantes hemos de callar y pasar desapercibidos. Por eso, como turista de ciudad, viajero intermitente por los pueblos de esta Salamanca desconocida, siempre hallo alguien que, bien sea por haber nacido en el corazón de nuestra tierra o por recorrerla a pie desde hace años, la conoce y ama como si la hubiera traído al mundo.
Eso me sucedió con Eusebio Fernández, profesor de Inglés en el Instituto de F.P. de Alba de Tormes.
Cada piedra, más si se mueve en Las Arribes, tuvo a Eusebio encaramado a ella, indagando, con la pasión del que nació y quiere morir en Aldeadávila –la Aldea que pone coronas junto al Duero- en la historia o en la intrahistoria de estos pueblos de frontera.
Corretean las carreteras, en forma de serpiente, a lo largo de estas riberas inaccesibles por sus muchos puertos; Saucelle la del Salto, Vilvestre la del Taller Neolítico, La Zarza de Pumareda, y por fin, la Aldea de los Picones – del Fraile, de Felipe- la Aldeadávila de la Ribera.
Me pregunto si esta ruta para los domingos podría ser, a diferencia de otras, una travesía por los corazones de la gente de nuestros pueblos, la intrahistoria de tantos Eusebios con las costillas amarradas al terruño quieren redescubrir a fuerza de subir peñascos y consultar archivos.
Y con él, o mejor, gracias a él, contaré la Historia de Santa Marina de La Verde, del mismo modo que él me la hizo llegar, garabateada de su puño y letra. La ruta en sí misma, la forma de llegar desde Aldeadávila, si queréis la dejamos para otro día:
“Cuatro leguas distante de este lugar de La Verde, hacia Levante, se hallaba un populoso lugar llamado Las Uces. España vivía en la opresión inquieta de los moros, y este pueblo –el de Las Uces- era uno en el que la morisma dominaba toda la ribera del Duero, pero no así las breñas y los farallones de las laderas del mismo río, por ser tierra costosa para el cultivo, manteniéndose así inhóspita e inculta.
En aquel pueblo, según cuenta la leyenda, vivía una hermosa doncella cristiana que se dedicaba al oficio de pastorear. Un moro rico se prendó de su belleza y, un día, viéndola salir al campo, dando parte a otros moros, salieron en sus caballos en busca de Marina, como así se llamaba la pastora.
Marina, percatándose de las intenciones del moro, salió corriendo – o volando como dice la leyenda- río Uces abajo, hasta el término de La Zarza. Allí tomó el regato del Pinal (hoy Rupinal) que va a morir al Duero entre los términos de Mieza de la Ribera y Aldeadávila.
Debió llegar Marina exhausta hasta la misma orilla del caudaloso Duero y-dice la leyenda- que, rogando a Dios, se dirigió a una peña diciendo: “Ábrete Peña sagrada, que llega Marina cansada”.
Los moros, de vuelta al pueblo de Las Uces, informaron que Marina quedaba encerrada en una peña, en las riberas del río.
La noticia corre de boca en boca, de moros a cristianos, y se empieza a llamar a esa Peña: “La Peña de la Marina cristiana”.
El regreso de los cristianos
una vez expulsados los moros de castilla volvieron los cristianos, poblando la tierra de salamanca y el Condado de Ledesma, y se acuerda edificar una ermita en la soledad y desierto de la Peña Marina
Con el nombre de Nuestra Señora del Pomario o Manzaneda, debido a lo frondoso del lugar y a algunos manzanos silvestres de la zona.
Volviendo a la historia, los Condes de Ledesma y otros nobles, muchísimos años más tarde, deciden hacer una cacería por este inculto y breñoso lugar.
Los perros, con un finísimo olfato, llaman la atención de sus dueños al ladrar con insistencia en la boca de una cueva en la que, con sorpresa de todos, se hallaron los huesos, perfectamente ordenados, de un cuerpo humano.
Y lo que desde los moros había sido fábula, cosa inventada, ahora se transforma por estos mismos huesos pregoneros de la verdad en cosa cierta.
En toda La Ribera se empezó a llamar a aquel lugar como Santa Marina, y quedó la Ermita y restos de la santa a disposición de los Condes de Ledesma.
San Francisco de Asís
Pasan los años y, en el 1213, llega el seráfico San Francisco a España, a fundar conventos. Estuvo dos meses en Ciudad Rodrigo, donde funda el Convento de San Gil.
Algún tiempo después, hallándose los Condes de Ledesma en Ciudad Rodrigo, invitan a los religiosos de ese convento a tomar posesión del Eremitorio de Manzaneda o del Pomario y de Peña Marina. Y como tales en su oficio, los religiosos iban y venían de Ciudad Rodrigo a Aldeadávila, siendo de notar que eran muy pocos en número, tres o cuatro. Así estuvieron más de 200 años.
La Ermita ya amenazaba ruina –piensen la de años que han pasado- y los Condes determinaron repararla, comenzando ésta en el 1445 en tiempos del Papa Nicolás V, quien concedió indulgencias a los que ayudaran a levantarla y repararla.
Este mismo año de 1445 es nombrado Papa Calixto III, papa español que expide la Bula en la que llama “Santa” a la venerada doncella Marina. A partir de la Bula deja de llamarse el lugar “Nuestra Señora de Manzaneda” y pasa a denominarse “Santa Marina de la Verde”.
Sigo en los folios de Eusebio, en su despeñadero de historias apasionantes y santas, avanzando en los años hasta 1710, contándome, con lujo de detalles, cómo desde Portugal se bombardeó el lugar de La Verde. Y la imaginación me vuela sobre este papel que copio, viéndole ya arqueando el brazo para simular la trayectoria de la bala, o silbando, o persiguiendo hasta el sonido del cañón enemigo para ilustrarme esta ruta por la historia.
En 1710 es bombardeado desde el lugar de Lagoaça, del vecino reino de Portugal, por Millork Burac, oficial inglés auxiliar del rey D. Pedro II de Portugal, cuando pasaban las tropas desde la plaza de Miranda do Douro hacia Almeida. Por suerte, las piezas de artillería, bombas y granadas, no impactaron ninguna en el convento.
En el siglo XIX el Convento es abandonado con la exclaustración, y el vergel de la Huerta pasa a un vecino de Aldeadávila, a Pedro Pereña Caballero.
En el año 1907, el Convento no tenía dueño y se encontraba ya en ruinas. Si bien, la huerta y sus olivares seguían en propiedad de Pedro Pereña.
Y por fin, en 1960, es reconstruido para Hospedería por Iberdrola hasta los días actuales.
Ésta es la historia, según me la cuentan de esta hospedería, junto a la Presa de Aldeadávila.
Juzguen los lectores si mereció la pena.
Texto: Eusebio FERNÁNDEZ y Carlos DOMINGO GARCÍA.
Fotografía: C. DOMINGO.
Gracias a nuestros amigos de La Peña "El Lagarto" de La Zarza de Pumareda:
La ruta de La Verde
El convento franciscano, entre brañas y farallones
EN AQUEL PUEBLO, CUENTA LA LEYENDA, VIVÍA UNA HERMOSA DONCELLA CRISTIANA QUE SE DEDICABA AL PASTOREO. UN MORO RICO SE PRENDÓ DE SU BELLEZA Y, UN DÍA, VIÉNDOLA SALIR AL CAMPO, DANDO PARTE A OTROS MOROS, SALIERON EN SUS CABALLOS EN BUSCA DE MARINA, COMO ASÍ SE LLAMABA LA PASTORA.
Dicen que cuando los sabios hablan, los ignorantes hemos de callar y pasar desapercibidos. Por eso, como turista de ciudad, viajero intermitente por los pueblos de esta Salamanca desconocida, siempre hallo alguien que, bien sea por haber nacido en el corazón de nuestra tierra o por recorrerla a pie desde hace años, la conoce y ama como si la hubiera traído al mundo.
Eso me sucedió con Eusebio Fernández, profesor de Inglés en el Instituto de F.P. de Alba de Tormes.
Cada piedra, más si se mueve en Las Arribes, tuvo a Eusebio encaramado a ella, indagando, con la pasión del que nació y quiere morir en Aldeadávila –la Aldea que pone coronas junto al Duero- en la historia o en la intrahistoria de estos pueblos de frontera.
Corretean las carreteras, en forma de serpiente, a lo largo de estas riberas inaccesibles por sus muchos puertos; Saucelle la del Salto, Vilvestre la del Taller Neolítico, La Zarza de Pumareda, y por fin, la Aldea de los Picones – del Fraile, de Felipe- la Aldeadávila de la Ribera.
Me pregunto si esta ruta para los domingos podría ser, a diferencia de otras, una travesía por los corazones de la gente de nuestros pueblos, la intrahistoria de tantos Eusebios con las costillas amarradas al terruño quieren redescubrir a fuerza de subir peñascos y consultar archivos.
Y con él, o mejor, gracias a él, contaré la Historia de Santa Marina de La Verde, del mismo modo que él me la hizo llegar, garabateada de su puño y letra. La ruta en sí misma, la forma de llegar desde Aldeadávila, si queréis la dejamos para otro día:
“Cuatro leguas distante de este lugar de La Verde, hacia Levante, se hallaba un populoso lugar llamado Las Uces. España vivía en la opresión inquieta de los moros, y este pueblo –el de Las Uces- era uno en el que la morisma dominaba toda la ribera del Duero, pero no así las breñas y los farallones de las laderas del mismo río, por ser tierra costosa para el cultivo, manteniéndose así inhóspita e inculta.
En aquel pueblo, según cuenta la leyenda, vivía una hermosa doncella cristiana que se dedicaba al oficio de pastorear. Un moro rico se prendó de su belleza y, un día, viéndola salir al campo, dando parte a otros moros, salieron en sus caballos en busca de Marina, como así se llamaba la pastora.
Marina, percatándose de las intenciones del moro, salió corriendo – o volando como dice la leyenda- río Uces abajo, hasta el término de La Zarza. Allí tomó el regato del Pinal (hoy Rupinal) que va a morir al Duero entre los términos de Mieza de la Ribera y Aldeadávila.
Debió llegar Marina exhausta hasta la misma orilla del caudaloso Duero y-dice la leyenda- que, rogando a Dios, se dirigió a una peña diciendo: “Ábrete Peña sagrada, que llega Marina cansada”.
Los moros, de vuelta al pueblo de Las Uces, informaron que Marina quedaba encerrada en una peña, en las riberas del río.
La noticia corre de boca en boca, de moros a cristianos, y se empieza a llamar a esa Peña: “La Peña de la Marina cristiana”.
El regreso de los cristianos
una vez expulsados los moros de castilla volvieron los cristianos, poblando la tierra de salamanca y el Condado de Ledesma, y se acuerda edificar una ermita en la soledad y desierto de la Peña Marina
Con el nombre de Nuestra Señora del Pomario o Manzaneda, debido a lo frondoso del lugar y a algunos manzanos silvestres de la zona.
Volviendo a la historia, los Condes de Ledesma y otros nobles, muchísimos años más tarde, deciden hacer una cacería por este inculto y breñoso lugar.
Los perros, con un finísimo olfato, llaman la atención de sus dueños al ladrar con insistencia en la boca de una cueva en la que, con sorpresa de todos, se hallaron los huesos, perfectamente ordenados, de un cuerpo humano.
Y lo que desde los moros había sido fábula, cosa inventada, ahora se transforma por estos mismos huesos pregoneros de la verdad en cosa cierta.
En toda La Ribera se empezó a llamar a aquel lugar como Santa Marina, y quedó la Ermita y restos de la santa a disposición de los Condes de Ledesma.
San Francisco de Asís
Pasan los años y, en el 1213, llega el seráfico San Francisco a España, a fundar conventos. Estuvo dos meses en Ciudad Rodrigo, donde funda el Convento de San Gil.
Algún tiempo después, hallándose los Condes de Ledesma en Ciudad Rodrigo, invitan a los religiosos de ese convento a tomar posesión del Eremitorio de Manzaneda o del Pomario y de Peña Marina. Y como tales en su oficio, los religiosos iban y venían de Ciudad Rodrigo a Aldeadávila, siendo de notar que eran muy pocos en número, tres o cuatro. Así estuvieron más de 200 años.
La Bula
La Ermita ya amenazaba ruina –piensen la de años que han pasado- y los Condes determinaron repararla, comenzando ésta en el 1445 en tiempos del Papa Nicolás V, quien concedió indulgencias a los que ayudaran a levantarla y repararla.
Este mismo año de 1445 es nombrado Papa Calixto III, papa español que expide la Bula en la que llama “Santa” a la venerada doncella Marina. A partir de la Bula deja de llamarse el lugar “Nuestra Señora de Manzaneda” y pasa a denominarse “Santa Marina de la Verde”.
Sigo en los folios de Eusebio, en su despeñadero de historias apasionantes y santas, avanzando en los años hasta 1710, contándome, con lujo de detalles, cómo desde Portugal se bombardeó el lugar de La Verde. Y la imaginación me vuela sobre este papel que copio, viéndole ya arqueando el brazo para simular la trayectoria de la bala, o silbando, o persiguiendo hasta el sonido del cañón enemigo para ilustrarme esta ruta por la historia.
En 1710 es bombardeado desde el lugar de Lagoaça, del vecino reino de Portugal, por Millork Burac, oficial inglés auxiliar del rey D. Pedro II de Portugal, cuando pasaban las tropas desde la plaza de Miranda do Douro hacia Almeida. Por suerte, las piezas de artillería, bombas y granadas, no impactaron ninguna en el convento.
En el siglo XIX el Convento es abandonado con la exclaustración, y el vergel de la Huerta pasa a un vecino de Aldeadávila, a Pedro Pereña Caballero.
En el año 1907, el Convento no tenía dueño y se encontraba ya en ruinas. Si bien, la huerta y sus olivares seguían en propiedad de Pedro Pereña.
Y por fin, en 1960, es reconstruido para Hospedería por Iberdrola hasta los días actuales.
Ésta es la historia, según me la cuentan de esta hospedería, junto a la Presa de Aldeadávila.
Juzguen los lectores si mereció la pena.
Texto: Eusebio FERNÁNDEZ y Carlos DOMINGO GARCÍA.
Fotografía: C. DOMINGO.