Los mercados de León estuvieron sujetos a la vigilancia
de inspectores análogos al “Señor del zoco” (“Sahib-al-suq”) de las
ciudades musulmanas precedentes, del que derivó el nombre de Zabazoque. Ya en la Alta Edad Media, los
concejos gozaban de una cierta autonomía jurisdiccional y político-administrativa,
de modo que su intervención en las cuestiones del mercado: abastos, pesos, y
medidas… hizo necesaria la designación en esta tierra de León de algunos
oficiales delegados, que según Claudio Sánchez Albornoz, ya desde
principios del s.XI eran elegidos en asamblea vecinal, así los zabazoques
serían unos inspectores del mercado. A la denominación para el señor del
mercado, le sucedió lo mismo, tomándose en las poblaciones hispano-musulmanas
del árabe: “al muthasib” y transformándose en almotacén.
El origen del impuesto indirecto denominado aduana es más remoto, pues tiene
antecedentes en la Hispania romana (el portorium), y también formó parte de los tributos cobrados por
los visigodos, pero la verdadera organización aduanera la llevaron a cabo los
musulmanes, y fue rápidamente adoptada por los cristianos según conquistaban el
territorio[1].
Esto explica que las menciones de aduana como acepción de aduana
como acepción de impuesto, todavía en el s.XIII, estén sólo en el sur de la Península , mientras que
en la vieja Castilla y León, se continuó usando el término portazgo, o portadgo, que aparece en los
documentos de Alfonso X dirigidos a
todas las zonas de la península, y que convive en las tierras de León con:
portalgo, portage, portaje, etc. Muchas aduanas se hallaban incorporadas en los
almojarifadgos:
en la ciudad de Toledo, y en otros núcleos urbanos del sur, los reyes
organizaron el cobro de impuestos indirectos según el modelo toledano, mediante
un régimen de recaudamiento y tesorería conjunto que recibió el nombre de almojarifazgo,
voz que deriva de almojarife:”recaudador
de contribuciones” del hispano árabe “musríf”
(tesorero, “superintendente de Hacienda”)[1].
Se comprueba pues, que nos hallamos ante una herencia indirecta andalusí, que a
través del filtro toledano, se termina aplicando en muchas ciudades y villas en
el s. XIII, y aforadas.
Por lo que se refiere al léxico en general, también se usaba en Galicia
el término: “roso” (rapto), y el
de “britar” (“quebrantar, violar”) en documentos
de los reyes del s. XIII dirigidos a León.
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