Menú extra para la perdicera
24.05.10 - 01:03 -
"Patrimonio Natural lidera y la Fundación Tierra lideran el plan de conservación de la especie, en riesgo de extinción por la despoblación rural.Un proyecto reintroduce conejos en los Arribes para facilitar la alimentación de las águilas.No hay que hurgar en los padrones ni hacer prospecciones en las estadísticas. Basta con mirar al cielo. Dicen los expertos que ahí arriba hay un indicador estupendo, fantástico y fiable para comprobar hasta dónde hunde sus raíces la despoblación, cuál es el grado de abandono rural al que se ha llegado en determinadas zonas. Y basta con mirar al cielo. Porque si no se ve nada, malo. Lo explica Javier García, de la Fundación Tierra Ibérica. «Hay especies que dependen mucho de la actividad humana y del declive de la población; y las dificultades para mantener la actividad natural pueden romper el equilibrio de ciertas especies», asegura.
El ejemplo más claro se asoma a la portada del Libro Rojo de las Aves en España, la publicación que alerta del riesgo de extinción, de la seria amenaza que se cierne sobre determinadas especies. Allí, majestuosa, está la imagen del águila perdicera, más común por desgracia en los catálogos de animales en la UVI que en los campos de la comunidad. Y bueno, pues sí, también la despoblación, el abandono rural ha incidido en el alarmante descenso de parejas de perdiceras en Castilla y León. Pero no es la única causa. Veamos los datos, ofrecidos por el propio García, quien además coordina desde Tierra Ibérica el proyecto para la recuperación de la perdicera. «Durante la década de 1980 había entre 60 y 70 parejas de águilas en Castilla y León». Hasta más de cien según algunos registros. «Hoy sólo quedan 15, algunas con el censo compartido con Álava y La Rioja (las 3 de Burgos) y otras, con Portugal (las doce de Arribes, entre Salamanca y Zamora)». Es decir, zonas de cañones y riscos donde encuentran «refugio y tranquilidad».
Hoy estamos aquí, en Zamora, en la comarca de Fermoselle, con el Duero a este lado y el Douro en la zona portuguesa de Miranda para comprobar los esfuerzos que la Junta, que los ecologistas, los cazadores y los propios vecinos hacen a diario para conseguir que la sombra del águila perdicera se siga reflejando en el suelo que pisan todos los días. Un terreno cada vez más abandonado, donde las tierras de labor han dado paso a terrenos descuidados, parcelas llenas de matorral, lo que ha provocado una disminución de las especies presa. Total, que el águila perdicera se queda sin comida... «Se alimenta sobre todo de conejos», explica Francisco Jiménez, coordinador de proyectos de biodiversidad de la Fundación Patrimonio Natural. Pero también de palomas y otro tipo de pájaros, de pequeños mamíferos, de lagartos (aseguran que éste es el único sitio de la Península donde lo hace) y de perdices. De ahí su nombre, el de águila perdicera. Y también parte de su condena. «El nombre no ha ayudado a que tenga buena imagen», reconoce García, quien añade que «la relación con los cazadores no ha sido fácil. Su nombre hacía suponer que la perdiz era su presa más habitual y no es cierto. Los cazadores la han visto como un competidor y hace décadas, cuando el nivel de conciencia era menor, se las mataba sin miramientos». El furtivismo hizo mucho daño. Desde el año 2000, y según los datos del Plan de Conservación del águila perdicera en Castilla y León, el 45% de las muertes no naturales de estos animales se produjeron por un disparo, y el 36%, por intoxicaciones. Otros dos animales (el 18%) fallecieron por electrocución. De ahí, concluyen desde la Fundación Patrimonio Natural, que la implicación de los cazadores sea «vital» para la conservación de la perdicera.
Incluso se planteó cambiarle el nombre, abandonar lo de perdicera y que pasara a ser águila de Bonelli, como en otros países. La iniciativa no cuajó, pero afortunadamente sí que ha mutado la conciencia de los cazadores, que de depredadores de esta especie se han convertido ahora en sus protectores. Al menos en esta zona de Zamora. Celestino Pascual es el presidente del coto de San Ildefonso, en Torregamones, donde se desarrolla uno de los programas para la recuperación de la perdicera. En este coto hay una zona vedada de caza y protegida por un cercado en el que se hacen sueltas de conejos para que sirvan de alimento para las águilas. El abandono de los terrenos de labor mermó la población de conejos hasta límites desconocidos.
«Aquí hemos cazado hasta seis y ocho cada día y ahora hemos llegado a un punto en que eso es lo que consigue un cazador en toda la temporada. Y si tiene suerte», asegura Celestino, quien tiene esperanza en este proyecto porque «nosotros tenemos muchas ganas de cazar conejos». Eso sí, de momento no pueden hacerlo. Los cazadores de este coto se han comprometido a no matar a ni uno solo en esta zona reservada, en esta hectárea que sirve de vivero de conejos para que las perdiceras tengan alimento y, de este modo, creen un hábito y puedan fijar aquí su nido, sin necesidad de migrar.
Garantías sanitarias
Abraham Arias de la Torre es veterinario de la Junta y explica que este proceso de suelta de conejos cuenta con «todas las garantías sanitarias» de vacunación y desparasitación. «Incluso se hace un control genético para ver que la especie que soltamos coincide con la de la zona porque si se introdujera un conejo híbrido podría terminar con el autóctono», añade Francisco Fernández, responsable de la granja cinegética.
Arias explica que en el coto se han acondicionado vivares para los conejos, se han colocado comederos y bebederos con agua, alfalfa y grano para que los animales coman y tenga un aporte extra de alimento y, además, se ha limitado esta zona 'experimental' con un vallado eléctrico «que evita la predación de zorros y jabalíes, aunque con la jineta hemos visto que no es del todo efectivo». Este vallado era en un principio de cable, pero lo tuvieron que cambiar por alambre porque los conejos se lo comían y perdía efectividad para evitar la entrada de depredadores. Porque el objetivo no es que se coman los conejos los zorros, sino que sirvan de alimento para las perdiceras, claro. O sea, que las águilas tengan «alimento cercano, disponible y de forma natural», concluye Abraham Arias.
¿Y funciona? El control que se hace de los conejos (por radioseguimiento) ha permitido confirmar que el grado de predación se sitúa en torno al 40 o 50%. La suelta anual es de 150 conejos, repartidos en tres núcleos, según confirma José Manuel Aparicio, capataz forestal.
Total, que esta medida -la de facilitar al águila perdicera el acceso a la comida- es fundamental para que se asiente en la zona y pueda mantener su territorio (un ámbito de entre tres y cuatro kilómetros por cada pareja). Si no lo consigue, éste es ocupado, y sin miramientos, por el águila real. Y de momento, la presencia de la perdicera en Zamora es precaria. Lo explica Juan Antonio Casado, biólogo y responsable del seguimiento de las cuatro parejas de perdiceras que hay en esta provincia, algunas de las cuales «todavía no han consolidado el territorio». La última llegó el pasado mes de diciembre, una hembra adulta y un macho subadulto de unos tres años que todavía no han fijado un nido nuevo. El suministro extra de conejos puede ser vital para conseguir que esta cuarta pareja se asiente en territorio zamorano, en Torregamones, en Fermoselle, en Pinilla.
Aquí, en esta última localidad, también se ha desarrollado un programa de reintroducción de conejos similar al de Torregamones, diseñado por Jorge Fernández Laína y Fernando Palacios, con 40 vivares, la suelta de 280 conejos el pasado mes de noviembre, la siembra de cereales, praderas de leguminosas y comederos artificiales para alimentar a estos animales. «El objetivo -explica Palacios- es alargar el periodo reproductivo de los conejos facilitándole alimento nutritivo durante el mayor tiempo posible». El año pasado, antes de empezar esta empresa, hicieron un control de la zona y no detectaron un solo conejo en un kilómetro a la redonda. Este verano se hará un muestreo exhaustivo (a través de los excrementos ), pero en febrero ya se detectaron 11,6 conejos por hectárea. Los cazadores del coto también se han impuesto aquí limitaciones para cazar conejos. No podrán hacerlo durante cuatro años y en un territorio de 200 hectáreas. «Al principio nosotros habíamos propuesto una reserva de 40 hectáreas, pero han sido los propios cazadores quienes han querido limitarlo más para que la reproducción del conejo sea más efectiva y puedan cazarlo mejor en el resto del coto», explica Fernández Laína.
En fin, que hay que hacer de forma artificial lo que no se ha podido conservar por el abandono de las explotaciones rurales. «El paisaje en mosaico está mucho mejor conservado en la zona portuguesa que en la española -explica Juan Antonio Casado Coco- por lo que allí hay más perdices y conejos. Y no por casualidad», remacha.
¿Funcionarán todas estas medidas? El objetivo es pasar de las 3 parejas de la provincia de Burgos a una población de entre 6 y 8 parejas en esa provincia. «Sería un éxito», reconocen. Y de las 12 de Arribes, a entre 16 y 18. "
No hay comentarios:
Publicar un comentario