La comarca de la Ribera del Duero salmantina, es una comarca que todavía hoy en día sorprende al amante de la naturaleza por el gran número de ermitas, iglesias, torres, y por un paisaje natural de cañones y de poblamiento muy parecido a los Cañones del Sil n Ourense, o al curso medio del Duero en Portugal.
El gran número de ermitas parece deberse a antiguas aldeas medievales que se integrarían en una población mayor ya hacia el siglo XV, y con las crisis y hambrunas del XVII, el de torres a su reaprovechamiento con fines religiosos también con el final de la Edad media, y el número tan elevado de antiguas aldeas ubicadas muy cerca unas de otras, al mayor poblamiento gallego, leonés, y en general norteño, que se dio en esta comarca desde mediados del siglo XII. Antiguas capillas y ermitas de la Orden de Santiago en el norte de las Arribes, y de la Orden del Temple, ya al sur de Saucelle, también han dejado su impronta.
La historia de los curas, los presbíteros, organistas, mayordomos, Cofradías, prohibiciones eclesiásticas, y Beneficiados nobles en la comarca nos hablan de tres poderes ancestrales: el noble titular del Señorío, los pequeños nobles que ansiaban quedarse con parte de su poder, y entre los que incluiríamos muchas veces a los Alcaldes y Justicias de los pueblos, y sobre todo al poder desmesurado que han ejercido los representantes de la Iglesia católica en esta comarca tan tradicional.
La omnipresente Torre-fortaleza de Aldeadávila (s.XIV al XVII) recordaba a los pecheros y a cuantos se acercaban el poder material de quien la ostentaba.
El propósito de esta pequeña historia, a la vez muchas historias, asentadas en nuestra forma de ser no es sólo dar unos datos históricos curiosos, sino sobre todo hacer una radiografía de cómo era sentida por los vecinos y pecheros la presencia constante de los representantes de la Iglesia, y también, sus “pequeñas historias”.
La época de las leyendas muchas veces ha unido amor, religión y riquezas materiales, basta reseñar una leyenda antiquísima de Masueco rescatada por César Morán, en el año 1946 :
“En el pueblo, llamado de Masueco, hablan de la mora encantada dentro de la fortaleza, y de tesoros escondidos; leyendas fabulosas que surgen alrededor de la presencia árabe en la comarca…”
Pero una santa, beata en realidad, que ha dado mucho que hablar es Santa Marina, para unos portuguesa de Baçal y de Lagoaça, para otros arribeña de Aldeadávila (aldea de Ávila), o bien de Las Uces (Suçes). Todo un conglomerado de cultos y tradiciones traídas por los pobladores desde sus lugares de origen, y fundidas en noticias de la época de dominación árabe, que aquí, por su clima mediterráneo parece que dejó huella especial.
Ya en los primeros momentos de la Repoblación, los campesinos –pecheros- debían de dar hasta la mitad de sus frutos a la Orden de Santiago- establecida entre Ledesma, Barruecopardo, Aldeadávila y Mieza- norte y centro de las Arribes salmantinas-:
“Alfonso VIII, el día 1 de enero de 1191 dió a la Orden el diezmo del ganado real que hubiera entre el Duero y la Transierra, de forma que los santiaguistas recibieran anualmente una de cada diez crías; esta donación se vió ampliada poco después...” . Por ejemplo, en la iglesia de Santiago de Ledesma, sus parroquianos estaban obligados a dar la mitad de sus frutos a la citada Orden, por encargo de Pedro, Arzobispo de Compostela.
En aquellos primeros años “cristianos”, en que vuelve a poblarse el Duero salmantino, una ermita podía valer tan sólo tres caballos y tres camas -210 maravedís de la época-:
“En Barruecopardo el freire Esteban Salvador recibió en 1190 la tercera parte de una iglesia, por la que dio en roboración un caballo de cincuenta maravedís y una cama que estaba empeñada en veinte maravedís, y en 1195 Alfonso IX dio esta aldea a la Orden de Santiago y al maestre Sancho”.
De este fin del siglo XII, y de donaciones eclesiásticas, tenemos el primer documento que aparecen los nombres de algunas aldeas dispersas en lo que hoy es el municipio de Aldeadávila de la Ribera de el Duero:
“et en Villoriola perpetuo et irrevocabilitier valitura, ac donatione qua in Ribiela, et in Aldea de Avila et in Quintana pro me penitus revocata, loco cuius revocationis facte, videlicet, de Ribiella, de Aldea de Avila, et de Quintana...”
El pago de impuestos por parte de los aldeanos a los clérigos, requería de la intervención del Sr. Obispo de Salamanca , en aquel entonces:
“Acuerdo entre el obispo de Salamanca D. Pedro y el cabildo con los clérigos de Ledesma, sobre la manera de repartirse los diezmos que vecinos de Ledesma tienen en las aldeas de ese término.
Se resuelve pagando un tercio del diezmo a las iglesias de las aldeas y los dos tercios restantes pasarán a las iglesias de Ledesma donde resida el dueño de las tierras. Se añaden también otras normas en la administración de estos diezmos y las penas a quienes no cumplan lo convenido”.
La devoción a Santa Marina en Salamanca
Muy importante en el devenir de Aldeadávila ha sido esta santa, y hay que desechar la idea de que era original de este pueblo, porque hasta en Corporario ha tenido ermita hasta finales del siglo XVIII.
Pudiera ser que esta devoción fuera traída por los castellanos de la Rioja, porque en la temprana fecha de 1209 está documentada en la antigua villa riojana de Letesma… y los mismos repobladores riojanos pudieron traerla, eso sí a sus propios asentamientos o lugares.
Así, están documentadas hacia 1605 en las siguientes poblaciones: Aldeadávila, Corporario, Yecla de Yeltes, Miranda del Castañar (sin renta), Cepeda del Castañat, y Escurial de la Sierra. Lo que también se da normalmente en estos casos: discusión sobre el depósito de reliquias: Aldeadávila, Francos (Machacón) y Baçal (en Bragança).
De un gran valor etnográfico es la Leyenda de Santa Marina:
“Según cuenta la tradición, en tiempos de la dominación musulmana vivía con sus padres en el pueblo de Las Uces (Salamanca), una joven cristiana de gran hermosura llamada Marina.
Al parecer, era una familia muy humilde, labradores del campo, con penurias y necesidades. Cuenta la leyenda cómo cierto día mientras Marina se encontraba en el campo cuidando del rebaño familiar, apareció a lomos de un enorme caballo blanco un jeque muy galán y arrogante. Éste, al ver a la jovencita y guapa muchacha quedó prendado de su hermosura, y desde ese mismo momento se propuso conquistarla. Por el contrario, como veía que Marina no cedía, decidió obtenerla por la fuerza. La situación para la joven zagala se volvía turbia por momentos, y al verse Marina en peligro, miró al cielo, y con voz firme y segura, invocó a la Virgen María para que la auxiliase, ya que ansiaba librarse de aquel caballero que no deseaba.
La Virgen María, al escuchar sus plegarias, bajó del Cielo y le ayudó”
Hasta aquí lo que permanece en el fervor popular del pueblo, de una leyenda histórica, en contraposición con los datos que ofrecen los, parece ser del año 1445, en concreto Gil González Dávila, el historiador más antiguo de esta comarca, en su “Diccionario geográfico-estadístico de España y Portugal”, que debió de ser escrito entre 1.606 y 1.612. Estuvo viviendo en Salamanca por aquellos años, y nos transcribe del convento de La Verde, una inscripción sobre piedra, escrita en latín, que procederá con casi total seguridad de la obra de fábrica de 1.445, y cuya transcripción es:
“que en dicho convento de Aldeadávila se veneraba el cuerpo de una santa de este nombre, de quien no se sabía más que lo expresado en el siguiente letrero:
Hic jacet corpus humillae atque devotissimae servae Dei beatae Marinae, quae hoc desertum ut Cristo Domino felicius totoque pectore vacaret a sua juventa petiit, quaeque felicissime atque catholice extremum in hoc loco clausit diem, ad cujus tandem honorem sacra haec aedes aedificata fuit,
no debe de confundirse con otra Santa Marina martirizada en Galicia junto a Orense, en tiempos anteriores del paganismo,. y que tantos templos tiene en los reinos de León y de Castilla”.
Es nuevamente el asunto del cobro de impuestos a finales del siglo XV, el que vuelve a enfrentar a los feligreses de las aldeas, con los alcaldes de la Villa de Ledesma, y con los clérigos. Lo principal de este caso, es que los miedos de la Edad media van despareciendo, y ya los campesinos –pecheros- se atreven en algunos casos a alzar su voz frente a lo que consideran imposiciones del poder:
A fines del siglo XV, y antes de 1508, se producen graves disputas entre los regidores de las aldeas, y los regentes de Ledesma por este asunto, y que han sido estudiadas por el profesor José Luis Martín Martín recientemente. Se dan episodios de violencia en casi todos los pueblos, como:
“Emendose delante del rodero porque avía avido hierro”
O estos otros episodios de juramentos y castigos en las iglesias de las aldeas:
“Un vecino de Revilla dixo ´pese a Dios´y juró falso porque tiene más de XXX cabeças que dio. Questé el primero domingo en pie toda la misa quitado el bonete”.
O el vecino Alonso Montero de Monleras se rebeló contra la autoridad de la siguiente forma muy significativa:
“dixo dos veses ´pese a Dios´, y una ves ´no creo en Dios´ “.
El uso de la espada, las armaduras medievales y un caballo, era un derecho al que sólo podían acceder la nobleza, y en este caso los hijosdalgo de localidades como Ledesma, Villarino, Aldeadávila, Monleras, Masueco, Pereña y Guadramiro, y parece ser que a veces era muy útil: todo un símbolo de acceso al poder, a la distinción, y a la imposición de sus criterios.
Las tragedias, el paso por las aldeas de Ledesma de clérigos-beneficiados- muy prepotentes, los juicios del Tribunal del Santo Oficio de Valladolid, las persecuciones de moriscos y judíos en estas tierras fronterizas, las brujas, el miedo y los temores “impregnaron” durante mucho tiempo el alma de esta tierra, como en tantos otros lugares de Castilla, Galicia y Tras-os-Montes. Este alma comarcal ha quedado reflejada en múltiples tonadas y coplas populares, que todavía se cantaban hasta la última guerra española, como este cantar, recogido en Aldeadávila de la Ribera, pero no el único:
“Nadie se atreve a pasar”
(Recogida por Dámaso Ledesma en Aldeadávila en 1907)
1 “Nadie se atreve á pasar…
Por aquellos matorrales…
Porque hay cuatro malhechores…
Con garrotes y puñales…
2 cuatro Galeotes
Por el monte van…
Al pueblo de Ituero
Al Cura a matar…”
La fiesta de los Toros en Las Arribes en el siglo XVI, y las prohibiciones eclesiásticas
La situación en las localidades principales de las Arribes es ya muy floreciente, y los mozos pueden permitirse el costear festejos, como el caso de las fiestas del toro. Lo habitual en la segunda mitad del siglo XVI parece ser lidiar y torear un toro. Ya antes de 1.565 está comprobada la presencia de estas fiestas en Aldeadávila y en Ciudad Rodrigo.
El autor Eusebio Fernández ha extractado de los archivos municipales que en 1.575 los mozos de Aldeadávila vuelven a comprar un toro, después de 10 años de prohibición eclesiástica. Para ello el pintor Juan Bautista entrega como aportación la cantidad de 10 ducados. Era una costumbre de nobles y que les distinguía del pueblo llano “alancear los toros”, por lo que es de suponer que el propio pintor toreara el toro que había pagado, incluso había curas y clérigos aficionados a ser toreros, pero estaba mal visto y perseguido por la jerarquía seglar.
Por aquel entonces, en Ciudad Rodrigo la afición también era grande, y la prohibición llegó nada más y nada menos que de mano del Papa: “En Ciudad Rodrigo, en el siglo XVI se corrían toros en la Plaza Mayor todos los días de fiesta en verano, y a veces también en invierno. Era tal la afición mirobrigense a los toros, que cuando el Papa prohibió las corridas “a coso cerrado” descubrieron la manera de burlar esta prohibición, y comenzaron a correr los toros por las calles de la ciudad cerrando las murallas, incluso por las noches.
Asuntos y querellas de Curas en el Renacimiento Arribeño
En el año 1506 se decidió celebrar las Cortes del Reino en Salamanca, para arreglar las desavenencias que produjo el testamento de Doña Isabel, con relación a la regencia del reino que estaba llevando D. Fernando.
Es probable, pues, que entre las audiencias que se realizaron, estuviera una entrevista del Licenciado de la Torre, con su propio hermano Sr. Briones.
En el cedulario del Rey Católico, fechado entre 1508 y 1509 aparece “Aldea de Avila” en la sección 569, y perteneciente al Arcedianato de Ledesma . En dicho documento, el Licenciado de La Torre, beneficiario de la parroquia de Aldea de Avila intercede, a través del Revdísimo cardenal de España, ante su majestad don Fernando I el católico. Este se lo pide al Duque de Alburquerque, su primo, para que le restituya en el puesto. Había sido cesado por el Arcediano de Ledesma. Este documento está fechado a 16 de abril de 1.508 en Valladolid.
También eran favorecidos los capellanes reales en caso de que se diesen pleitos sobre los beneficios . En algunos de los casos por denuncia de los propios capellanes. Así, Rodrigo Díaz de Teyxero, capellán y tesorero de Orense denunció al arcediano de Ledesma Diego de Montserrat porque, según Rodrigo, llevaba vida conyugal con una hermana suya, y solicitaba por ello que se le entregase a él el citado Arcedianato. El Papa ordenó al Arcediano de Camaces, al Escolar y al Oficial de Salamanca que investigasen el caso, y que de ser cierto le entregasen el arcedianato al citado Rodrigo Díaz.
En otros casos, el pleito era incoado contra ellos, pero sus actos ilegales no impedían el que luego se les entregasen los beneficios.
A Rodrigo Díaz de Teyxero le ocurrió años después el caso contrario, al denunciar en 1448 ante el pontífice a Diego de Montserrat, como hemos visto, por llevar una vida escandalosa. El 24 de setiembre el pontífice ordenó que se investigase el caso, y que de ser cierto lo expuesto por el Capellán Real, se le entregase a él la citada prebenda, tal como había solicitado. Efectivamente, sin que sepamos el contenido exacto de la sentencia que se dió, poco después aparece Rodrigo mencionado como arcediano de Ledesma.
La concesión del “Beneficio” de la parroquia de una aldea, era pues una concesión del Obispo salmantino, o incluso del propio monarca, a la que había una gran demanda, puesto que suponía una suma importante de dinero. Por tanto, el Beneficiado de las poblaciones más prósperas, y con mayor censo se daban a nobles, quienes raramente viajarían al lugar, administrando las misas y sacramentos un cura ayudante suyo.
Hemos visto la importancia del “Beneficiado de Aldea de Ávila” Licenciado de la Torre, del que no sabemos su nombre, pero también lo fue de Villarino, entonces dos poblaciones muy prósperas. En esta cabecera de roda vemos como Cura-beneficiado a dos nobles con mucha influencia Alfonso Fernando de Luque, y a partir de 1499 ni más ni menos que a uno de los mejores músicos de la Corte de los Reyes Católicos: Juan de Anchieta.
Fernando de Luque fue el párroco “oficial” de Villarino, hasta el momento de su renuncia: 12 de junio de 1499:
“También el obispo de Salamanca D. Juan de Castilla, por cédula firmada en Herrera de Valdecañas á 12 de junio de 1499, le dio la investidura de Prestamero del lugar de Villarino (provincia de Salamanca), vacante por renuncia de Alfonso Fernando de Luque, clérigo de Jaén, de cuyo beneficio tomó posesión á nombre de Anchieta su Procurador Bernaldo de Vozmediano, con todas las ceremonias de costumbre, entre éstas la de mover la rueda de música…”. Juan de Anchieta contaba entonces 37 años y se encontraba en el momento más importante de su carrera musical.
Juan de Anchieta y su influencia en la comarca (1499-1519)
Juan de Anchieta (Azpeitia, 1462- idem, 1523), fue Compositor renacentista y Cura-párroco, pero también tuvo notable influencia en las cortes de los Reyes católicos y del Emperador Carlos V:
“De antiguo y noble abolengo, pariente de San Ignacio de Loyola.
Hasta el presente nada o muy poco es lo que se sabe de su juventud y de sus estudios musicales, que parece haber cursado en la Universidad de Salamanca.
El primer documento que acredita su personalidad artística es su nombramiento como Capellán y Cantor de la Capilla de Isabel la católica en 1489. Estando al servicio de la Casa Real de castilla, Anchieta obtuvo, además, un beneficio en Villarino (1499), un canonicato en Granada, los títulos de Abad de Arbós, Rector de San Sebastián de Soreasu y por último fue durante algún tiempo Párroco de azpeitia, hasta su muerte. Además, según otro documento, Anchieta fue recibido también como Capellán y Cantor en la Corte del Rey Fernando en 1512. Carlos V, por último, en Real Cédula fechada en 1519 , afirma: “…el dicho Anchieta está ya viejo para residir en nuestra Corte…” y ordena el monarca que le sean pagados al músico “quarenta e cinco mil maravedís este presente año…y en adelante cada año…
Juan de Anchieta figura, con todo derecho, como una de las figuras principales en los orígenes del arte musical renacentista, y es uno de los creadores de la polifonía religiosa y profana de la España de fines del siglo XV y principios del XVI. Se conocen notables misas y otras obras religiosas de este compositor.
Nicolás Cubillano, cura de Masueco
Gil González Dávila: el primer cura-historiador de la comarca (1604-1611)
El autor eclesiástico Gil González Dávila, a comienzos del siglo XVII, y tratando de dignificar “las glorias de los obispos de Salamanca” se dedica a recorrer las comarcas de Salamanca dando noticia, no sólo de sus monumentos principales, sino también de sus bellezas naturales, y otras historias, que él afirma verídicas, como la pesca, historias novelescas de caballeros, étc.
También nos da información muy valiosa de la vida del infante “Sancho Peh.”, que actualmente se traduce por “Sancho Pérez”, y de quien es muy conocido que gustaba de andar fuera de la corte y de la Villa de Ledesma por los parajes de Las Arribes del Duero.
Toda esta valiosa información la recogió en el libro: “Historia de las antigüedades de la ciudad de Salamanca” editado en el año 1606, y con datos recogidos desde fines del s.XVI hasta el año 1604, pp. 250 y ss.
En concreto de Las Arribes se hace eco de los parajes de Mieza, Santa Marina y Aldea de Auila y La Peña, pp. 260 y ss.
Nos cuenta una historia increíble, que la repite en todas las versiones de su libro, y es de lances de caballeros que logran saltar el estrecho y las cascadas que existían donde hoy se levanta la Presa de Aldeadávila:
“…con lleuar ya en si todo el poder de los ríos, que le pagan tributo hasta este passo, que vn hombre de buen animo salta de vna parte a otra: como conoci yo a vn Cauallero, que le auia visto saltar. Por esta parte es por donde va mas temeroso y profundo”.
O la belleza y la descripción de esa obra de arte de los Franciscanos Observantes, “la Huerta de santa Marina”:
“Este monesterio que tiene su asiento entre unas breñas, y riscos altos, riberas del mismo Duero, y cerca de Aldea de Auila , tiene una huerta tan fértil, que se cuenta entre las cosas raras que se hallan en este disricto por la mucha abundancia q produze de limas, cidras, torojas, naranjas y limones. En este Conuento q es de religiosos de S. Francisco està sepultada esta Santa de quien el Conuento toma nombre.
De su vida no se sabe mas de que la acabasse en aquellas asperezas en seruicio de Dios: y obra por esta sierua suya milagros. Cerca del arca donde se guardan sus huesos està una tabla, que cuenta desta Santa lo siguiente, que es lo mismo que dexo dicho arriba.
Es visitada esta casa de muchos deuotos Portugueses y Castellanos, librándose de diuersas enfermedades por medio de la intercession desta Santa, trayendo à la garganta tierra de la sepultura , ò bebiendo aguas tocadas en las reliquias desta Sierua del Señor; cuya Cabeça està en el Sagrario deste Conuento, que se muestra à todos los fieles que acuden à visitar su casa.”
La Fundación Díez Cubilano en Masueco
Por la misma fecha en que triunfa en Aldeadávila la concesión del título de “Villa eximida” del pago de impuestos al Concejo de Ledesma, triunfa otra gran iniciativa pía e ilustrada en la incipiente “Rivera del Duero salmantina”: el Colegio y Fundación Díez Cubilano, por los años de 1690. Este cura se dedica a dar una formación, alimentación y recogida de los niños huérfanos de Masueco, y de la comarca, para lo que emplea, en los últimos años de su vida toda su fortuna en un sorprendente “Seminario menor”, un adelantado en 3 siglos…
Una vez superadas las crisis de hambrunas y económicas de todo el siglo XVII, el XVIII se abre como una magnífica oportunidad para todo el clero, que continúan incrementando poder y riquezas:
En el siglo XVIII en el Convento de Santa Marina, la Orden franciscana enseña Gramática a los hijos de las familias de la comarca, quienes entrarían en régimen de internado, y que haría que numerosos hijos de las familias más acomodadas llevaran posteriormente una vida dedicada a la carrera eclesial.
Este caso lo hallamos reflejado en dos misioneros franciscanos, nacidos en aldea Dávila, educados en el Convento de Laverde, y que realizaron una brillante labor en el Perú :
El padre Fray Francisco Morales (1656-1702), natural de Aldeadávila de Duero, villa en la provincia y Diócesis de Salamanca. , profesó por el Convento de San Esteban de Salamanca.
En aquellos años el marchar a América era el destino preferido de cualquier eclesiástico o laico con un poco de dinero para poder costearse el viaje, y poder hacer una fortuna:
El Padre Fray Antonio Cavallero “de la villa de Aldea Dávila, Obispado de Salamanca, Predicador de la Provincia de San Miguel; se fue a España desde Lima…Salió a hacer misión al Obispado de Huamanga por febrero de 1769”.
Pero parece, que en la misma Orden de Frailes Descalzos de Lima alcanzó mayor renombre el Padre Fray Joseph Hernández Herrera : “Hijo de la santa provincia de San Miguel, natural de la villa de Aldea dávila. Estuvo algunos años en las conversiones de Cajamaca, 1762. Éste, primo segundo de Fray Antonio Cavallero, le habría convencido para que le acompañara a Perú.
“Salió a hacer misión al Obispado de Huamanga por febrero de 1769. Bolvió al Colegio a los once meses. Salió a misión a Huamanga en 1771 otra vez. Estuvo dos años en dicha mission predicando en el Cuzco y provincias inmediatas, sin descansar mas que lo preciso; fue Presidente in capite del Colegio por deposición del P. Fray José Bueno…”
El Padre fray Manuel Pascual (¿Negrillo?) nació en Aldea Dávila de la Rivera (Salamanca) en 1779, y profesó en la provincia de San Pablo el 23 de setiembre de 1796. Fue, por tanto, misionero franciscano en la actual Bolivia.
Luchas por el control de los diezmos de la Iglesia de Aldeadávila (1794-1807)
Los diezmos que se cobraban en la iglesia de Aldeadávila cobraron su mayor valor en este período inmediato a la guerra contra los franceses : trigo, centeno, corderos y chivos, lino, pollos y mosto, durante los años 1727 a 1806, por eso el Beneficiado de Aldea Dávila era de los más codiciados de la provincia y daba para sustentar a un titular, un ayudante, 5 presbíteros y 2 monaguillos. Estos diezmos nos hablan también de los productos que se daban en abundancia, y de la gastronomía y telares de lino.
Es célebre el Pleito entre Joaquín Caballero presbítero y colector de la Villa de Aldeadávila y el Beneficiario Cristóbal Marcos de Dios, que se desarrolla a partir de 1794 durante varios años, hasta poco antes de 1810. Por otra parte, este Beneficiado Cristóbal acoge por aquellos años a sus sobrinos Miguel y Pedro Antonio Marcos, huérfanos, y que destacarían por escribir varios libros. Pero por lo que más destaca el párroco de Aldeadávila es por su gran fortuna, lo que le permite hacerse con latifundios en su pueblo natal: La Mata de la Armuña, que por 1796 ya poseía el 0,15% de las fincas.
En el Pleito debió de perder el vástago de la familia Caballero, puesto que le vemos en 1810 en Méjico como Prior del Convento de Celaya, y regresando a Valladolid para tratar diversos asuntos.
Manuel Ledesma: clérigo y delegado del Rey en Aldea Dávila (1807-1833)
Manuel Ledesma fue una figura importante y desconocida en la época de la Abolición del Régimen medieval.
Ya antes de 1807 figura como Administrador de las Cuentas Reales del rey Carlos IV, y figurando como testigo del expediente nobiliario de José Antonio Caballero. No sólo tuvo este puesto, sino que se desenvolvió muy bien en la corte del Duque de Alburquerque (y Ledesma) figurando entre los años 1817 a 1833 con el puesto de Arcipreste interino de Alburquerque.
Familiares suyos debieron de ser el P. jesuita Tomás de Ledesma (s. XVIII) y María Teresa Pereña Ledesma (n. en Aldea-Dávila el 8 de noviembre de 1786), y que obtiene el título de hidalgo precisamente en aquellos años después de la Guerra de Independencia.
El interior de la iglesia, siempre ha sido un reflejo de la vida real que se desarrolla “puertas afuera” de la iglesia, es en realidad un palco, un observatorio donde se pueden ver las actitudes humanas, atemperadas, eso sí, por un repeto a las normas de la iglesia. Era curioso ver, hasta bien entrados los años 80 la segregación entre hombres y mujeres, incluso entre los niños (los que no estaban en edad de trabajar en el campo). Aldeadávila, es un caso más. Las primeras filas, mirando de costado al cura eran ocupadas por los menores de edad, a la derecha los niños, y en el lado de la sacristía las niñas. Después de un pasillo, todas las primeras filas son ocupadas todavía hoy en día por las mujeres, y pocos hombres “osaban” hasta hace poco tiempo a sentarse entre nosotras, por el contrario, dada su supuesta menor atención a las pláticas del cura, “el gallinero” era masivamente su lugar.
Anécdotas curiosas las hay por toda la comarca… en los años 60 y primeros 70 el párroco de Aldeadávila D. Eduardo, como siempre fue conocido, daba para muchas historias… como cuando disertó el día de la fiesta mayor-San Bartolomé- subido al púlpito, y sin papeles durante más de una hora, o cuando en aquellos primeros años de apertura del régimen franquista, una hija de emigrantes se atrevió a vestir con una de las primeras minifaldas, y claro… la expectación en todo el pueblo iba creciendo según se acercaba a tomar la comunión, silencio, no se oía ni el vuelo de las moscas del verano… hasta que por fin le toca tomar la comunión, y voz en alto D. Eduardo le niega la comunión, con una voz en alto que resonó en toda la iglesia:
“Vuelves a casa, te vistes, y cuando vuelvas te doy la comunión”
Ante lo que la pobre chiquilla tuvo que volver bajo sus pasos a su asiento, bajo la atenta mirada de todo el pueblo. Por supuesto, no volvió a casa a ponerse una falda larga. Don Eduardo mantuvo sus ideas, y la jovencita también…
Anastasia Sánchez Martín. Aldeadávila. Diciembre de 2010
No hay comentarios:
Publicar un comentario