Los recuerdos de niñez de Matilde Cherner y Hernández, transcurridos en la Aldeadávila familiar se reflejan en su obra, tanto en la prosa como en los versos que fue publicando en revistas como "La Ilustración republicana federal".
El continuo rumor del Duero por los rápidos y pequeñas cascadas de lo que 100 años después sería la Presa de Aldeadávila, los restos del cenobio franciscano de Santa Marina, su huerta con naranjos, limoneros, los lamentos que todavía resonaban de los humildes franciscanos que tuvieron que abandonar este paraje tan hermoso...todas estas imágenes perduraron siempre en la imaginación de la joven e idealista Matilde.
Recuerdo al ciudadano Roque Bárcia
"En esas noches de calma
que límpido el firmamento
brilla, y el callado viento
ni un átomo hace mover:
Y la luna suspendida
en la bóveda azulada
ve su luz argentada
los astros palidecer:
¡Cuántas veces mi alma errante
creyó vagar por la orilla
de aquel río resonante
que mi niñez arrulló;
Y la brisa perfumada
que penetraba mis rejas,
su campiña y su enramada,
¡cuántas veces me mintió!
Y cuando buscaba ansioso
en alas de mi locura
de las aguas la frescura
para refrescar mi sien,
De mi triste calabozo
con los muros tropezaba..
¡Y en mi delirio soñaba
con aquel perdido bien!
Solo, triste, encarcelado,
víctima de la injusticia,
de mi cerebro exaltado
sufrí el cruento dolor,
El continuo rumor del Duero por los rápidos y pequeñas cascadas de lo que 100 años después sería la Presa de Aldeadávila, los restos del cenobio franciscano de Santa Marina, su huerta con naranjos, limoneros, los lamentos que todavía resonaban de los humildes franciscanos que tuvieron que abandonar este paraje tan hermoso...todas estas imágenes perduraron siempre en la imaginación de la joven e idealista Matilde.
Recuerdo al ciudadano Roque Bárcia
"En esas noches de calma
que límpido el firmamento
brilla, y el callado viento
ni un átomo hace mover:
Y la luna suspendida
en la bóveda azulada
ve su luz argentada
los astros palidecer:
¡Cuántas veces mi alma errante
creyó vagar por la orilla
de aquel río resonante
que mi niñez arrulló;
Y la brisa perfumada
que penetraba mis rejas,
su campiña y su enramada,
¡cuántas veces me mintió!
Y cuando buscaba ansioso
en alas de mi locura
de las aguas la frescura
para refrescar mi sien,
De mi triste calabozo
con los muros tropezaba..
¡Y en mi delirio soñaba
con aquel perdido bien!
Solo, triste, encarcelado,
víctima de la injusticia,
de mi cerebro exaltado
sufrí el cruento dolor,