La historia de un trabajador de la Presa de Aldeadávila: Juan Figueira Figueira (1929-2003).
Conversación mantenida con juan por su hijo Jesús María, y que nos la ha pasado en recuerdo cariñoso de su padre.
“En
aquellos primeros años de la década de los 50, todavía de posguerra, se sentía
mucha necesidad, en todos los sectores...la misma ciudad de León era muy
diferente a la que conocemos hoy en día: por ejemplo, la zona del Ensanche gran
parte estaba sin construir. Los obreros vivíamos en la otra margen del río, en
el Barrio ferroviario, junto a la carretera de Zamora.
Los
compañeros eventuales de Iberduero procedíamos, junto con nuestras familias, de
lugares muy dispares, la mayoría de Zamora (Sanabria, la Carballeda,
Fermoselle...), y otros de un reclutamiento que se realizó en Galicia el año
anterior, procedíamos de Pontevedra, de Orense...
El
compañerismo era muy fuerte, éramos amigos, al igual que nuestras esposas entre
ellas, nuestros hijos, y convivíamos juntos largas temporadas del año, puesto
que las comunicaciones eran muy malas, y siempre estábamos desplazados por las
obras, siguiendo el montaje de la línea con nuestras familias. Cada 3 ó 4 meses
nos enviaban a una localidad o provincia distinta. Así estuvimos viviendo en
León, Valencia de don Juan, Benavente, Zamora...
En
nuestro caso concreto pertenecíamos a la Brigada de construcción volante, que
recorríamos las nuevas obras en Castilla y León, y por aquellos años estaba
compuesta mayoritariamente por personal eventual: 8 oficiales, un ayudante de
capataz, y un capataz o jefe de equipo, que eran los más antiguos y de plantilla.
La labor
que realizábamos en esta provincia de León era la Obra Civil de la nueva
línea a 138 kilovoltios entre león y Benavente, aprovechando que la Subestación de los
“Saltos del Duero” ya estaba en funcionamiento desde el año 40, y la de Benavente,
justo nada más terminar la guerra en el 39. Ambas estaban unidas por una línea
de 46 kV con postes de madera, que, procedente de la Central de Ricobayo,
entregaba energía a las subestaciones de benavente y león, y el mercado ya
estaba creciendo...
Los jefes
de estas unidades de Construcción, pertenecientes a Iberduero, estaban todos en
Bilbao, siendo el primero D. Luis Alfonso, y superior suyo D. José Carrasco.
Este
programa tan ambicioso respondía a unos proyectos, que de una manera programada
y planificada, se estaban desarrollando desde los años 40, para dar salida a la
generación sobrante del Duero, lo que llegó a la empresa a establecer
conciertos de predominio sobre las distribuidoras pequeñas de la región. Los
antiguos de la empresa nos hablaban de saltos del Duero, y de las obras de
Villalcampo, incluso del Saltos del Esla.
De esta
manera, se necesitó desde el año 53, no sólo abundante mano de obra de
contratas, y con dificultades camionetos y vehículos, sino que también, fueron
años en los que se incrementó espectacularmente la mano de obra propia de
Iberduero, que tras el cambio accionarial de los años anteriores, estaba ya de
lleno en un fuerte proceso expansivo...
Por eso
se dedicó a contratar masivamente por los pueblos de Zamora, de león, e incluso
en nuestro caso gallego, a través de la secular relación que tenían con la
contrata SEMI, en Orense y las Rías Bajas de pontevedra, hubo meses que se
contrataban hasta 20 trabajadores.
En mi
caso, fuimos reclutados por el Sr. Castaño, el día anterior a san juan en
Catoira, en las cercanías de la cantina de la Estación. Casi no
tuvimos tiempo de preparar las cosas y despedirme de la familia. Mi madre, muy
triste, tuvo que pedir algo de dinero adelantado a su hermana. Salimos temprano
el día de san Juan de 1954, desde la estación de catoira, en los mismos
camiones de obra, que después utilizaríamos para el transporte de las
herramientas, sentados, después en tren hasta zamora. Llegamos a las oficinas
de Iberduero, que entonces estaban en la calle San Bernabé (anterior de El
Porvenir), y fuimos reconocidos por el médico. Todos, a pesar de haber
abandonado a nuestras familias, estábamos muy contentos, porque por fin íbamos
a tener un sobre mensual, aunque fuera escaso. Solíamos juntarnos en cuadrillas
por nuestra procedencia, los de Catoira y Pontevedra por una parte, los
zamoranos...recuerdo las tardes de domingo por la parte vieja de Zamora, junto
al río, era bueno el compañerismo.
Nuestro
primer trabajo consistió en instalar de junio a agosto de 1954, las torres
metálicas de la nueva línea a 220 kilovoltios entre Ricobayo y Villalbilla, en
Burgos. Nuestros jefes tampoco tenían mucha experiencia en líneas tan grandes,
íbamos resolviendo los problemas sobre la marcha. Estuvimos un mes de fonda en
zamora, y posteriormente nos trasladamos a Muelas del Pan, a lo que hoy es el
pueblo viejo.
Después
de instalar nosotros las torres, venía otro equipo análogo de 10 personas,
quienes eran los encargados de montar los aisladores de porcelana y los
conductores, además de poner en servicio la línea.
Básicamente,
pues, nuestra labor era la obra civil, el acopio e izado de los apoyos, y la
puesta a tierra. Esto era por la gran dificultad de accesos, y por no tener
maquinaria adecuada: primeramente fue resuelto contratando camiones de Contrata
junto a su chófer, y ya desde el año 1954 la empresa tenía sus propios camiones
y chóferes.
El
salario era muy bajo, pero estable, sabías que a final de mes tenías ese
dinero: 600 pesetas. Las dietas, el hospedaje, corrían por nuestra cuenta, y el
problema se acentuaba porque cambiabas de domicilio y de localidad con mucha
frecuencia, buscando fonda o de patrona, con derecho a una habitación y a usar
la cocina, lavadora y tendedero. Normalmente íbamos de patrona.
Las
torres, los postes de hormigón, y casi todo el material principal venía
directamente desde las fábricas de Vizcaya, o desde nuestros almacenes de
Bilbao.
Con
relación al hormigón, lo confeccionábamos nosotros a pie de tajo, buscando en
cada tajo los sitios más cercanos para poder coger grava.
El
adelanto en la obra se conseguí en la rapidez con que hiciéramos los hoyos de
las torres cada día, si no íbamos rápido el capataz se ponía nervioso, y nos
amenazaba, por eso, era el tajo que primero empezaba, y al que dedicaba más gente.
En
cambio, la mecanización para el izado de las torres y los postes de hormigón
era mucho mayor, y los camiones ya disponían entonces de plumín, tanto en la
parte delantera, como trasera.
Las
líneas de 44 kV se montaban siempre sobre postes de hormigón, incluso de 17 metros, crucetas de
madera y aisladores rígidos de porcelana, y en las Arribes, entre Saucelle y
Aldeadávila de la Ribera,
cuando había muchos problemas para el acopio, se terminaba utilizando incluso
postes de madera, que generalmente se encargaban en la zona.
Como
había muchas obras en marcha a la vez, y había mucha demanda de postes y
torres, siempre que se producía una rotura, o había un retraso en la entrega,
se producían grandes trastornos en la programación de la obra, y había que solucionarlo
sobre la marcha, para no tener que informar a Bilbao. Trabajábamos también los
sábados hasta el mediodía, y si no tenías hijos, salíamos los matrimonios
juntos.
Después
de terminar la línea de 220 nueva Ricobayo-Villalbilla, fuimos al terminar agosto
de 1954 a
Aldeadávila en Salamanca, a terminar las excavaciones para la línea que se
estaba trayendo desde Barruecopardo, y que nos urgían para dar electricidad a
las máquinas y servicios de la nueva central en construcción.
Como no
había poblado todavía, y no pertenecíamos a la central, nos fuimos de patrona
al pueblo, entonces todavía muy abandonado. Yo encontré en casa de la Tía Justina, y fue
allí donde conocía a mi esposa Juliana, que había ido a ver a su hermana
Enriqueta, por aquel entonces ya prometida con el número de la guardia civil
Gabino. Después de unos pocos días, ya me prometía con ella.
De esta
primera ocasión, sólo estuve tres meses en Aldeadávila, y nuestro Departamento
de Construcción de Líneas nos envió urgentemente a León, para rematar la Línea de 138 Benavente-
Subestación saltos del Duero. Recuerdo las procesiones con el obispo bajando la
calle Generalísimo Franco, y el acudir todas las mañanas, cruzando el puente de
san Marcos al almacén. Allí nos montaban en el camión y acudíamos al tajo,
junto con las herramientas, picos y palas que también iban en el camión. Tenías
que hacerte un sitio entre tanto material.
Sólo
estuvimos tres meses en la capital, después nos trasladaron a valencia de Don
juan, y por último a Benavente. Recuerdo los restaurantes de la plaza mayor de
Valencia, y Benavente, también el bar de las dos hermanas en Benamariel. Un
compañero se las arreglaba para ir desde valencia hasta benamariel a cortejar a
una de ellas, no se casaron.
En León
parábamos en el Barrio Ferroviario, junto a la carretera de zamora y las vías
del tren. El almacén lo teníamos, con guarda siempre, en la parte trasera de
san marcos, junto al parque móvil de aviación. Como te dije, la grava para el
hormigón la sacábamos de los ríos, íbamos mucho a la gravera del esla, en
Banamariel.
Pero de
lo que más me acuerdo fue del terrible accidente de Pancorbo, en la curva antes
de entrar al desfiladero. Murieron casi todos, y a varios los indemnizaron
porque terminaron lisiados, sólo quedamos relativamente bien otro compañero y
yo.
Habíamos
madrugado mucho el viernes, y yo después de nacer mi hijo Jesús Mari, llevaba
pocos días residiendo en Vitoria. Juliana se había quedado en Aldeadávila con
los dos hijos y los abuelos.
Era el
viernes 4 de agosto, y ya a las 7 de la mañana habíamos salido de Vitoria, y nos
dirigíamos a Burgos, para estar antes de la 9.
.Recuerdo
que el camión iba lleno de herramientas, bobinas, picos, palas, étc, y que
viajábamos montados 18 en total más el chófer. 5 éramos gallegos de Pontevedra
y Coruña, y el resto todos zamoranos. Hacia las 8 menos cuarto nos embistió
otro camión, que se había quedado dormido el conductor, y que iba en dirección
contraria con dirección a Castro Urdiales.
El
director de Iberduero fue muy atento conmigo y un compañero también herido:
recuerdo sus visitas al hospital santiago apóstol de Vitoria…sus atenciones con
todos nosotros, y con nuestras esposas. Después tuve una larga comparecencia
por culpa de la pierna en la casa de Aldeadávila. Cuando ya pude caminar y
trabajar, me incorporé definitivamente a la Brigada de Líneas de transporte en Bilbao, calle
Iturriaga”.