Cine en las Arribes del Duero

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Mapa de La Ribera del Duero en 1641, durante la invasión portuguesa

Cascada del Remolino. ARRIBES DEL DUERO

viernes, 9 de enero de 2015

El antruejo de Aldeadávila de la Ribera

La celebración del Antruejo por las partidas de mozos en Aldeadávila de la Ribera. Centro de las Arribes del Duero.


Plaza mayor de Aldeadávila de la Ribera, cara sur de la Iglesia de El Salvador, datada hacia 1944 ó 1945, como se comprueba por la cruz de los caídos blanca labrada en el muro sur de la iglesia.
Partida "los Labriegos" presentando solemnemente su nuevo estandarte/bandera ante las autoridades. El capitán de la partida de mozos la está izando ante el público situado en la balconada del Ayuntamiento, y en las arcadas. 

Los antruejo o carnavales de Aldeadávila de la Ribera, se celebran el jueves, viernes y sábado anteriores al Domingo de Quincuagésima, por estar expuesto durante 40 horas el santísimo en la iglesia. Este año de 2015 son los días 12, 13 y 14 de febrero.

Durante estos tres días, además de las carantoñas (máscaras), murgas (brujas, que en Villarino se llaman también urgas), comparsas y parodias, que son los personajes que atraen la atención de los carnavaleros o antruejeros. El día por excelencia del carnaval es el sábado 14 de febrero (año 2015). El viernes, y el jueves merendero no dejaban de tener importancia.

Eran los carnavaleros una partida de mozos, generalmente los que iban a ser llamados a filas, o habían entrado en quintas aquel año.

Mucho tiempo antes, durante los meses de otoño e invierno se solía oír algunas noches el tun-tun del tamboril, en los distintos barrios del pueblo. Eran aquellos que entrando en las casas donde tenían confianza, interpretaban a su modo el baile charro en pareja con sus muchachas favoritas, de las que eran admiradores, o aunque no lo fuesen, para complacerlas, y también para tenerlas propicias a darle una buena propina el día del carnaval.

Durante ese tiempo, decidían el nombre que iban a dar a su partida, y el emblema a adoptar, todo lo cual encargarían a un especialista para que lo bordase  en la bandera o enseña, cuyo color y magnitud ellos elegirían, los trajes o disfraces que lucirían, las bailadoras que llevarían de invitadas, y cómo irían vestidas, y dónde celebrarían la comida.

Por otra parte se entenderían con uno de los tonadilleros: el tío Gabino, el tío Juan Garrido, el tío Alejo o el Colasín, para que les compusiese una nueva tonada (letra y música), que diese el golpe en la noche del viernes al sábado de carnaval (este año sería 13 al 14 de febrero), que sería cuando la cantarían.

Ya en la tarde del viernes salían formando una charanga, recorriendo las calles como anunciándose. Un gran carnero, que inmediatamente sacrificaban para comérselo al día siguiente, les servía de mascota.

El sábado, muy de madrugada, cuando el pueblo aún dormía, hacían su primera salida formal para cantar en público su tonada, que aún no conocía nadie. Acompañaban a un buen acordeonista, y a un tamborilero especial, empleando sus instrumentos habituales: sartenes, almireces, y castañuelas...tocando unos populares pasacalles, y despertando a todos los vecinos.

En los torales (plazuelas) y sitios estratégicos para dejarse oir, se estacionaban, y en medio del silencio de la todavía noche, lanzaban sus voces al aire, y en casos hasta con elemento femenino, para dar a conocer la nueva tonada. Después continuarían con la música a otra parte.

Alrededor de las 9 (no sin antes haber paseado las calles tocando diana) el famoso Antonio el Veneno, o en su lugar el Damián, su hermano, que los dos eran tamborileros de pro, y solían actuar uno u otro en bodas y fiestas de mayordomía, agarraba su flauta melódica y su tamboril (a los dos hacía hablar) y se ponía al frente de los carnavaleros.

Éstos emprendían ya su segunda salida, vestidos ahora de punta en blanco, uniformados con su traje especial, que no tenía nada de especial, sino una blusa muy corta al vuelo, recargada de bordados, con franjas y agremanes. Excepto cuando alguna vez inventaban un traje histórico de época, como antaño hizo un año la "Partida el Repente", que salió con una copia exacta de los arcabuceros de Flandes.

En otros tiempos, como nos decían los viejos, el traje que llevaban era el de charro completo, que era una maravilla.

Volviendo a lo nuestro, iban, eso sí, provistos de enormes castañuelas, guarnecidas de cordones con borlas, y madroños con los colores nacionales.

Con su flamante bandera al frente, recorrían calles y torales, haciendo parada en donde hubiese elemento femenino, para organizar allí el baile -baile charro por supuesto-. Sacaban a las muchachas de sus domicilios, muy a gusto y placer de sus madres, que a veces también bailaban. Cantaban luego su tonada, rizaban la bandera, y al terminar, se marchaban. Transcurriendo así toda la mañana, hasta la hora de la comida.


Rizando, ruteando o BAILANDO LA BANDERA en la hermosa plaza mayor de MIEZA DE LA RIBERA.

Entre tanto, dos de ellos, designados por suerte, disfrazados con traje militar, los Pendingones, y provistos de una gran cesta de tapadera el uno, y de un pañuelo de merino el otro, de los que usaban las mujeres anudadas las puntas, se iban acercando a todas las puertas, sin dejar una, pidiendo: 
¿dáis algo para los carnavaleros?

Eran muy bien recibidos en todas partes, y les daban dinero, huevos o chorizos, que iban a parar a la cesta o al pañuelo. En las casas de los parientes y amigos, que lo eran la mayoría de los vecinos, ya tenían las amas preparado de antemano, el mejor chorizo, la docena de huevos, o una buena propina en dinero para los carnavaleros. De lo que recogían, tenían para estar celebrando cenas durante mucho tiempo.


Carnaval en Aldeadávila, años 60 en la tienda de comestibles, y vestidos con mantón de Manila.

A las dos, o las tres de la tarde, celebraban la comida en la casa de uno de ellos, el que le hubiese tocado en suerte; comida cuyo principio y fin se anunciaba a todo el pueblo mediante el disparo de un cohete.


El disparo de cohetes, para anunciar momentos significativos de la carnavalada, también tiene su significado. Huyendo en estos tres días de los rigores que imponía la Iglesia católica, tampoco se quiere usar las llamadas simbólicas de las campanas de la Torre, se usan "formas profanas" para llamar a los actos carnavaleros: los cohetes de pólvora.

Terminada la comida, tenía lugar un número muy importante de la fiesta: "la corrida de gallos" - o la Carrera de los gallos-; en ésta tomaba parte casi todo el vecindario: unos como actores, y otros como espectadores.

En la calle principal, "la del Caño" -donde está el restaurante el Paraíso-, se iban reuniendo los jinetes que iban a participar, los primeros los carnavaleros, cada uno con su gallo, gallina, o conejo, y siempre con una espada, que podía ser de metal o madera. Los espectadores se colocaban a lo largo de la calle -no había aceras-, dejando el centro de ésta para los corredores.


Carrera del Gallo en la calle del Rollo, años 50. Aldeadávila de la Ribera. SALAMANCA

Tendida la soga de una ventana, (por cierto, que una era la de micasa) a la de enfrente (la del Tío Antonio), ataban por las patas con una varilla de hierro, la gallina o conejo. A la señal convenida, iniciaban los corredores su carrera a galope tendido, desde la parte de abajo de la calle, hasta el Rollo. El objeto de la carrera era darle al animal colgado, que unas veces milagrosamente salía ileso, y otras destrozado después de terminar el desfile.

Cuando mataban uno, se colgaba otro, y así sucesivamente hasta terminar con todos los animales. No había premios, y cada jinete volvía a su casa con la pieza que había traído, y que le daba derecho a participar en todas las carreras.

En los entreactos aparece una máscara montada en un borriquillo, con las alforjas llenas de paja, cuando no de ceniza, que a su paso va repartiendo a puñados entre los sorprendidos espectadores, se mete entre la gente, sobre todo con el elemento femenino, que, en lugar de molestarse y protestar, grita y se ríe de lo lindo, llegando a veces a descabalgar a la máscara, y meterla de cabeza en el pilón que estaba en esta calle, justo en la puerta de "el Paraíso".

Después, por la tarde, se celebra en la plaza mayor el baile especial, a la que concurre todo el mundo, ya que es el último acto del Carnaval, que ya finaliza, se va por momentos, y ya no queda más ocasión para divertirse con sus carnavaladas...

En el centro de la plaza, se acota un buen espacio cercado con una soga. Dentro de él no puede entrar a bailar nadie más que los carnavaleros, con sus compañeras o invitadas, todos vestidos con sus flamantes trajes -ellas de charra, o con mantón de Manila: recargadas de collares, e hilos de oro-. Todo es seleccionado, hasta los temas bailables, que toca el tamborilero, y que son magistralmente interpretados siempre.

La segunda parte del baile tiene un aspecto más popular y democrático: roto el cerco y pisoteada la soga, entra ya al escenario toda clase de personas, los trajeados y los no, los hay vestidos corrientemente, y los hay disfrazados, todos dispuestos a bailar incansablemente...y a medida que avanza la tarde y la noche, cada vez bailan con más furor, agitándose, saltando como locos, sintiendo ya que la diversión termine,...

y desgraciadamente llega ya la noche, y se deja oír el toque de la oración, y la muchedumbre bailadora se disuelve, cada uno dirigiéndose a su casa, "cada mochuelo a su olivo", terminando esta barahúnda hasta otro año.


Aldeadávila años 60: cuadrilla de chicas uniformadas de Camareras. Los dos niños tienen el sombrero de punta, reminiscencia de las máscaras o carantoñas.

Todos han disfrutado ya bastante, y durante estos días jueves, viernes y sábado "no le había guardao por corta ni mal echa" con murgas, comparsas, charangas, y parodias -algunas de buen gusto-, y máscaras, sobre todo máscaras que nosotros llamamos carantoñas, que nos infunden gran pánico, con sus gritos y caretas, de tal modo, que apenas las vemos, huimos de ellas, y nos entramos en casa, sobre todo yo que era muy tímido y cobarde...

Relato del Antruejo y Bufa de Aldeadávila, escrito por el maestro y escritor aldeavileño Eusebio Ledesma Mieza, en "Mi Tierra: Las Arribes del Duero. Recuerdos de mi niñez"

Publicado por el Ayuntamiento de Aldeadávila de la Ribera, mayo de 2010.
Depósito Legal M-20584-2010. Impresión Power Print, Pozuelo de Alarcón- MADRID.

*La Carrera del Gallo en detalle:
En este detalle, hemos señalado los elementos significativos de esta parte fundamental del ANTRUEJO: La CARRERA DEL GALLO. En primer lugar, esta celebración se festeja casi 50 años después que el texto en que nos describe EUSEBIO LEDESMA sus vivencias infantiles, quizás hasta propias, formando él mismo parte de los carnavaleros.

Ya hay una degradación importante, no se observan las carantoñas (máscaras), aunque sí un encapuchado y dos muchachos con sombreros de punta. Hay otros tres carnavaleros con los sacos, donde recogen los obsequios y regalos que les va dando la gente o espectadores.

Con relación a los jinetes, por lo menos se observan 9, y vestidos, aunque no todos igual, sí de una manera más o menos informal, unos con chaquetilla y sombrero negro, y otros con blusa carnavalada.

Hemos señalado también en color azul la soga que sostiene al animal, o gallo. Los jinetes ya no golpean con espadas, sino con palos...en el extremos izquierdo de la soga, en el balcón de "los palomos" hay jóvenes que sin duda tensaban la soga para dificultar el golpe...

Muchos detalles preciosos, que hacen de esta parte del antruejo, una de las más llamativas de puestras queridas ARRIBES DEL DUERO.