Cine en las Arribes del Duero

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Mapa de La Ribera del Duero en 1641, durante la invasión portuguesa

Cascada del Remolino. ARRIBES DEL DUERO

viernes, 2 de marzo de 2012

TAMBORILEROS de SALAMANCA: "..soy capaz de tocar la gaita ..hasta con la nariz"

Tenemos un precioso relato escrito por un tamborilero de Salamanca: jCarreto en enero de 2.005. Al leerlo vinieron a mi mente todas aquellas fiestas de los años 60, el baile de la Rosca, las bodas de mis primas, los cohetes, y sobre todo el ánimo y el espíritu que nos transmitían el tío Veneno y el tío Manuel.
¿Son los últimos de una tradición milenaria en nuestro pueblo...?


Tamborilero el Veneno durante los Carnavles de Masueco de la Ribera. Fuente: Begoña de la Oficina de Turismo, año 2011

El relato habla de dos tamborileros que hemos conocido en los años 70 y 80: el tío Veneno y el tío Manuel, protagonista de la historia: Manuel Hernández y Hernández que nació en 1908 y que solía acompañarse a las castañuelas por Manuel Piriz Gallego (1914).





El autor , además de sus aptitudes musicales, es innegable que tiene un valor literario. Si accede a la página, agradecemos poder ponernos en contacto para publicar su nombre, y aportar más documentación para interés de todos.



“Os voy a contar una anécdota que recordé recientemente, durante las navidades pasadas cuando visité el pueblo donde ocurrieron los hechos: Aldeadávila de la Ribera.


No tiene altos valores culturales ni etnográficos. El único fin que pretendo es entreteneros un poco. Si a alguien le molets un poco el lenguaje que se utiliza, le pido disculpas por adelantado. Se trata del lenguaje del pueblo, y así lo transcribo, tal como lo oí en su día.


 En Aldeadávila de la Ribera (Salamanca), si alguien pregunta por un tamborilero emblemático del pueblo, todos le responderán que el mejor, sin duda alguna fue “el tío Veneno”, el padre. El “tío Veneno”, en un concurso, muestra o exhibición que tuvo lugar en Salamanca, sorprendió a todos por su maestría y buen hacer tocando “La rosca de Aldeadávila”. Éste tuvo un hijo que heredó, tanto el oficio de tamborilero, como el mote. A este tío Veneno, al hijo, es a quien yo conocí. Estamos hablando del final de la década de 1970. En Aldeadávila, por aquel entonces, convivían dos tamborileros, el antedicho tío Veneno (por cierto, casi nadie sabía cómo se llamaba, yo tampoco, lo reconozco), y el tío Manuel.



Los dos tocaban bien, sin que hubiese gran diferencia de uno a otro, y cada uno tenía sus partidarios. El repertorio de ambos era similar, los sones de Aldeadávila, como no podía ser de otro modo.



Cuando había alguna celebración, unas veces tocaba uno, y otras otro, dependiendo de quién contratase a los músicos, por lo que era común verles tocar a ambos, pero por separado.



El hecho de que hubiese dos tamborileros en un pueblo, bastante parejos en cuanto a sus habilidades musicales, suscitaba cierta rivalidad entre los dos y entre los partidarios de uno u otro, sobre quién de ellos tocaba mejor. Ya dije anteriormente que tuve la suerte de escuchar a ambos y no aprecié grandes diferencias.



Claro que el tío Veneno tenía una habilidad que practicaba en público a menudo, y que no hacía su colega. Cuando llevaba un rato tocando, y se tomaba unos vasos de vino, hecho que le daba mucha energía, se ponía a tocar la flauta con la nariz. Como lo oís, mejor dicho, como lo leéis: se metía la flauta en uno de los orificios de la nariz, se tapaba el otro con un dedo, y tocaba alguna estrofa. Esto era cosa que hacía mucha gracia, y la gente con ocasión de fiestas en que tocase este hombre, le solicitaban que ejerciese tal habilidad, ante el regocijo de todos.



Era cosa conocida en la comarca, que el tío Veneno tocaba la gaita, a veces con la nariz, los demás tamborileros comarcanos lo tomaban a chanza, pues no dejaba de ser una anécdota más. Además, como eran de otros pueblos, el hecho les pillaba de lejos y no le daban importancia (al fin y al cabo, se trataba de introducir la boquilla de la gaita en la nariz y de tocar alguna estrofa). Tampoco se trataba de dar conciertos con esta técnica, pero al compañero del pueblo el hecho no le era del todo indiferente.

 

Un día fui a Aldeadávila a ver al tío Manuel, me lo iba a presentar un amigo de ese pueblo (al tío Veneno pretendíamos verle otro día). Estábamos ambos aprendiendo el arte de tocar el tamboril y la gaita, y nos fascinaba ver a los viejos tamborileros de la comarca, conocerles, hablar con ellos, que nos contasen sus vivencias y, sobre todo, que nos tocasen su repertorio y dejasen que les grabásemos. Para nosotros, tamborileros impacientes, era el culmen de nuestros anhelos, oír tocar a uno de los viejos tamborileros, y “empaparnos” de su arte.

 

La mayoría de los tamborileros que visité me recibieron muy bien. Generalmente, se trataba de personas sencillas y excelentes, ya fuesen mejores o peores instrumentistas, me enseñaron todo aquello que les solicité. Pero siempre hay excepciones, también hubo alguno que no te recibía de buen grado, no quería enseñarte su música, o incluso te solicitaba que si querías que tocase debías de pagarle. Por suerte, estos eran los menos.



El tío Manuel pertenecía al grupo de los primeros. Nos recibió muy bien, nos invitó a un vaso de vino, charlamos, nos contó un poco su vida y después nos tocó su repertorio. Tocaba una o dos canciones, descansaba, se tomaba un trago de combustible, y seguía. Nosotros alimentábamos su ego, justificadamente, alabando su buen hacer, y él, viendo el entusiasmo que teníamos, se encontraba en su salsa.


 Ya casi al final de la jornada, para poner el broche final a la velada musical que nos dio, ante nuestro asombro, se metió la gaita en la nariz, tal como hacía el otro colega de Aldeadávila, y comenzó a tocar la primera estrofa de una conocida canción.



“¡Hombre, también sabe usted tocar por la nariz como el tío Veneno¡”



“Mirad muchachos, lo que hace “el Veneno”, es una tontería. Si es por saber, dijo con mucha suficiencia el tío Manuel, yo soy capaz de tocar la gaita con la boca, con la nariz, y hasta con el culo”.


Tal respuesta provocó fuertes carcajadas en nosotros (por cierto, no le pedimos que nos hiciera una demostración de la tercera vía, por si acaso)”.


Una sencilla copla de DASNIO:



Los hombres en la Ribera

bailan todos con salero,

pero a mí el que más me gusta

es el tío Cornocalero.