José Miguel Ullán, articulista del diario "EL PAÍS", agosto de 1979, aquel verano agitado, en el que Ullán escribía desde Villarino de los Aires... y enviaba sus artículos a "EL PAÍS- Cultural".
Los dos viajes y la verdadera amistad
En el mismo momento en que Suárez descendía del avión,
estaba yo pensando ayer en la necesidad de comprarme un canario capaz de
predecir los terremotos. Y olvidarme así, titi, de ti y del agostado
remolinillo en bote. Por mí, cuelga. Ya crecerás en soledades vanas. Rama-lama-ding-dong:
peras al olmo.
Mientras tanto, recuerdo que, hace ahora diez años, estuvimos e
Woodstock. Sí, lo recuerdo ahora, comiendo huevas a la vinagreta, mientras oigo
que un niño de ojos muy azules dice: «Mamá, ésta me ha llamado mongolo.»
Todos, todos tenemos nuestro álbum tirano de colorines quebrantados. Cambian
sólo, doncella ofendida, los ramalazos turbios de la testuz: el cromo aquel de
El Litri contra un cartel de Patti Smith. A mí, que me registren: yo soy
rasta. Farina, abuelo, ¡cómo nos lo montan! A Carmina Ordóñez y a ti. A
Paquirri y a mí. A Lolita y a Antonio Arribas. A Blas de Otero y a Magritte. A
María Laura, María,Emilia y María Eugenia. A Iñigo y a Clavero Arévalo. A
Bárbara Rey y al negro zumbón. Remolino agostado de Madrid: 60.000 toneladas de
basura por mes. Basura limpia y apacible, propia para el esparcimiento, el
paseo tranquilo y el sosiego del espíritu.
Así se habla, profesor. Rama-lama-ding-dong.
Te quiero.En el mismo momento en que Suárez descendía del avión, una nube de
fuego estalló rodando a través del abismo, ennegreciendo todo lo que se
encontraba debajo, de modo que el fondo del abismo oscurecióse como un mar de
tinta china y se agitó con un terrible fragor. Surgió la forma de una serpiente
escamosa. Comprendimos que aquello era la cabeza de la democracia, por haberla
ya visto retratada en las páginas amarillentas de El Imparcial.
Tenía, como la del tigre de Borges, la frente surcada de estrías de color verde
y púrpura. Pronto vimos sus fauces y sus rojas agallas, que colgaban sobre la
espuma enfurecida, tiñendo la negra profundidad con rayas de sangre.
En el mismo momento en que Suárez entraba en la Moncloa , mi Ínigo William
Blake trepó con ritmo memorable desde su sitio habitual hasta un campanario. Me
quedé solo, como tantas veces. La visión se desvaneció, pero me encontré
sentado sobre la amena orilla del lago de la Casa de Campo, al claro de la Luna , escuchando la voz de
Encarnita Polo, que cantaba: «¡Ay, mamá Lola, dímelo tú!» En seguida dí un
brinco y me fui en busca del campanario, donde encontré a William, que, sorprendido,
me preguntó cómo había logrado escapar.
Respondí: «Todo lo que hemos visto provenía de tu
delirio, porque, después de tu huida: me hallé a orillas de un lago, al claro
de Luna, oyendo a una cantante. Pero ahora que hemos visto mi mala suerte, al caer
en una ciudad con amenazas de bombas, raptos, violaciones, atracos, navajazos y
toneladas de basura, ¿puedo mostrarte a su vez la tuya?»
Mi proposición le hizo reír. Más yo, de pronto, ni
corto ni perezoso, le estreché en mis brazos y volé tanto, a través de la
noche, que nos elevamos sobre la sombra de la Tierra. Me lancé al
cuerpo del Sol. Rama-lama-ding-dong. En ese momento me desperté,
totalmente empapado de sudor.
Cuando Suárez me llamó para que le explicase el más que
escurridizo significado de esta visión amenazante, ¡oh, lector!, tuve así que
decirle: «Mi presidente, los dos hemos viajado. Eso es todo.» Abultando el
carrillo derecho con la lengua, Suárez sonrió graciosamente, poco antes de
añadir: «Yo no me opongo a ningún viaje. Sin embargo, el tuyo me parece que es
puro fruto de tu fantasía para oponerlo al mío. Columna contra columna, que
diría Peridis por mi boca.»
Mi remate fue regio: «La oposición constituye la
verdadera amistad.»
Ojalá que se lo cuente a Abril.
Naturaleza junto al río TORMES. Villarino de los Aires. Fotograma de documental de LUIS FALCÓN.